22- DOBLÉGALA

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«Estoy... jodidamente aterrada»

Quién sea el que está invadiendo mi habitación, me aprieta las muñecas con una mano, y con la otra mantiene cubierta mi boca.

Entra a la habitación cerrando la puerta tras de sí, lanzándome de un empujón que me hace tambalearme. Trato de reconocerlo pero todo lo que hay de luz en la habitación es la de la luna que se cuela por el cristal.

—Mi padre tiene mucho dinero— Es lo primero que digo al tener la boca libre— Él puede darte lo que quieras, pero no me lastimes.

Pero a él parece no importarle. Se acerca más a mí a pasos acelerados y retrocedo lo más rápido que puedo, pero me intercepta en la pared de cristal que da al balcón.

Voy a gritar nuevamente, pero no sé porqué carajos, me paralizo cuando lleva una mano a mi nuca, sosteniendo con fuerza un puñado de mi cabello, y la otra mano la lleva a mi cuello apretando el agarre.

No sé si es porque me volví una pinche sadomasoquista, o porque estoy reconociendo cierto perfume, o porque ahora sí me volví loca, pero al sentir su aliento tan cerca del mío no me quedan dudas, es...

—¿Adrix?— Jadeo. No sé si es por el forcejeo, o porque sentirlo así de agresivo me está excitando.

—¿Ahora sí sabes quien soy?— Aprieta más el agarre del cuello y yo me humedezco los labios.

—¿Quién eres...?— Me río. Me calienta demasiado verlo molesto, y quiero molestarlo más.

—Tu novio, tu dios, tu hombre, tu maldito mundo ¿¡me entiendes!?— Dice con la voz ronca halando con fuerza mi cabello.

Sus labios están a milímetros de los míos. Joder quiero besarlo, pero no me lo permite.

—¿¡¡Que si entiendes te dije!!?— Aprieto las piernas al escuchar su voz demandante.

—Sí...— Digo finalmente. Joder quiero que me bese, o que me haga cualquier cosa pero ya.

—¿Es que te gusta que te obliguen no?— Sus labios rozan los míos— Te gusta que te dominen, que te dobleguen.

—Sí...— Digo también, sintiendo los pezones erectos a través de la tela.

—Bien... pues te voy a enseñar...— Suelta el agarre de mi cuello para llevarlo a la pretina de su jean— A usar esa boca para algo productivo.

Y qué decir que el pecho me late como una locomotora y que se me hace agua la boca de solo imaginarlo.

—Y que la terapia de autosuperación...— Continúa sacándose el miembro erecto, apretando el agarre de mi cabello— Se le deja a los psicólogos.

Yo muerdo mi labio inferior contemplando la escena, ansiando que me doblegue como él mismo dijo.

—De rodillas— Me dice, pero no se la voy a poner tan fácil. Lo mío es provocarlo, probar fuerzas y que me muestre que el más fuerte es él— ¡Que de rodillas!

Me tiemblan las piernas cuando me jala del pelo para bajarme hasta la altura de su cintura.

—Abre la boca— Me dice, pero tampoco le hago caso, solo lo miro riendo y jodidamente excitada.

Con el pulgar y el índice me sostiene la barbilla. Tan cerca del cristal se cuela más luz, y me contempla con un morbo inefable. Acaricia mi labio inferior con el pulgar, como si me estuviera dando consuelo antes de un dolor muy grande.

Justo lo que pasa. Me abre la boca con los dedos metiéndome su miembro erecto. Qué decir que nunca había tenido un pene en la boca, y que es... delicioso.

CAOS EMOCIONAL [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora