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Dudas/Miedos

Gemelos, estaban esperando gemelos; todavía aunque pasaron ya más de cuatro horas desde que vieron el ultrasonido estaban procesando la noticia.
Para quien tuvo mayor impacto fue a Izana, pues aunque llegó a la clínica mentalmente preparado para incluso la peor de las noticias, pero no para algo como eso. Sin embargo, Kakucho tampoco era indiferente ante la noticia.

El hombre de cabellos negros miró su vientre, estaba tan aterrado casi con la misma intensidad con la que estaba emocionado por la llegada de sus hijos, aterrado en el sentido de no saber cómo afrontar la llegada de dos bebés; ya era complicado lidiar con la idea de uno, ahora con dos en camino era casi el doble de preocupante.

Pero sobre todo, lo más preocupante para ambos era que ninguno sabía exactamente lo que debería hacer, es decir, ninguno de los dos tuvo una infancia completamente normal.
Izana nunca tuvo un gran ejemplo de cómo debería ser un padre, ya que el suyo era más del tipo que se marcha para nunca volver, su madre biológica no estaba en sus recuerdos, y no creía tan siquiera posible que haya alguna vez escuchado su voz.
Karen nunca fue un gran modelo a seguir, ella era más el tipo de persona que veía como una prioridad los juegos de azar o conseguir estar en compañía de algún hombre.

Kakucho poco o nada recordaba de su madre o su padre, los había perdido en un accidente cuando era pequeño. No creía tener malos recuerdos de ellos, sin embargo, aún así eso no era impedimento para sentir que no haría un buen trabajo como padre.
Cada vez que recordaba a sus padres, o intentaba hacerlo, no podía evitar las lágrimas que salían con facilidad de sus ojos; el embarazo le había vuelto tan sensible que ahora las emociones las sentía el doble de intensas.

Esa misma noche, mientras Izana dormía, esté no se percató de que su esposo no estaba junto a él. El azabache estaba sentado junto a la ventana, mirando la fría cuidad de Tokio, ya que el departamento donde ambos vivían estaba en un quinto piso.
Pasaba su mano sobre su vientre mientras dejaba escapar un pequeño suspiro, a estas horas los pensamientos intrusivos eran más constantes y le causaban el no poder conciliar el sueño.

"¿Y si no hago un buen trabajo?"

"Mis hijos me van a odiar"

"Seré un terrible padre"

Fueron sólo algunos de los pensamientos que tuvo el hombre ¿Qué pensarían de él sus padres si lo vieran ahora? ¿Estarían orgullosos o decepcionados? Sin querer las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, mientras un nudo en su garganta le impedía respirar con normalidad. En ese momento todo lo que quería era que alguien le dijera algo alentador, algo que le haga sentir que no estaba haciendo nada malo.

— ¿No puedes dormir? — preguntó una voz a sus espaldas.

— perdón por despertarte — se disculpó el azabache — ya voy a la cama — el hombre se limpió las lágrimas, y tan sólo se levantó de la silla para regresar a la comodidad de la cama.
Izana al tener de vuelta a su esposo sólo se giró dándole la espalda, mientras Kakucho hacia exactamente lo mismo, con la pequeña diferencia de que aún lo seguía invadiendo esa horrible sensación.
Por ahora todo lo que podía hacer era cerrar sus ojos y tratar de dormir.

Y justo cuando estaba por quedarse dormido, sintió como una cálida mano se posaba sobre su estómago, y el cuerpo de su esposo se acercaba más hacia él.

— oye... No estás solo en esto — fueron las palabras que Izana le susurró.
Aunque pareciera que no le importaba, tan sólo era una fachada, lo cierto es que en el fondo estaba casi tan emocionado y asustado como lo estaba Kakucho, pero él prefería guardar silencio.

El más alto aún así no pudo contener el llanto y se soltó a llorar, pero no de tristeza o amargura, sino de felicidad. Esté pequeño gesto era todo lo que necesitaba.
Y casi como si algo o alguien los hubiera escuchado, Kakucho se quejó al sentir algo raro en su interior, y no fue el único que lo notó.

— ¿Sentiste eso? — preguntó Kakucho sorprendido.

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