No te soporto

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¡BOOM BOOM BOOM! 

- ¡Maldita sea! - grité. ¿Es que no podía siquiera dormir ni un segundo más? - Me las vas a pagar, juro que me las vas a pagar - grité a la nada mientras los ruidos eran cada vez más fuertes. - juro que si estás haciendo esto a posta, no volverás a salir de tu maldito apartamento con vida. - exclamé furiosa.

De pronto, los fuertes ruidos se calmaron. - Oh... genial... - me acomodé nuevamente en la cama. Así era como me gustaban las cosas, yo mandaba, y todos hacían lo que yo ordenaba.

Nadie intimidaba a Roseanne Park y mucho menos la idiota de mi vecina. Cerré los ojos tratando de volver a dormir pero lo siguiente que escuché fue el colmo. Los estúpidos y molestos ruidos volvieron, pero esta vez acompañados de música. 

- SUFICIENTE - grité poniéndome en pie, tomando mi bata y mi teléfono móvil. 

Salí del departamento hecha una furia y no tuve miramientos al dar patadas sin descanso, a la puerta de mi estúpida y odiosa vecina hasta que la puerta se abrió de golpe.

- Escúchame bien, no sé quién demonios crees que eres, pero la gente normal duerme y necesita descansar. - dije enfadada.

- Uh... son las 12 del medio día - dijo mirando su reloj. - La  gente normal duerma a horas normales. ¿Qué hiciste para dormir hasta tan tarde? - preguntó apoyada sobre el marco de la puerta con una sonrisa de lado.

La observé durante un segundo. Ugh... te borraría esa sonrisa de un puñetazo ahora mismo.

- El por qué de hasta qué hora duermo es asunto mío - bufé. - Pero no puedo dormir si sigues haciendo tanto ruido.

- En una obra se hace ruido. Tus obreros también lo hicieron estos últimos días y no me quejé, solo queda un poco para terminar - dijo haciéndose a un lado para que pudiera ver el interior de su departamento - no me queda mucho, de verdad. - Oh no... no ibas a engañarme con amabilidad.

- Termina de una maldita vez que por tu culpa tengo que estar bañándome como una indigente - vociferé e inmediatamente escuché su risa. La observé indignada mientras ella limpiaba una pequeña lágrima de su ojo izquierdo. - ¿De qué te ríes?

- No luces como una indigente, señorita Yves Saint Laurent - sonrió.

- ¿Cómo...?

- Linda bata - me guiñó un ojo. 

Parpadeé varias veces y me observé de arriba abajo, dándome cuenta de que había salido de casa nada más y nada menos que con solo la bata. Un extraño sentimiento de pudor me invadió y me aferré a ella tratando de cubrir lo más que podía de mí observando que el logo de la marca quedaba al descubierto. Inmediatamente volví a cubrirme. 

- Yo... eh... para con las obras ya - traté de volver a sonar seria ante la atenta mirada de mi vecina que mantenía esa estúpida sonrisa en los labios.

- Sí señora - se llevó la mano a la cabeza como si fuera un militar.

- Idiota - rodé los ojos y me di la vuelta volviendo a mi departamento. Tomé la puerta para abrirla pero, oh gran sorpresa... estaba cerrada... "Mierda..." La risa de mi vecina no se hizo esperar. - No te quedes ahí, ayúdame a abrirla. - le grité señalando la puerta.

- Lo siento, soy una idiota - se giró y se metió en casa cerrando la puerta tras de sí.

- ¡ESTO ES LA GUERRA! - grité - ¡Estúpida! ¡Maldita idiota, buena para nada!

Una hora y media más tarde un cerrajero ya había abierto la puerta de mi departamento y cambiado de cerradura. Por suerte, yo había salido de casa con mi teléfono móvil. La bromita me había costado como 300 dólares, lo cual no me dejaba en una buena posición económica para lo que restaba de semana.

If you say soDonde viven las historias. Descúbrelo ahora