10. Pasado y presente

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Olivia observaba de reojo a Alexander, como si entre ambos escondieran un secreto; por otro lado, Evanston me miraba como si hubiese cometido un delito al tomar asiento en uno de los espacios vacíos frente al único par de personas en Belmont que conocía: Polac y Gertrude.

El silencio era sepulcral, quizás por el asombro de esta iniciativa, lo que me hizo sentir fuera de lugar pese a que las intenciones iniciales no fueron las de incomodar a ninguno de los presentes. Lo único que quise fue tomar un camino diferente para rehacer mi vida lo más rápido posible y así olvidar lo que durante doce meses fueron mi rutina. Quise abrir las puertas de mi pequeño mundo para que alguien más aparte de Evanston entrara en él. Quise darle una oportunidad a gente nueva para dejar de ser el centro de tanta miseria. Sin embargo, nada cambió.

—Pero qué tipo de bienvenida es esta —agregó Polac tratando de animar a Olivia.

Ella, aunque permanecía de manos cruzadas, se esforzó en esbozar una sonrisa al mirarme. —¿Cómo has estado, cariño?

Me sentí como una niña, pequeña e indefensa, mientras ambos me observaban con expectativas. —Lamento haber interrumpido su conversación —indiqué aclarándome la voz—, parecía buena idea compartir este tiempo y presentarles a... —giré a ver a Evanston, quien sonrió incómodo.

—Lawrence Evanston, mejor amigo de Macca —concluyó tras hacer una pequeña reverencia.

Alexander le sonrió sin problemas, Olivia hizo lo mismo.

—Claro que nos encanta la idea de tenerlos aquí —concluyó la chica junto a Alexander—, así que no malinterpretes mi mal humor, que el problema no son ustedes, sino este "ser humano" —culminó sarcástica al referirse a su primo—, pero dejemos eso de lado y comamos, que la comida es fea cuando se pone fría.

Asentí agradecida de que hubiera aclarado ese punto y bajé la mirada hacia la comida.

No quería sentirme diferente a quienes me acompañaban, quienes comenzaron a conversar sobre temas de interés mientras me limitaba a oírlos, así que comencé a jugar con la comida y, pese a que mi apetito no era bueno, traté de dar cinco bocados. Iba bien, pero en el último me rendí, sintiendo una punzada a nivel de las costillas que se habían fracturado producto del ataque. Era consciente de que un dolor así solo era el fantasma del pasado incluso si se sentía real, pero no pude soportarlo. Me puse de pie tomándolos por sorpresa y me disculpé por la temporal ausencia.

Salí a pasos apresurados de la cafetería, con la mirada baja y mis manos temblando mientras mis dedos se pellizcaban entre ellos producto de la ansiedad y, apenas abandoné aquel espacio repleto de gente, me apoyé sobre una pared vacía. Cerré los ojos y traté de concentrarme en las sensaciones de mi cuerpo. No era un ataque de pánico, solo era miedo a lo nuevo así que inhalé hondo para serenarme.

"Vamos, un paso a la vez", oí decir a mi subconsciente frenando en seco mis pensamientos cuando el temblor de mis manos cesó al sentir una mano cálida entrelazándose con las mías. No tuve que despegar los párpados para saber quién era.

—Lo estás haciendo bien —dijo el chico junto a mí. Su voz era una droga para mí.

—¿Crees que alguna vez vuelva a ser la misma de antes? —pregunté mientras nuestras respiraciones se sincronizaban. Evanston anuló la distancia entre ambos y me rodeó entre sus brazos, me recosté sobre su pecho para oír el latido rítmico de su corazón.

Me dio un beso en la cabeza antes de hablar. —No serás la misma, serás mucho mejor.

—Respecto a lo de hace un rato —dije cambiando de tema—, no quería que te sintieras incómodo. Solo pensé que compartir cosas tan simples como esas con nuevos amigos mantendrían mi mente ocupada, pero si no te sientes a gusto, puedo...

Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora