Capítulo 4

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Aún en el coche, no pude evitar derramar una lágrima, que se paseó por mi mejilla hasta ser retirada por la manga de la chaqueta.

Llegué a casa y, sin hacer ruido, me dirigí a mi habitación. Una vez allí me puse frente al espejo y abrí lentamente la cremallera de la chaqueta, con miedo de que no se hubiese ido del todo aquella mancha.

-Menos mal... -dí un gran suspiro y, con mis ojos cerrados, eché la cabeza hacia atrás. La blusa quedó intacta, parecía que no la había estrenado aún.
Terminé de quitarme la chaqueta y la doblé, delicadamente, dejándola encima de mi mochila, para que no se me olvidara devolvérsela mañana a su dueña.

Bajé las escaleras y me adentré en la cocina donde se encontraba mi tía cocinando algo, cuyo olor no tardó en invadir mis fosas nasales.

-Hola tía. -dije, asomándome para ver qué estaba cocinando.

-Hola cariño, ¿qué tal tu primer día? -dijo desprendiendo una gran emoción en tan solo una frase.

-Bién. -mentí. -logré hablar con una chica y mañana hemos quedado para comer en la cafetería. -Lo último dicho, al ser real, lo dije con verdadero entusiasmo.

-Me alegro muchísimo T/n, sabía que podrías hacerlo. -dijo para envolverme entre sus brazos, en un cálido abrazo. Lo correspondí y nos separamos para llevar nuestros platos a la mesa, del comedor, y empezar a comer.

-¡Mmm! ¿Cómo se llama esto? Está buenísimo. -dije frunciendo el ceño, haciendo notar que me gustaba mucho.

-Tteokbokki, sabía que te gustaría. -sonrió, agradable, al ver que me gustó lo que preparó.

Seguimos comiendo, en silencio, y cuando terminamos, juntas recogimos la mesa y la cocina.
Me dirigí a mi habitación después de eso. Cogí mi mochila y saqué lo que había en su interior para comenzar a hacer los deberes que habían mandado. No eran demasiados así que los terminé enseguida.

El resto de la tarde intenté mantenerme lo más distraída posible, para que mis pensamientos no me invadiesen.
A ratos jugaba con Dalgom, el pequeño perro blanco de mi tía; leí, hice pequeños bocetos en mi libreta y hasta me paseé por los jardines de la casa, escuchando música a través de mis cascos.
Mientras daba el paseo por aquellos caminos de piedra, rodeados por plantas de un brillante verde, me dió por mirar la hora. No era demasiado tarde, pero lo suficiente como para empezar a ducharme y prepararme para pasar mi segunda noche aquí.

Ya en el cuarto de baño de mi habitación, comencé a desnudarme y, cuando estaba bajando mi pantalón, aparecieron unos moretones en mis rodillas.
Me sorprendí al principio. -¿Cómo no los vi en todo el día? ¿Tan fuerte había sido la caída? -me pregunté a mi misma.

Pues sí, la caída había sido bastante fuerte. Pero entre todos esos dedos señalándome, en lo último que iba a pensar es en si me había lastimado o no.

Salí de la ducha y, cuando terminé de secarme, me puse el pijama y bajé a cenar.
Ya en la mesa empezamos a comer. Hoy mi tía había preparado Bibimbap. Estaba exquisito al igual que todas las comidas que probé hasta ahora pero ninguna se acercaba, ni de lejos, al Kimchi.

Terminamos de cenar sin mucho tema de conversación. Luego, como siempre, ayudé a mi tía a recoger y me fuí a mi habitación.
Al llegar, no me metí en la cama, en lugar de eso me senté en el pequeño asiento de la ventana y comencé a mirar las pequeñas estrellas, que se asomaban cada noche para iluminar la bonita ciudad de Seúl.
Mis párpados comenzaban a pesar cada vez más, y más. Mi cabeza iba apoyándose lentamente en el frío cristal de la ventana y, sin darme cuenta, caí en un sueño profundo.

Pasaron unos minutos y, la puerta de la habitación de T/n comenzó a abrirse lentamente. Su tía asomó la cabeza por el pequeño espacio que había entre la puerta y el marco de esta. Paseó su vista por la habitación, y encontró a su sobrina, profundamente dormida, en el asiento de aquella ventana y se acercó a ella para cogerla en brazos y dejarla cuidadosamente en su cama para no despertarla.
Antes de retirarse, para no hacer más ruido, la arropó y dejó un delicado beso sobre la frente de la joven.

• • •

-¡T/n! T/n vamos, despierta... -una mano comenzó a hacer movimientos circulares en mi hombro. -vas a llegar tarde.

Justo después de escuchar aquellas dos últimas palabras, abrí mis ojos de par en par. Esto no podía estar pasando.

La noche anterior olvidé activar el sonido de mi teléfono impidiéndome escuchar la alarma.

-Por fín despiertas. -dijo mi tía sintiendo un gran alivio.
Salí de mi cama y corrí como nunca. Me puse mi uniforme, lave mis dientes, me peiné, me lavé la cara y metí en mi mochila la chaqueta de Chaeryeong. En menos de cinco minutos, salí corriendo de la casa hacía el coche que me esperaba en la entrada.

-Adiós tía, que tengas un buen día, ¡te quiero! -dije alzando mi voz para que lograra oír lo que estaba diciendo.

-¡Igualmente cariño! ¡Pásatelo bien! -Exclamó mi tía con mi mismo tono de voz.

-¡Gracias! -dije por último mientras me sentaba en el coche y me despedí agitándole la mano.
Le pedí al chofer que fuese lo más rápido que pudiera y logré llegar al Instituto con cinco minutos de retraso. Justo una señora se encontraba cerrando la puerta del edificio.

-¡Disculpe! ¡Espere! -dije, lo más alto que pude, mientras corría hacia donde se encontraba aquella mujer. -Disculpe... Porfavor déjeme pasar. -volví a hablar en un tono normal, apoyándome en mis rodillas e intentando recuperar el aliento.
La mujer rodó sus ojos y, como le di pena, me dejó pasar.

-De verdad gracias, no volverá a ocurrir. -hice una reverencia y esta respondió con un fuerte suspiro sin pronunciar alguna palabra.

Y allí me encontraba, andando al paso más ligero que mis piernas me lo permitían, por aquellos pasillos vacíos, dirigiéndome hacia mi clase que se encontraba en el segundo piso, temiéndome lo peor.

Enemies to lovers (Ryujin y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora