07| Tengamos una cita

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Noah.

Esperé a que me levantará del suelo con la escoba, que me corriera de su casa y que me gritara que nunca vuelva a acercarme a su hija.

Eso nunca pasó.

Seguía teniendo a Shelley sentada encima de mi abdomen. Mi mano todavía estaba en su cintura y ella respiraba agitadamente, ni hablar de sus mejillas que están ruborizadas hasta el punto de combinar con su cabello.

Creo que, visto desde tercera persona, era una posición comprometedora.

— ¡Hola hijo! —dijo, sin embargo. Su voz detonaba emoción. Casi podía sentir el dolor de sus mejillas al sonreírme tan abiertamente.

Se acercó aún más a nosotros y tomó del brazo a Shelley para levantarla de encima. Pude observar que no la tomaba muy cuidadosamente que digamos porque ella hizo una mueca, frunciéndole el entrecejo a su madre.

—Levántate niña que vas a lastimarlo —cuando la suelta, Shelley se acaricia el brazo donde su madre la sujetó antes. Después, la señora me tomó del brazo también y con más cuidado, me ayudó a levantarme—. ¡No sabes cómo me alegra conocer al fin un novio de mi Shelley! Creí que estaría detrás de ese chico, Ryan, toda su vida. Él no me gusta para nada. No.

Le doy una ojeada discreta, sonriendo como buen chico. Es una señora que, estoy seguro que tiene la misma edad que mi mamá. Tiene el cabello largo, hasta los omoplatos y también es de color cobrizo, pero mucho más oscuro, tanto que pareciera ser rojo. Es alta y delgada, no deja de sonreír en ningún momento provocando que las arrugas de su rostro sean más pronunciadas.

— ¡Mamá! —reprocha, poniendo los ojos en blanco.

Su confesión me hace atar cabos. A mi mente llegan los recuerdos en que Shelley se removía incómoda cuando Ryan besaba a Lucas en la falsa cita doble. Los recuerdos de cómo apartaba la vista, con una expresión triste y adolorida cuando mi mejor amigo lo tomaba de la mano o hacia cualquier cursilería.

Ella estaba enamorada de Ryan. Maldita sea, ella quería con él.

Y de pronto, sentí una sensación extraña recorrerme el cuerpo. Era casi como un escalofrío al pensar en Shelley suspirando por un tipo tan idiota como lo era Ryan.
A pesar de todo, me límite a sonreír y a fingir que no me percaté de nada.

— ¿Qué? —la observa por unos instantes y luego a vuelve a ponerme la vista encima—. Es la verdad. Ryan me parece algo raro...

—Ryan es mi mejor amigo —le indico tratando de no sonar grosero ni a la defensiva.

—... pero que sea raro no quiere decir que sea mal chico —se acerca aún más de lo que está y pellizca mis mejillas—. En cambio tú, eres tan guapo. Siempre he querido un yerno guapo, eres perfecto para mi niña.

— ¿No debería cerciorarse de que su hija se la pase bien conmigo antes de decir que soy perfecto para ella?

—Oh, me acabo de dar cuenta que se la pasa muuuy bien contigo —no me pasa desapercibido el tono juguetón que ha usado—. Siempre y cuando se protejan a mí me basta.

— ¡Mamá! —repite.

—Y para la próxima cierren la puerta para que no los interrumpa. Y no hagan tanto ruido, solo eso les pido.

De pronto tengo una sensación de ya haber vivido algo como esto. Recuerdo la vez que crucé palabras con Shelley para pedirle que me hiciera un baile privado, en cómo se molestó por la petición y como caí en su juego cuando creí que de verdad sería un baile increíble y solo terminó dando vueltas cada cierto paso.

El último baile ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora