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Estaba jodido.

Estaba completamente jodido.

Lo sabía, pero aun así tenía su instinto de supervivencia. No iba a perder la batalla sin haber luchado.

Así que siguió corriendo, tratando de perder al grupo de chicos que lo perseguía.

Cruzaba en una esquina, luego otra, consciente de que ellos estaban cada vez más cerca.

Mierda, maldijo en su mente.

Un callejón sin salida. Por supuesto. Seguía siendo esclavo de la mala suerte.

Se dio la vuelta, con la esperanza de aun tener posibilidades de escapar, pero ellos ya estaban allí, mirándolo con esas expresiones maliciosas a las que ya estaba acostumbrado, pero que de igual forma no dejaban de darle miedo.

Aun así, mantuvo la mirada en alto, negándose a mostrarse intimidado.

No le duró mucho.

El primer puñetazo en su estomago se lo impidió.

• • •

— No podés seguir dejando que te hagan esto Mauro...

El nombrado hizo una mueca. Paulo había presionado muy fuerte el algodón sobre la herida de su labio.

— ¡Au! gil, me duele...

— ¡Ya sé!

Londra siguió con su trabajo, sin dejar de sermonearlo.

Mauro ya se sabia el discurso de memoria, así que solo ponía los ojos en blanco de vez en cuando, sin replicar.

Eso sólo hacía que Paulo lo retara aun mas.

Le preocupaba su amigo, y el hecho de que cada vez fuera más frecuente recibirlo en su casa después de que lo hubiesen golpeado brutalmente.

Monzón en cambio, iba por el camino contrario, habituándose a ello.

Paulo le pasó una compresa fría, que sacó de la nevera, para que la pusiera sobre las heridas en su abdomen.

Estaban en la cocina de la casa de Londra, sentados al lado de la isla; un botiquín descansaba sobre esta.

Mauro se levantó y se dirigió a la sala, donde se recostó con cuidado en el sofá y una vez más, hizo una mueca de dolor cuando presionó la compresa contra su abdomen.

Paulo, que lo había seguido y se había sentado en el sillón individual junto a él, lo miró con preocupación.

— Mau... — comenzó a hablar, pero Mauro lo cortó de inmediato.

— Ya hemos hablado de esto Paulo... Y no quiero volver a hacerlo. Sabés que no se puede hacer nada... Dejalo

El rubio se mordió el labio, algo triste, sabiendo que su amigo tenía razón.

Se dedicaron a ver televisión hasta que cayó la tarde.

• • •

A la mañana siguiente, Mauro se despertó con el cuerpo adolorido.

Y cuando fue al baño y se observó en el espejo, se sintió agradecido de tener un amigo como Paulo, que lo dejaba dormir en su casa cada vez que lo golpeaban, porque no sabría como explicarle algo así a su madre.

Tenía un moretón horrible debajo de su ojo izquierdo, además del labio partido y una herida en la sien.

Suspiró pesadamente y luego procedió a darse una ducha rápida.

Soy Uno Más ✧ Litcko [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora