Lealtad 3

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Lealtad 3


No debería haber sucedido, no de esa manera, no de una forma tan horrible.

Pero, como casi todo aquello que no debería suceder, sucedió.

Cuando Wei WuXian abrió la puerta de aquella cabaña lo que encontró fue la ausencia de humanidad, la crueldad animal más viciosa y hedionda, tanto que creyó que no podría soportarlo. Era completamente asqueroso, aquello no era cruel y horrible por su naturaleza sino por la forma en la que se entregaba a la parte menos humana de cada hombre.

Wen Qing estaba desnuda, los colores que se desteñían en su piel entre el negro, el verde y el violeta, la forma en que ella extendía los dedos intentando alcanzar un cuenco con arroz dejado a centímetros de sus dedos, la cadena que atrapaba sus tobillos le impedía llegar. El repulsivo olor de lo que la obligaron a vivir.

Si ella fuera hombre, estaría trabajando hasta que su espalda se rompiera bajo los látigos de estos nuevos amos, si ella fuera vieja, estaría siendo humillada cargando una bandera de la caída secta Wen, pero su desgracia fue ser mujer, su crimen era ser joven y su castigo fue ser violada.

Todo lo que Wei WuXian pensó en ese momento fue: Los quiero muertos a todos y cada uno de ellos, a los que participaron de esto y a los que fingieron no verlo, a los que desearon tocarla y no pudieron, a los que guardaron silencio. A los que no trataron de salvarla y a los que prefirieron que le pasara a ella con tal de que no les pasara a ellos. Los quiero muertos.

Aquel pensamiento, nunca se fue de su mente, ni un solo día.

Hubo noches en las que Wen Qing se despertó gritando y él tenia que sujetarla con fuerza para que ella supiera que ya no estaba ahí.

Hubo días en los que ella se quedó quieta y el llanto fue un lento sollozo que parecía romperla desde dentro y Wei Ying no podía alcanzarla.

Hubo días en los que ella observo con terror el rostro de cualquier hombre, mientras él se preguntaba que tipo de muerte merecía ese desconocido, o, hasta donde llegaba su crimen.

Pero ella era fuerte y comenzó a sanar. No fue fácil, pero con el tiempo ella dejo de gritar, volvió a curar gente enferma, le dijo que quería que tuvieran un hijo, le pidió que la sacara del Túmulo Funerario y Wei WuXian se decidió por aquella granja, podrían criar animales, volver a comenzar y seguir adelante. Vivir en paz.

Pero antes de irse, Wei Ying quería conocer a su sobrino, ver a su shijie y pedirle a Jin ZiXuan que siempre la cuidara. Nunca debió ir a la celebración del primer año de Jin Ling. Si pudiera regresar en el tiempo a un solo momento, seria a ese, a la mañana en que salió para conocer al hijo de su shijie.

Ojalá pudiera volver, se quedaría en su cueva mata demonios. Ayudaría a su esposa a recoger las pocas cosas que se llevarían para el viaje, la granja estaba bastante lejos.

¿Dónde esta mi esposa?

Aquella pregunta que hizo, y que ZeWu Jun evadió no fue una pregunta al azar o construida en base a la necesidad de retener el cuerpo de Wen Qing. Él sabia que ella no quería vivir, que se aferraba a la vida como a un hilo por él y por su hijo.

Ella no lo merecía.

Ella no merecía que después de quemarla capturasen su alma, negándole la consagración de su espíritu.

Ella salvo su vida, ZeWu Jun, se lo debía, una muerte rápida y sin dolor.

Él podía aceptar que ella escogiera morir por ellos, a cambio de la promesa de que con su vida las deudas serian saldadas, una muerte con honor, una muerte rápida. Ellos juraron que ella seria decapitada.

LAGRIMAS DE LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora