IX - Mordida

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La saliva no paraba de gotear sobre su hombro, era fría, pero la calentaba el aliento que salía con una respiración agitada, haciéndolo sonar como un animal apunto de atacar a su presa.

Sus manos rodeaban a Jack de la cintura y la espalda, evitando que se desplomara sobre la cama, atrayéndolo a su cuerpo de manera posesiva.

El cuerpo del omega solo estaba bajo del más grande, temblando de la excitación contenida que le provocaba la situación en la que se encontraba. De manera inconsciente, giraba el rostro dándole espació al alfa para mirar.

Su primera vez fue muy gentil, ninguno de los dos estaba en celo, así que lo hicieron porque quisieron, nadie se los impuso. Fue lento al principio, y cuidadoso, tomaron las medidas necesarias para hacerlo adecuadamente, con protección. Pro después, se convirtió en algo más salvaje, más necesitado, el escucharse gemir era una obsesión, y cuando llegaron al orgasmo, necesitaban más y más de esa sensación que solo su pareja les podía brindar.

Terminaron de nuevo, pero está vez, hércules tuvo que morder la almohada al lado suyo para evitar hacer algo antes de asegurarse por completo.

¿Puedo...? - Dijo acelerado, aún tenía la adrenalina que le proporcionaba su estado. Además, su voz ronca provoco más temblores en su omega, lo estaba calentando con algo tan simple.

Si- Respondió bajito, pero seguro.

Ya habían hablado de la mordida, no era permanente, pero no la iban a hacer solo porque si, tenían que asegurarse. Pasados los meses, supieron que querían hacerlo, y que durara para siempre. Jack aspiraba tenerla, no, ansiaba ya poseerla, el decirle a los demás que estaba enlazado, el demostrarles a todos que alguien sí lo quería, que anhelaba pasar su vida junto a él, que lo deseaba y amaba. Nunca se sintió tan necesitado, como en ese momento, desnudo frente a la persona que había elegido, ansioso por sus siguientes actos.

El alfa apenas y podía pensar con claridad, aun así, formuló la pregunta cuya respuesta impedía que se moviera, su fuerza de voluntad siempre fue fuerte. Cuando le dio el visto bueno, pudo continuar.

Lamió toda la extensión del hombro hasta su cuello, resoplando en su oreja, ganándose un estremecimiento, la mordió también, despacio. Lo recostó para tener libertad con sus manos, mientras masajeaba uno de los pezones de su omega, con el otro retiraba el cabello que aún estaba en su camino, beso su mandíbula, mejillas, sus pequeños ojos llorosos que parecía que no podían más, y finalmente, sus labios. Los saboreó lentamente, profundizándolo, hundiéndose para controlar en su totalidad esa boca, uniendo sus lenguas creando un ritmo rápido, al separarse, su saliva se mezclaba con la sangre que provocó gracias a sus colmillos, eso no se veía que le importara.

Regreso a su hombro, respirando profundamente el aroma que lo enamoró, memorizándolo y tallándolo en su mente para poder recordarlo. Su mano a la vez viejo a la entrepierna del omega para empezar a tocarlo, quería distraerlo del dolor una vez iniciado el proceso. La otra que estaba libre, sostuvo el rostro de su omega, buscaba que pudiera sentirlo para que no se asustara.

Y no podía mentir, también necesitaba sentirlo con él, era la primera vez que marcaba a alguien tan hermoso.

Las manos del omega no sabían que tocar, se sostuvieron del cabello atado de su alfa, pero entumecido por el placer como estaba, se aferró a la gran extensión que era la espalda de hércules, buscando desesperadamente aferrarse a su pareja, sin parar de gemir por todas las sensaciones que experimentaba su inexperto cuerpo.

Entonces, bombeando más rápidamente su erección, restregando la suya propia entre las piernas del peliblanco, clavó sus colmillos que, ansiosos desde hace rato anhelaron ese momento. Los hundió profundamente, buscando marcar firmemente.

Su omega grito por el dolor combinado con el goce, a la vez que se corrió por el momento, le siguió él mismo en esa acción. Saboreo la sangre que brotaba de la herida sin separar todavía, mordió más fuerte, sacando varios gemidos de Jack, quería poseerlo, tenerlo, que fuera completamente suyo y de ningún otro.

Lo tomo de la espalda para acercarlo a él. Estaban unidos, la emoción la hacía hundir más fuerte su mandíbula, y apretarlo con sus manos, Jack se había vuelto una parte de él, se habían convertido en uno. Sabía que ya no podía seguir mordiendo, podría llegar a lastimarlo de gravedad, entonces se mantuvo así, disfrutando de los espasmos que aún sobraron en ese cuerpo ajeno y, sobre todo, gozando del momento en el que ese pequeño omega, finalmente lo aceptó por completo, y había logrado enlazar sus vidas.

La sangre que corría por su pecho se sentía demasiado erótica, sus lágrimas no paraban de salir, no podía identificar si era por el dolor o por sus otras emociones de júbilo que le provocó. Su mordida fue muy grande, cubriendo no solo la zona entre su hombro y su cuello, si no que pudo tocar un poco su clavícula y espalda, lo había tomado como si estuviera hambriento, y su comida fuera él.

No sabía cuánto tiempo seguirían juntos, honestamente, tampoco quería que se moviera. Un escalofrió recorrió su espalda el sentir la lengua que se deslizaba por la zona, mientras aún tenía la mandíbula a su alrededor. El cuerpo encima de él se siguió sosteniendo para no aplastarlo, pero sentía su calor tan cerca que lo quemaba.

Lentamente, y buscando hacer el menor daño en lo que respecta, separo sus dientes mientras se erguía para verlo por completo. Siseo cuando lo logró en su totalidad, Jack pudo relajarse de todas las sensaciones que lo abrumaron, viéndolo lleno de amor y lujuria a la vez, apenas y sentía dolor por la mordida, era más, la desbordante felicidad que le daba el ver como hércules lo miraba extasiado, y orgulloso por su trabajo.

Su alfa interior le gritaba que lo logró, el ver a su obra terminada, y acabar con esos ojos llorosos que lo contemplaban con regocijo, era como ser felicitado una y mil veces. La sonrisa que le regalo hizo que todo valiera la pena. Y supo que, si le pedía algo con esa expresión, lo que sea, se lo cumpliría, ahora y después sería su esclavo, glorioso derecho había ganado.

Se agacho de nuevo, besándolo en los labios, está vez más despacio, más inocente, más satisfecho. Lo habían logrado, ahora estarían juntos el tiempo que quisieran. Y ese tiempo era para siempre, ambos lo pensaron decididos.

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