Noah
— ¿Estás borracho? —entrecierra los ojos, acusadora.
— ¡Claro que no! —arrastré las palabras, claro que lo estoy.
—Hazme el cuatro —se alejó de Ryan, después de que se limpió las lágrimas apresuradamente y se plantó frente a mí, poniendo las manos en su cadera.
Si hubiera estado más consciente, me hubiera preocupado de ver a Ryan así. Pero como no lo estaba, no hice mucho caso a sus ojos rojos y sus mejillas mojadas. De igual forma, estaba molesto. Estaba muy cerca de mi chica.
Y como estaba borracho, bueno, quizás olvidaba el detalle de que él era gay. Pero, ni con todo el alcohol del mundo olvidaría que Shelley sintió algo por él. Eso era lo que me alarmaba.
—Eso iba a hacer hace rato pero te pusiste rara cuando te toqué —suelto un hipido.
— ¡Que me hagas el cuatro, no que me pongas en... —se calla al escuchar la risa de nuestro amigo, sus mejillas se tiñen de rojo completamente y yo sonrió, porque no puede verse más bonita. Con ese atuendo, el cabello ondulado y el maquillaje disimulado sobre su rostro—. ¡Te fuiste a tomar aun cuando teníamos que hablar! ¡De algo importante!
—A ver, vamos por partes —solté otro hipido—. Primero te hago el cuatro, luego hablamos y luego te pongo en cuatro. Así, ¿no?
— ¡Noah! —chilla Shelley, alarmada.
Siento que los ojos me pesan haciendo cada vez más difícil mantenerlos abiertos. La cabeza me da vueltas y en lugar de ver a una Shelley, veo a dos.
Qué bendición.
—Es mejor que lo lleves a casa, Shelley —Ryan se levanta del sofá, un poco más calmado.
— ¿Y yo por qué?
—Tu chico, tu borracho, tu problema.
—A casa no —pido—. Mamá va a colgarme si llego borracho otra vez —al caer en cuenta, niego con la cabeza y levanto el dedo índice para hacer una seña negativa—. Pero no estoy borracho.
—Tienes que ir casa, amigo.
Ambos se acercan hacia mí y yo doy pasos hacia atrás, indignado.
— ¡Aléjense de mí, traidor e infiel! —los señalo, acusadoramente—. Confiaba en ambos. ¿Y cómo los encuentro? ¡Tan pegados como garrapata y animal! ¡Como uña y mugre! ¡Cómo mosca y mierda!
Entrecierro los ojos, mientras me toco el pecho, justo donde está el corazón.
— ¿Escuchan eso? —tiro la botella de cristal de refresco que encuentro en una mesa redonda y pequeña, haciendo que se esparza el líquido, pero lo que me importa es el sonido del vidrio quebrándose—. Es mi corazón rompiéndose.
— ¡Claro que no!
—Fue la botella.
La pelirroja, bueno, no es pelirroja. Su cabello es cobrizo, acercándose al color de la zanahoria. Pero, estoy lo suficientemente borracho como para buscar otro adjetivo diferente a pelirroja. Como decía, la pelirroja suelta un bufido cansado y camina hasta mi desastre, hinca las piernas y comienza a levantar los pedazos más o menos grandes de cristal.
—Ve a casa, Ryan. Hablaremos después, lamento que no hayamos podido terminar de conversar pero Noah...
—Sí, si —la interrumpe y quiero darle un golpe. Nadie le hace eso a mi chica ¿okey?—. Me siento mejor, de cierta forma. Encárgate de él.
— ¿Seguro?
—Claro —se encoge de hombros, sonriente—. Solo busco un poco de vergacetamol y estaré como nuevo.
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El último baile ©
Novela Juvenil«Suena sorprendente como un bar homosexual me ha dado lo mejor que pudo pasarme en la vida siendo yo hetero» *** Shelley es una nerd. Sí. Como leíste. Es la típica chica que vive encerrada en la biblioteca leyendo historias que amaría por experiment...