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Advertwncia: capítulo excesivamente largo. Corre el riesgo de morir de aburrimiento...

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— Ya entiendo porque te cae mal la profe de inglés...

Mauro habló mientras intentaba sacar uno de los tantos chicles ya solidificados de la parte baja de una mesa.

Ignacio, que estaba barriendo a pocos metros de distancia, se detuvo un momento de lo que hacía y levantó la vista hacia él.

— Es una amargada — le dijo, apoyándose en una mesa cercana.

Estaban en el salón de tercero B, cumpliendo con su castigo, el cual consistía en "contribuir con la limpieza de las instalaciones" (como la directora lo había dicho ayer cuanto tuvieron que ir a su oficina), por una hora cada día después de que terminara el horario escolar.

Cumplían con tareas fáciles que no requerían de mucha orientación... Barrer, trapear, limpiar mesas y ventanas... Y solo en los salones, ya que otras áreas de la escuela estaban a cargo del personal de limpieza, a quienes sí se suponía que les pagaban por ello.

De esta forma la ocupación no era tan pesada, pero no dejaba de ser extremadamente aburrida y tediosa.

— Amargada y loca también. ¡Me levantó un castigo sólo por reírme en clase! — el platinado exclamó, al tiempo que lograba sacar el chicle.

La puso sobre la superficie de la mesa, como había hecho con los demás. Llevaba varios.

— Por "crear escandalo en clase" — señaló burlonamente Matías. Luego tuvo que esquivar uno de los chicles que Mauro le lanzó.

— Mis viejos me retaron por nada — siguió quejándose este último.

— Decimelo a mi, Natalia se volvió loca — respondió el morocho — hasta me prohibió usar el celu por unos días...

Para Spallati no era gran cosa lo de su castigo. Pero no era un chico que se metiera en problemas seguido. Y al tener una madre tan estricta como Viscontti obvio que no podía esperar una buena reacción de su parte, pero igualmente sus medidas le resultaron exageradas.

— Así lo pensas dos veces antes de usar el celular en clase — esta vez fue Mauro quien se burló. Matías lo miró mal, aunque sonreía levemente.

Se desplazó hacia él y comenzó a darle ligeros golpes con el palo de escoba, con la intención de molestarlo, mas que lastimarlo.

— Para gil, ¿que haces? — Mauro se quejó entre risas, intentando esquivar los golpes.

— Inventé un juego nuevo, se llama: golpea al pelotudo — respondió Matías, riendo también.

— ¿Tu vieja lo jugaba mucho con vos de pendejo? — Monzón replicó, al tiempo que se ponía de pie, buscando salir del alcance del morocho. Pero este volvía a acortar la distancia, sin dejar de propinarle golpes.

Mauro alcanzó otra escoba que estaba por ahí y comenzó a devolver los ataques como podía. Los dos reían como tontos y se lanzaban insultos absurdos.

— ¿Por qué no los veo limpiando? — una ya familiar voz los interrumpió.

Ambos se quedaron paralizados.

Marta, una de las mujeres de limpieza, los miraba desde la puerta del salón, con las manos en las caderas.

Una de las cosas que habían quedado establecidas en su castigo, era que obviamente alguien tendría que supervisarlos para asegurarse de que cumplieran correctamente con su trabajo.

Soy Uno Más ✧ Litcko [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora