XXV - Prendas con aroma

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¿Cuándo regresas? - Chilló lastimero, la imagen de un hombre de casi dos metros tumbados en la cama rodeado de ropa que claramente no le pertenecía por la talla, no era una que se pudiera relacionar.

Ya te lo dije, mañana temprano- Sorbió algo de té desde la recepción del hotel en el que se encontraba por trabajo. Su jefe lo había llevado para que lo auxiliara, y no es por presumir, pero eso se debía a su excelente desempeño laboral- ¿Cómo vas por allá?

¡Terrible! - Se revolvió más entre las prendas de Jack, había casi vaciado el cajón de su novio buscando alguna que le recordará a su aroma, solo pedía, aunque sea una pisca de ese dulce sello que seguía a su omega, con tintes de su propia esencia con él. Ninguno se le acercaba- Porque siempre tienes que lavar tu ropa tan bien. ¡Ya nada huele como tú!

Deja de gritar, estoy con mi jefe, y te está escuchando- Se levantó de un salto, ese alfa no le caía bien, no estaba enlazado y era demasiado buen partido, alto, guapo, adinerado, le daban muchos celos tan siquiera pensar que se encontraba cerca de su precioso omega- El señor Hades dice que te manda saludos. Y no te preocupes, solo es un día más, y cuando llegue te daré una sorpresa.

Más vale que seas tú, completamente desnudo, en mi cama, dispuesto a pasar tres días en completo desenfreno sexual conmigo, ¡Y tu jefe puede saberlo! - Da unas bocanadas de aire después de su para nada absurda petición a su omega- Ya vete a dormir, se hará tarde y tardamos en tratar con tu insomnio.

Desde luego amor-

Y nada de alcohol-

No hay ni una gota en mi sistema-

¡Y no me mientas! ¡Se te nota cuando mientes! -

Nunca te mentiría mi alfa- Con ese apodo lo derritió- Te amo.

Yo también te amo- Su omega lo conocía demasiado bien, porque no colgó el teléfono esperando a que continuara, a pesar de sonar como una despedida- Te extraño muchísimo, quisiera estar contigo.

Yo también hércules, he de admitir que mis noches son muy intranquilas sin ti-

¡También las mías! - Se quedaron hablando otra media hora más, con algunas intervenciones ocasionales del bobo de Hades por haberle robado su compañía, pero no les importó, si pudieran hablar hasta el amanecer, lo harían.

Pero el cuerpo se cansa, y cuando se tuvo que ir a reposar, fue igual de difícil que las noches anteriores. Para ambos fue duro el pasarla lejos sin su ya acostumbrada compañía.

El Omega la tuvo un poco más fácil, había llevado una sudadera que Hércules siempre usaba, casi como una segunda piel. Se la ponía e imaginaba que lo estaba abrazando, como si lo estuviera protegiendo del mundo, un pequeño lugar seguro. Su sueño lo tomaba una vez aceptaba que se encontraba solo. Pero que pronto lo vería, y era cosa de una noche.

Su alfa, por el contrario, halló esa tarea más difícil. Aunque pasaban dentro mucho tiempo, la casa olía cada vez menos a su Omega, y su ropa ni siquiera se comparaba.

Cuando la hacía toda bola y la abrazaba, se sentía inmediatamente mal. Nada lo consolaba. No era como su Omega, su cuerpo firme pero suave, con curvas y pequeño, que se revolvía si lo abrazaba demasiado porque le daba calor, o gimoteaba si dejaba de tocarlo para darse la vuelta.

No era justo, deseaba tenerlo ya, necesitaba sentir su calor y el ritmo en su respiración para saber que está a salvo, que se cepillo bien los dientes, que no tuvo pesadillas, que su pijama estaba limpia porque no le gusta dormir con shorts, si no con pantalones de lana. Su cabello tenía que estar cepillado o se le enredaría, y no podía ver la televisión antes ya que le quitaría el sueño.

A media noche se levantaría por un poco de agua, y ese vaso tenía que estar listo en su mesita. Su despertador era demasiado ruidoso, entonces lo apagaba para que no lo asustara de lleno, después lo despertaba él mismo de manera más suave.

Y lo más importante, al levantarse tenía que darle muchos besos en la mejilla y cabeza, lamiendo el lugar donde está su marca, y dándole ligeras mordidas. Esto para que no se borrará y permaneciera en lo máximo fresca posible. Disfrutaba decirle que lo amaba mucho, para que nunca en la vida lo olvidara.

Abrazó más fuerte la ropa.

Más le vale que haya hecho todo, a excepción de los besos, esos se los tenía reservados una vez llegara.

Con esos pensamientos, se quedó dormido.

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Estaba esperando atentamente la puerta, en busca de cualquier reacción o movimiento. Era la hora en que su Omega llegaba, y él siempre era puntual.

Cuando se abrió no espero ni un segundo y fue corriendo a abrirla el mismo. Nadie más tenía la llave, no podría ser otro que su Omega.

Y efectivamente, ahí se encontraba, a punto de abrir y sonriéndole por ser recibido. Estaba tal cual lo recordaba, esa felicidad al verlo lo hacía mil veces más bonito. Lo rodeó con sus brazos levantando lo y dándole vueltas, saliendo de su casa.

¡¡Te extrañé tanto!!- Lo olfateo buscando algún aroma diferente, como el de su tonto jefe. Pero nada, solo encontró el dulce y jugoso olor de un Omega feliz, de SU Omega feliz. Lo absorbió cuál adicto en busca de su tan ansiada obsesión- Te necesite cada día - Gimoteo dentro de su abrazo.

También yo Hércules - Se aferró a su cabello, y con una mano de despidió de su jefe que lo había traído hasta su casa, le dijo que esto iba a pasar y aun así aceptó, tal vez otro día lo invitaría a tomar algo- Te tengo una sorpresa.

Pero estamos en el jardín-

Eso no- Lo golpeó con el puño de manera suave, aunque no hacía falta, apenas y sintió el golpe- Bájame, y te enseño.

Su alfa froto su rostro unas cuentas veces más en su pechito antes de bajarlo. Aún en el suelo no lo soltó, sosteniéndolo por los hombros, mirando atentamente lo que le quería mostrar, no era un juego cuando le dijo que de verdad lo había necesitado.

Su omega se quitó una bufanda que traía puesta, apenas la notaba de hecho, y la puso sobre el cuello ajeno, iniciando su discurso que estuvo meditando durante su ausencia- Compre esto en una tienda que me gustó por donde pasamos, en todo el tiempo que me fui no me la quite, y todo el tiempo que pueda la usaré, de esta forma, cuando nos separemos, conservaras una parte de mi contigo. No te prometo que no sufrirás, pero te juro que siempre podremos estar juntos, de una manera u otra.

Terminó de ponérsela, alejó sus manos esperando su reacción.

Hércules estaba, fascinado, no solo por recordar cómo era cuando hablaba su peliblanco, sino todo lo que le dijo, lo conmovió. Tomó la prenda recién adquirida, y con una mano la acerco a su rostro, aspirando profundamente.

Lo golpeó el olor de su omega, pero uno de verdad puro. Parecía que se había bañado en la prenda, porque cada centímetro le recordaba a él, absolutamente; su dulzor sin hostigarlo, algo picante sin ser demasiado abrumador, al té más exótico del mundo, y sobre todo, olía a un hogar, su aroma era de algo que siempre iba a amar. Nunca sería lo mismo que tenerlo entre sus brazos, pero si podía consolarlo de alguna forma, definitivamente sería esa prenda con aroma.

Gracias, Jack- Lo atrajo a él, besándole los labios. Y es que el mero hecho de que haya tenido ese detalle lo hacía querer llorar de lo dulce que le parecía- Te amo.

Una sonrisa cálida con ojos amorosos reaccionaron a esa frase, esa simple frase que se prometió en ese instante decirle más seguido. Porque esta no era la última vez que se separarían, entonces, en cualquier lugar del mundo, con quien sea y sin importar la distancia, su omega sabría lo mucho que era apreciado, así, tendría una razón para volver, sería recibido con el más puro de los amores.

Yo también te amo- Y sabía que recibiría uno igual de intenso de vuelta. 

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