Shelley
Ha pasado toda la mañana y Noah sigue sin llamarme, sin buscarme.
Ha pasado toda la mañana y aparte de estar enojada y molesta, estoy preocupada. Ayer, estando juntos sentados en la banqueta, su primo llegó. Lo saludó como si nada hubiese pasado entre ambos. Recuerdo la sonrisa que tenía, una inocente pero a la vez de suficiencia. Lo odié al instante.
Tanto a Noah como a mí se nos bajó lo ebrios. Lo sé porque ambos nos pusimos de pie sin caernos. Yo ya no veía borroso, no me sentía mareada, y el frío cayó de golpe.
Quisiera decir que hasta ahí se quedó, que solo fueron unos minutos de tensión. La cosa es, que no lo sé. Noah me pidió, no, me dijo que me fuera. Que hablaríamos después, pero que por favor, me fuera. Intenté hablar con él. Fue en vano, así que sin despedirme tomé un taxi y me largué de ahí. No sé qué más pasó.
—Estás muy distraída hoy, Shelley —la voz de mi jefe me hace dar un respingo y también ser consiente de mi realidad. Estoy hasta arriba del tubo, sujetándome con las piernas y manos.
Las mejillas se me calientan y me dejo caer hasta el suelo. Me meto un mechón detrás de la oreja, apenada, y dirijo la vista hacia él. Me está sonriendo, entre divertido y curioso.
—Lo siento.
—No te disculpes ¿Quieres un descanso?
—Solo un respiro.
—Tarda todo lo que quieras —da un sorbo a su bebida—. En unos minutos llega la nueva, solo no te olvidas de enseñarle.
—No te preocupes por eso, haré que sea la mejor bailarina del lugar.
—Imposible, ese lugar lo ocupas tú.
Le dedico una sonrisa agradecida. Termina de beber y me señala la puerta de su oficina, asiento sin más que decir y él se levanta de su lugar para irse a su despacho. Cuando estoy sola, suelto un suspiro.
La puerta del bar se abre, permitiendo que mi descanso dure tan solo unos segundos. Intuyo que se trata de la nueva, o de algún mesero, o de la chica de la limpieza.
Entra una chica que se me hace conocida, la he visto antes y por alguna razón una sensación molesta e incómoda me recorre todo el cuerpo. Hasta que lo recuerdo.
— ¿Melissa?
—Uh, hola —No está sorprendida de verme, luce como si, de alguna forma sabía que iba a encontrarme y al entrar
le alegra que sea lo primero que vea.— ¿Qué haces aquí? —Frunzo el ceño, y la nariz, y los labios. Estoy molesta.
—Aquí trabajo —ladea el rostro con una sonrisita estúpida—. ¿Somos compañeritas ahora?
—Tú y yo no seremos nada.
La expresión socarrona y divertida se esfuma para darle paso a una más seria, sus ojos se vuelven un poco más caídos, como si estuviera cansada. Su boca se mueve en una mueca, incomoda pero a la vez... ¿Honesta?
—Mira, Scott y yo ya no estamos juntos.
—Lo siento por ti.
—Yo no.
— ¿Qué? —frunzo el ceño.
—Es... mira —deja escapar un suspiro—, no tengo porque darte explicaciones y no voy a decirte por qué hice lo que hice. Solo voy a mencionar que fue un error, no debí meterme con él pero no puedo cambiar el pasado. Solo estoy harta que la gente que me conoce y que conoce a Noah no pare de señalarme como si ellos nunca hubieran cometido errores. Sí, me equivoqué. Y sí, lo lastimé. Y estoy arrepentida pero el arrepentimiento no me lleva a nada. Estoy tratando de avanzar, así que, si no es mucha molestia ¿Podrías enseñarme, dejar de lado tu vida personal y actuar como una completa profesional? Quieras o no, trabajaré aquí.
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El último baile ©
Teen Fiction«Suena sorprendente como un bar homosexual me ha dado lo mejor que pudo pasarme en la vida siendo yo hetero» *** Shelley es una nerd. Sí. Como leíste. Es la típica chica que vive encerrada en la biblioteca leyendo historias que amaría por experiment...