20| Vestido blanco

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Noah

—Te ves ridículo.

—Lo dices porque te mueres de envidia ¿cierto?

Ruedo los ojos. Ryan da una vuelta tras otra frente al espejo. No deja de admirar su saco color amarillo chillón, la camisa blanca con puntos amarillos y el short negro. Se ha hecho un peinado donde se ha puesto como tres kilos de gel... Y aun así, Shelley le dijo que se veía guapísimo.

Y a mí no me dijo nada.

—No sé por qué te ha invitado.

—Porque soy su mejor amigo. Donde ella va, iré yo también.

—Realmente espero que no.

—No te pongas celoso, tú también me caes bien.

—Vaya, gracias.

—He terminado de arreglarme —Shelley se adentra a la pequeña sala del salón de eventos donde la boda se llevará a cabo. Yo, como imbécil, abro la boca nada más verla—. ¿Creen que me veo bien?

Mis ojos la escanean completa. Lleva el pelo recogido en una media cola y se lo ha ondulado un poco. Se ha quebrado las pestañas, lo que hace que su mirada sea más hipnotizante de lo que es. Se ha puesto un labial rosado que resalta el color natural de sus mejillas, y lleva puesto un vestido de satín color celeste, le llega un poco más abajo de las rodillas y es de tirantes delgadísimos. ¿Es normal sentir atracción por un cuello, clavículas y hombros de alguien? Porque acabo de sentir un flechazo por esas partes descubiertas de Shelley.

Ella me parece una mujer tan sensual, que a veces, me toma un huevo tener autocontrol cuando la estoy besando.

Yo, por su parte, visto de un pantalón de vestir negro, una camisa nada formal de color blanco y un saco del color del pantalón.

Me acerco para ponerle la mano en la cintura y darle un beso en la boca, sin embargo, se voltea y termino dándoselo en la mejilla. La miro, con el ceño fruncido.

—No quiero arruinar el labial.

— ¿Ah sí? —La desafío con la mirada—. Al final vas a ser tú quien me va a estar besando.

—Ya veremos —suelta una risita.

—Qué asco —Ryan finge arcadas.

Shelley vuelve a reír. Y no puedo evitar darle otro beso en la mejilla porque es preciosa, porque quiero besarla siempre y ella no me lo permite porque no quiere arruinar su estúpido labial.

Sí, dudo que ella sea quien me bese primero.


Para cuando estamos sentados en donde será la ceremonia, ella mueve la pierna de un lado a otro. Está nerviosa y me parece ridículo, se presenta a bailar frente a varias personas que se la comen con la mirada —y que es algo que me hierve la sangre—sin pena y ahora está nerviosa por la boda. Pese a saber eso, le coloco la mano en la rodilla.

Me dedico a darle una ojeada a todo el lugar. Estamos en un jardín precioso, sinceramente. El pasto luce tan verde y hay arbustos llenos de flores rojas. No le dedicaron mucho tiempo a la decoración porque no hace falta. Simplemente pusieron un letrero de luces que dice "nuestra boda", y unos lazos en color dorado en las paredes. Ah, sí. No olvidemos que hay una jaula con todo lo necesario para el señor Espinoza, quien tiene una pajarita amarrado al cuello.

La marcha nupcial comienza a sonar y todos nos giramos a la dirección de la entrada. Shelley, en su lugar, observa a Josh, el prometido de su madre. Asiente con la cabeza y ahora sí que mira a su madre que va caminando de la mano de su hermano—el tío de Shelley— sobre la pequeña plataforma de cristal lleno de pétalos de rosas blancas. Lauren, su madre, tiene una sonrisa enorme. Y viste el mismo modelo de vestido que su hija, solo que en color blanco y que llega hasta los pies.

El último baile ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora