XIX - Colmillos

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Era entrada la noche, pero apenas estaban llegando a su casa. La razón, fueron a cenar a casa de Ares con su pareja, los habían invitado a pasar la velada juntos.

Fue la primera vez que Jack veía a la pareja de su amigo, lo dejó gratamente impresionado. Era muy imponente, grande y fuerte. Pero no tanto al lado de sus hermanos, o incluso no como su propio alfa. Después de eso no hubo nada fuera de lo común que lo impresionara.

Y parece que eso le agradó a Leónidas, quién no dudo en decírselo, pocos omegas lo veían por debajo o sin miedo como lo hizo el peliblanco cuando lo vio, excepto su propia pareja, el cual se enorgulleció por tener tan perspicaz amigo. Se notaba que se querían mucho, además de pasar toda la cena abrazados o de la mano, lo hicieron riendo y sonriéndose entre ellos. Por suerte no eran desconsiderados y siempre los atendieron de la manera correcta.

Algo que notó también, fueron los colmillos tan afilados que sobresalían de sus labios cada vez que sonreía. Eso si fue peculiar.

Los colmillos no lo impresionaban, había visto tantos de personas cercanas que uno más no era la gran cosa. Pero fue la variedad que notó apenas en ese momento lo que lo atrapó. Los de Leónidas eran largos y duros, sobresaliendo de los demás, y por su extensión parecían casi de vampiro. Estaban muy blancos, por lo que recordó vagamente a su Anne lavárselos con mucha enjundia, debido a su símbolo, son parte de su orgullo, y tienen que cuidarse.

Leónidas sin dudas lo hacía.

Eso le recordó a sus hermanos; Lubu rara vez los cuidaba, o eso le decía Chen, pero no era tan necesario, eran voluminosos y abarcaban gran parte de su dentadura de en frente, parecían casi rotos por todas las peleas en las que se había metido, lo que lo hacía ver salvaje; aunque se metía en las mismas peleas, Raiden los tenía más cuidados, con un blanco aperlado, además de afilados; adán poseía unos pequeños, dijo que se los redujo para que cuando se enlazara con Eva, no la lastimara de ninguna forma, muy romántico el padre de todos, como le decían.

Su propia Anne los limpiaba con un enjuague especial, los suyos eran más delgados y chatos que los otros, pero también tenían su encanto. No pudo evitar pasar la lengua por sus dientes de enfrente de nuevo al estar en frente de su puerta cuando llegaron a casa, sintiendo la hilera de pequeñas perlas blancas que tenía, diminutas e iguales, no poseía nada en particular.

En un momento, Ares hizo un comentario de una broma interna, todos estallaron en carcajadas, menos él, no lo había entendido por seguir en sus pensamientos. Volteó a ver a su pareja, y este le regreso la mirada aún con la risa en todo su rostro.

No había notado los colmillos tan lindos que tenía. Eran gruesos, pero no demasiado, tampoco largos, estaban afilados, logrando su función, imponer poder. Cubrían parte de su dentadura, aunque no demasiada para acaparar atención. Recordó que cuando se besaban, siempre los sentía y, a menos que sea un momento por demás salvaje, jamás le cortaron la lengua o mejillas. Eso demostraba su gentileza a pesar de parecer agresivos.

Eran demasiado preciosos, cual gemas escasas rodeadas de muchas comunes. Cuando lo tuvo en cuenta, ningún otro colmillo estuvo a la altura, ninguna era tan atractivo como el de su pelirrojo. Complementaban su sonrisa, junto con los hoyuelos que se le formaban, y la forma en que su nariz de arrugaba de lado. Era privilegiado al poder presenciar tal obra de arte.

Después, hércules se tomó la molestia de explicarle lo que dijeron porque pensó que se sintió excluido, no le importaba en realidad. Estaba más concentrado en lo bonito que lucía cada que sonreía, en el momento en que los podía ver y como sus ojos parecían tan llenos de vida. Sonrió alegre, no por las bromas, si no por tener a una persona tan hermosa a su lado.

Antes de finalmente dormir cuando acabaron de prepararse, se subió a la cama, no era vergonzoso si nadie lo miraba usar eso para igualar su altura, y se paró en frente de hércules previo a que levantara las sábanas para acostarse. Quedando a la par, rostro con rostro.

Hércules- Le tomó ambas mejillas, hablando muy seriamente- Tienes una sonrisa muy linda- Sonriéndole honestamente cuando terminó de decir aquello.

Su pareja sonrió, y cuando parecía que le iba a devolver el cumplido, lo beso, aprovechando que abrió la boca le metió la lengua, tomando el control.

Su pelirrojo solo atinó a sostenerlo de sus caderas, ronroneando por la actitud que adoptó su omega.

Este estaba más concentrado en sentirlo, convirtiéndolo en un beso bastante húmedo, donde ambas lenguas se tocaban y bailaban entre sí, creando esos sonidos húmedos que tanto le gustaban a ambos. Hércules lo abrazó muy fuerte, sintiendo como escalaba muy rápido ese contacto. Por lo general, su omega era fan de lo simple, pero si quería probar algo nuevo, lo harían juntos.

En un punto, después de separarse por aire y volver a juntarse, con su lengua sintió los colmillos de su alfa, lamiendo su extensión y pasando lo por la punta ligeramente, sacando apenas una gota de sangre. El gemido que emitió su pareja fue una sorpresa, pero no sería mal recibido mientras los terminaba de sentir en su totalidad.

También tienes colmillos muy lindos- Parecía que eso había activado un interruptor, porque hércules se le aventó para seguir besándole, recostándolo sobre la cama y tomando el control a partir de ahí, está vez tocándolo por debajo de la ropa.

Era clara la afición de hércules por morderlo en la extensión de piel que se le presentará a la vista y fuera accesible. Y con su último alago, el cual era uno de los primeros comentarios que le hacía sobre un rasgo alfa tan evidente. Entendió que le gustaba que lo mordiera, en especial con sus colmillos, una marca más visible.

Ya era tarde, y su idea era dormir pronto, pero no pudieron detenerse. Jack aceptó las consecuencias de haber iniciado ese acto, encontrando bastante satisfacción cuando esos colmillos lo mordían, no lo desgarraban, aunque sí dejaban sus marcas sobre su piel. Y en cada mordida se veían las hendiduras de los colmillos sobresaliendo.

Solo lo mordían a él, lo marcaban a él, se excitaban por él. Definitivamente, los colmillos de su alfa eran los mejores.

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