Soy Uno Más ✧ Litcko [PAUSADA]

18

Los primeros tres segundos después de haber entrado a la cocina fueron de total shock para Matías.

Pero una vez que pudo asimilar lo que pasaba, lo único que tuvo claro era que no podía quedarse ahí viendo a Lombardo comerle la boca a Paulo como un pelotudo.

Tenía la suerte de que estos estaban tan en la suya, que ni siquiera notaron su presencia. Lastima que el alcohol en su sistema no le permitió ser sigiloso en su retirada.

Apartando la mirada, quiso darse la vuelta para irse, pero un mal movimiento de su pie lo hizo tropezar y tirar un par de vasos que estaban en una mesa cercana, junto con el suyo. Eran vasos de plástico, pero tenían restos de alcohol y hielo en ellos; terminó ensuciando un gran porcentaje de la superficie del suelo.

Al percatarse de que ya no estaban solos, tanto Paulo como Duki se separaron bruscamente, dirigiendo sus miradas exaltadas hacia Matías de forma automática.

Este último no pudo mantener el contacto visual y desvió sus ojos, sonrojándose.

— Matías...

— Yo...

Lombardo lo llamó al mismo tiempo que Ignacio se aventuraba a balbucear una disculpa. Ambos cerraron la boca abruptamente después. El poco tiempo que quedaron en silencio fue tortuoso para todos.

— H-hay que limpiar eso... — Paulo se atrevió a hablar con voz temblorosa — voy- v-vamos a buscar algo para... — dejó la frase en el aire, dirigiéndole una mirada a Duki, casi suplicante. Este asintió sin decir nada y después ambos se fueron, dejando a un confundido Matías solo en la cocina.

En otra situación se hubiese ofrecido a ayudar, sobretodo al ser el causante del desastre, pero ahora lo único que hizo fue darse la vuelta y huir, justo como acababan de hacer Paulo y Duki.

• • •

Se dirigió afuera, al patio delantero. Tenía ganas de fumar, lo cual era irónico, ya que hace un momento había pensado que el aire dentro de la casa le resultaba asfixiante.

En cuanto salió una brisa fría le pegó directamente, dándole escalofríos y causándole un leve mareo. Hizo una mueca y buscó rápidamente su caja de cigarrillos en uno de los bolsillos de su pantalón.

Una vez que pudo inhalar el humo se relajó; y mientras fumaba en silencio se le ocurrió que debería buscar otra forma de disminuir sus tensiones. No fumaba muy seguido (y nada más que tabaco), pero no quería terminar siendo adicto.

Al estar borracho, fumar solo contribuyó a que se sintiera más mareado, así que se sentó en la vereda. No pasó mucho antes de que sintiera a alguien más sentarse junto a él.

— ¿Me prestas tu mechero?

Matías se tensó. Lombardo se había sentado a poca distancia de él y esperaba con la mano tendida a que le pasara el mechero, con un porro entre sus labios. Sin decir nada, el menor rebuscó en uno de sus bolsillos y se lo pasó.

Arrugó levemente la nariz en cuanto Duki prendió el porro y el humo llegó a sus fosas nasales. A pesar de que ya se había acostumbrado al olor, nunca le había gustado la marihuana.

Observó como el mayor jugaba con su mechero; puesto que aun después de usarlo no se lo devolvió. Aquel mantuvo su mirada hacia el frente en todo momento, luciendo pensativo.

Los segundos de silencio se fueron alargando, volviéndose cada vez mas incómodos, al menos para Matías, quien no sabía que decir, o si debería ser el primero en hablar en primer lugar, ya que había sido Duki el que se había acercado.

Pero antes de que se atreviera a decir cualquier cosa, el tatuado finalmente habló.

— Lamento que hayas visto... lo que viste — dijo con voz ronca, haciendo una mueca. Dio otra calada y se relamió los labios antes de seguir — ...no se supone que eso pasara