XI - Construcción del nido

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Sí a Hércules le hubieran dicho que no solo se gastaría gran parte de su sueldo en remplazar las almohadas, sábanas, colchas, ropa, entre otros objetos suaves que había en su departamento, sino que lo haría por gusto al saber que estos estarían en las manos del Omega, honestamente, estaría sorprendido.

Ya hace varias semanas de su enlazamiento. Su glorioso, esperado y anhelado enlazamiento. Aún sonreía como tonto cuando lo recordaba, y algo le decía que sería así durante más tiempo.

Se habían intentado juntar, pero el casero del pelirrojo le había puesto muchas trabas, entonces tendría que pasar unas cuantas semanas antes de finalmente vivir juntos. Aunque eso no impediría que pasarán la mayor parte del tiempo en la casa del otro, y viceversa.

Pero esto estaba desesperando al Omega.

Nunca pensó que había un tipo de estrés que tenía que ver con parejas. Pensaba que, o todo era color de rosa y amor desparramado, o se convertía en un infierno en vida. Las referencias que poseía lo limitaban. Pero su naturaleza también lo condicionaba.

Nunca fue muy afín a seguir la norma que le imponía ser un Omega. ¿El débil? No gracias, cuando le tocó cuidar a su madre no sanguínea, Anne, porque estaba en problemas financieros, lo hizo a pesar de explotarse durante mucho tiempo ¿El que necesitaba protección? Que los demás se cuiden de él, no al revés. Pero sus instintos no se habían perdido del todo como creyó. Sus necesidades solo se podían ignorar hasta cierto punto.

La desesperación que sintió cuando su pareja se iba algunas noches sin poder hacer nada, lo dejaba alucinando por alguna especia de rechazo. La tristeza por este hecho se hizo tan fuerte que Hércules a veces la podía sentir por su enlace, lo que lo hacía regresar lo más pronto posible.

Así que, cuando tomo una sudadera de su alfa olvidada en su cuarto un día, y la estrujó con cuidado en su pecho mientras aspiraba su esencia, pensando en que parte de la casa sería mejor ponerla para acomodarse, asumió que era su Omega enlazado interior gritando por confort.

Y continúo, su estudio para leer con varias estanterías con libros se convirtió en un pequeño lugar donde se podía sentir seguro. Puso todas las prendas de Hércules que pudo conseguir una cama medianamente grande. Pero no le convencía, entonces agrego sus propios objetos para darle forma, sus sábanas, almohadas, suéteres, peluches, calcetines, guantes, gorros, todo aquello que fuera suave.

Cada vez que estaba abrumado iba a ese pequeño estudio, sentía como cuando lo abrazaba su alfa, su preciada Anne, su amada familia. Era una sensación indescriptible. Tanto que en el momento que acostaba su cabeza ahí, se dormía de lo relajado que lo ponía.

Había creado un nido, sin tener una noción por completo de esa acción.

Conocía el ritual, su falta de conocimiento de las castas tiene un límite. Además, le pregunto a la señorita Eva en el momento en que la vio, solo para asegurarse. Entonces se lo dijo a Hércules y, parece que le dio una señal para cuidarlo y velar por su comodidad. Porque ahora todo lo que le gustara del departamento de su alfa, estaría a su completa merced, complaciéndolo a más no poder.

A veces incluso lo incentivaba a tomar cualquier cosa. Parecía que le hacía mucha ilusión a Hércules que tomara sus objetos para que los tuviera en su nido. Llegó a comprarle varios peluches y más mantas. Se sentía sumamente consentido.

De esa forma continuaron, el pelirrojo se dirigía a la casa de su Omega para pasar otra noche juntos. Había estado checando por su enlace, y sintió la comodidad que desprendía el más pequeño cuando estaba en su nido, seguramente lo esperaba.

Pasó por una juguetería y un enorme tigre de peluche le llamó la atención. Sus primeros pensamientos al verlo fueron; " Tal vez a Jack le gustaría tenerlo en su nido".

Y decidido entró a la tienda para poder adquirirlo. Jamás pensó que estaría haciendo tales acciones por una persona. No solo era su necesidad de mantenerlo cómodo y feliz por un deber, genuinamente quería que estuviera a gusto con él, que no se sintiera mal de enlazarse con él, y que nunca se arrepintiera.

Se aseguraría que eso nunca ocurriera.

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