34. Corazones rotos

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Mi corazón latía a mil por hora mientras recogía mis cosas y, aunque tenía un mal presentimiento y me sentía ansiosa por la simple idea de perder de vista a Polac y Gertrude, traté de seguir el plan que había trazo al pie de la letra. La idea era simple, mantenerme en un lugar seguro junto a Evanston mientras Polac hacía lo mismo con Oli.

—¿Maccarena? —oí a otra chica del elenco detrás de mí—. Me pidieron que te avise que hay un auto esperando por ti en la entrada.

Le sonreí antes de que ella desapareciera entre los demás.

"Se complicó mi viaje, pero un auto de confianza te llevará a casa", fue el mensaje que recibí de parte de Evanston, quien me había timbrado un par de veces sin éxito. Quise llamarlo en ese instante para revisar el plan que trazamos juntos, pero mi mente se nubló cuando Sol apareció de pie frente a mí. Bloqueó mi camino mientras masticaba una goma de mascar de forma grotesca.

—¿Estás contenta, Maccarena?

Fruncí el ceño y traté de ignorarla, pero cogió mi mochila mientras el resto comenzaba a aglomerarse alrededor de nosotras. Quise arrebatarle mis cosas y terminar aquel drama de una vez por todas, pero ella no parecía dispuesta a dejarme marchar sin antes hablar—. No tenías derecho a arrebatarme esta experiencia de las manos, menos el sacarme del equipo solo porque tienes miedo de no poder mantener a Alex de tu lado.

—No sé de qué hablas, pero no caeré en tu juego —estiré la mano para quitarle la mochila, pero ella fue rápida al lanzarlo sobre el suelo, derramando algunos objetos de su interior en el suelo—. Maldición, Sol. ¿Qué onda contigo?

Me agaché de inmediato para recoger lo que cayó del bolso y ella dio dos pasos en mi dirección colocándose justo en frente de mí y bloqueando mi campo de visión mientras el resto comenzaba a murmurar. —Jamás voy a perdonarte, Brown.

—No lo hagas si no quieres, pero déjame en paz —resoplé poniéndome en pie con mis cosas en mano. Ella se cruzó de brazos tratando de desafiarme, pero inhalé hondo y recordé cuál era el enfoque de esa noche. Sin duda, nadie aparte de Evanston, Gertrude y Polac era mi prioridad—. Monta una escena si quieres, pero no me arrastres en ella...

Di media vuelta enojada y la oí reír a mis espaldas.

Le habría prestado atención en cualquier otro momento, pero en ese instante no quería que sus inseguridades y celos se interpusieran en mis planes, mucho menos que algo de ese encuentro llegara a oídos de Alexander para distraerlo. Lo quería sano y salvo y eso implicaba alejarme aunque eso hiciera ver a Sol como la ganadora de esa noche, así que eso fue lo que hice. Me aferré a la mochila y salí apresurada del vestuario de las damas. Traté de concentrarme en lo que haría después de subir al auto, pero a medio camino del estacionamiento, producto de mi desconexión con el exterior, golpeé a un tipo que iba en dirección contraria, lanzando las hojas que traía entre sus manos al suelo y vaciando el contenido de su vaso de coca-cola sobre mi ropa.

"Maldición", renegué al sentir frío por estar empapada.

—Lo siento —susurré ignorando mi estado cuando él se agachó a recoger sus papeles y seguí sus movimientos. Le ayudé a recoger los papeles que no se habían estropeado y se lo entregué aunque él evitó el contacto visual mientras se mantenía oculta bajo una capucha gris—. De nuevo, lo...

No me dejó completar la frase cuando se alejó sin quejas ni miró atrás, solo me dejó en medio de la oscuridad del estacionamiento y una brisa gélida de invierno capturó una vez más mi atención. "Demonios".

La noche era fría y mi atuendo estaba arruinado. No podía pasar la noche en casa de los Reids en ese estado. Incluso si Dánika podía prestarme ropa, no me sentía cómoda con la idea de incomodarla ni presentarme así ante Evanston, así que mientras caminaba en dirección al auto amarillo estacionado en la entrada de la preparatoria, envié un mensaje a Evanston cambiando mis planes por completo.

Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora