21. Diente de León

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Observé a lo lejos a Olivia, quien conversaba con un grupo de chicas cuyos nombres desconocía. Se veía feliz mientras se desenvolvía en un entorno que me era ajeno. Inhalé profundo y, con los nervios a flor de piel, caminé hacia ella dispuesta a enfrentarla.

Habían transcurrido ocho días desde que regresamos de viaje; sin embargo, apenas la había visto desde entonces. No era lógico que nos distanciáramos después del escándalo en el karaoke que ocasionó Alexander Polac; sin embargo, esa parecía ser la excusa perfecta de ellos para evitarme. Resoplé.

De pie detrás de Gertrude, me sentí pequeña.

Di tres toques sobre su hombro y ella giró de inmediato. —¿Podemos hablar?

Ella asintió y, tras pedir disculpas a su grupo de amigas, tomó mi brazo con delicadeza y me guió en dirección al árbol de roble cerca del gimnasio dado que ese solía ser el lugar menos concurrido a la hora del receso largo. Una vez bajo las sombras proyectadas de las ramas, Oli se cruzó de brazos y me miró en silencio. Sus gestos eran suaves y serenos.

—¿De qué quieres hablar conmigo?

La respuesta era obvia, al menos eso pensé.

Ella suspiró al leer mis pensamientos. —Si es sobre Alex, déjalo así. No sé cuándo va a volver.

Inhalé profundo sintiendo que mi pecho dolía. —Entonces sí sabes dónde está.

Ella mordió su labio inferior incapaz de mentir lo que respondió mi pregunta, luego se dejó caer sobre el césped y la seguí. El cariño que le tenía a ella a él era tan grande que supe que Polac no estaba en un lugar ni momento felices, de lo contrario la mirada de Gertrude no habría ensombrecido repentinamente. Se le notaba preocupada por algo más grande que una simple confesión de amor.

—No me compete contarte sobre esto —comenzó tras dudar un segundo—, pero supongo que no es fácil pasar página para ti cuando todo apunta a que es tu culpa —culminó y sentí que por fin alguien me entendía.

Desde la mañana siguiente al viaje, donde me di cuenta de que Alexander se había marchado antes de lo previsto, fue inevitable asociar su huída a aquella declaración de amor en el karaoke. Incluso si era muy egocéntrico de mi parte no encontré otra razón para explicar el hecho de que él hubiera desaparecido sin decir adiós y el que sus primas, tanto Frida como Olivia, mantuvieran una pared de concreto invisible tratando de mantenerme lejos cada vez que intentaba acercarme para buscar respuestas.

Exhalé y bajé la mirada.

Era fácil leer en mi mirada mi nivel de angustia, así que no quería que ella lo notara ni que pusiera al tanto a Polac sobre esto. Intentaba ser fuerte aunque la culpa carcomiera mi interior cada vez que recordaba a Alex.

—Dios santo, ustedes dos no me lo ponen fácil —susurró poco después.

Sonreí con tristeza sin poderle explicar por qué era tan importante para mí tener noticias sobre Polac.

—¿Recuerdas a Gael? —me cuestionó de repente y negué—. Es el hermano menor de Alex. Lo conociste, pero eras tan pequeña en ese entonces que es razonable que lo olvidaras.

—¿Él está bien? —Oli calló  y me preocupé más—. ¿Es por eso que Alex…?

—Gael está internado en el Instituto de Salud Mental de Belmont —agregó tras interrumpirme. Levanté la mirada y noté como la de ella destellaba llena de dolor—. Fue diagnosticado de un cuadro de depresión severa con psicosis hace un par de años luego de que… —su voz se quebró y tomé su mano, pero ella se puso de pie y limpió sus lágrimas construyendo otra vez un muro entre ambas que la volvía intocable—. Lo siento, pero esta historia no me pertenece y no puedo contártela por lo dolorosa que es, Maccarena, así que solo te pediré una cosa. Deja de buscar a Alex. Deja de preguntar por él… Lo siento…

Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora