12| Feliz año nuevo

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Shelley

Voy a pasar año nuevo con Noah.

Le he contado antes que mamá tiene que salir de viaje por problemas respecto al tema de su boda, irá con su prometido y me quedaría sola.

Hasta que él mencionó que no tenía por qué pasarlo sola, que podía ir a su casa. Eso significaba que tendría que estar con su familia. No sé qué tan buena idea sea, honestamente. Sobre todo cuando, después de una sesión de besos en la sala de mi casa, acordamos que seríamos amigos, no de los que se besan, solo amigos.

Pasé un tiempo analizándolo, pero en verdad no quería estar sola en una fecha como esa y la compañía de Noah es cómoda. Además, Ryan también estaría ahí.

Así que terminé aceptando.

Observo el tercer atuendo que me he puesto. Ninguno me convence lo suficiente, el primero era de un pants gris, tenis blancos y una sudadera enorme. Obviamente no era una buena opción para una cena de fin de año, sin embargo, si era la más cómoda. La segunda opción era la misma vestimenta pero sin la sudadera enorme, era un cardigan celeste que de igual forma me quedaba enorme.

Estuve tentada de quedarme así.

No obstante, me dio un arranque de la personalidad de Annelise y me quité todo para ponerme una falda negra tableada, mayas negras, top negro y un suéter blanco.
Demasiado diferente a lo que suelo vestir, pero por primera vez me gustó cómo me veía. Cómo vestía. Sin que fuera Annelise. Era Shelley la que estaba vestida de esa forma.

Antes de que me arrepienta, salgo de casa y saco el celular del bolsillo del suéter para mandarle un mensaje a Noah diciéndole que estoy lista. Hace poco me avisó que estaba cerca.

Noah
Date la vuelta.

Hago lo que me indica y lo veo estacionado en la acera de enfrente. Al verme, me saluda con una mano aun sujetando su celular y me sonríe. Desde lejos puedo visualizar que me echa un vistazo de pies a cabeza y toda esa valentía que había reunido en diez minutos se esfumaron para darle paso al arrepentimiento. Las ganas de regresar a casa y cambiarme fueron muy fuertes, pero no iba a dejarme, no esta noche.

Suspiro y cruzo la calle para subir al coche de Noah. Cierro la puerta y al girarme en su dirección, lo encuentro con una sonrisa aún más ancha. Aprovecho para darle una ojeada disimulada. Luce tan guapo.

Su vestimenta de todos los días es una playera negra, pantalones del mismo color y tenis, ahora que lo veo de un color diferente pareciera que no puedo despegar la vista de él. Viste una camisa blanca y un pantalón caqui. Algo sencillo que solo a él puede quedarle de esa forma.

—No sé si te lo he dicho alguna vez pero eres preciosa —sus hoyuelos se vuelven aún más marcados—. Luces preciosa.

—Gracias —inevitablemente le echo un vistazo a mi vestimenta—. Gracias pero es la ropa.

—No lo creo —niega a la vez que enciende el coche y se prepara para arrancar—, eres tú, Shelley. Tú eres preciosa y no se debe a la ropa que vistes, se debe a tu simple existencia. Cuando ríes, cuando bailas, cuando te concentras en esos libros tuyos que te gustan tanto.

Mis mejillas se sonrojan inmediatamente. Escuchar esas palabras coloca una sensación cálida por todo mi cuerpo, sobre todo en mi corazón. Nunca nadie me había dicho algo así.

—Qué romántico estás hoy.

—Quizá se deba a la vibras de fin de año, ya sabes, la melancolía y todo eso —se encoge de hombros.

Para cuándo llegamos a su casa, los nervios y la ansiedad me invaden al cien por ciento. Desde que bajé de su carro las manos me sudan y al caminar hasta la puerta de entrada, las piernas me flaquean. No sé por qué se siente de esta manera cuando hemos quedado en ser amigos. Pero al final, es la mamá del chico que me gusta.

El último baile ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora