Observé a Howland Kovacs, quien estaba dando las indicaciones de siempre en reemplazo a Maccarena, y este hizo una seña en dirección a su móvil. No entendí hasta que minutos después se sumó a mi vigilia desde el último lugar de aquel salón.
La señora Paz inició los últimos quince minutos de la charla cuando él me entregó su teléfono. —Tengo algo para alegrarte el día.
No entendí la referencia hasta que abrió la aplicación de mensajería en el aparato y buscó la que estaba etiquetada con el nombre de Brown. Al parecer no perdieron el contacto desde que se fue, sino que conversaron a diario y muchas veces. Resoplé, entonces él abrió los archivos enviados y me mostró una de sus últimas fotografías.
Evanston, su madre —al menos eso pensé— y Maccarena habían ido a la playa para compartir el tiempo juntos. Él la cargaba a ella sobre su espalda mientras esta sonreía de oreja a oreja al ver a la cámara que algún tercero sostenía por ellos. Suspiré, sintiendo un poco de alivio al confirmar que ella era feliz incluso después de todo lo que se había enterado en las últimas semanas.
Quería disculparme. No iba a decir excusas, ella no las merecía.
La lastimé mucho, incluso si la intención nunca fue esa, y lo único que deseaba era ser sincero con Brown apenas tuviera la oportunidad de acercarme. También respetaría su decisión, incluso si eso significaba no volver con ella.
—Hey, aminora la carga que tienes sobre los hombros —dijo mi compañero quitando la imagen de golpe—. Cuando regrese habrá tiempo para que ustedes puedan conversar y seguro que arreglan este mal entendido inmediatamente. Ustedes dos tienen una conexión especial. Lo sabes.
Sonreí. —Metí la pata, eh.
Él dio palmadas sobre mis hombros antes de ver al frente.
Tras aquel pequeño intercambio de palabras ayudé a la psicóloga con las tareas finales y despedí a los asistentes. Luego Gertrude se unió al cerrar la sesión y conversamos sobre la próxima semana, también me pidió que ayudara en la cafetería de sus padres esa tarde, a lo que accedí, antes de separarnos nuevamente debido a que tenía tareas por realizar respecto al club de Artes escénicas. Teníamos una presentación teatral dentro de seis semanas y las audiciones serían el lunes y martes, así que tenía que verificar cada ambiente, horario y vestuario antes de delegar funciones con cada encargado.
—Pensé que nunca vendrías —se anticipó Sol cuando ingresé al auditorio.
No giré a verla ni le presté atención. Después de que Maccarena me quitara la venda de los ojos era fácil reconocer la doble moral de Sol y no podía ceder ante ella si eso perjudicaba a quien yo quería.
—Regresa con el resto —indiqué sin interés alguno por continuar con la charla—. Solo yo tengo permiso de estar acá fuera de horario de clase o prácticas.
Cogí la llave del camerino y ella me siguió. —¿Sigues enojado?
Evité responder creyendo que renunciaría, pero no fue así. Me siguió paso por paso hasta ingresar conmigo al camerino de varones. Yo fui a recoger un atuendo que dejaron ahí para devolverlo a dónde pertenecía y ella tomó asiento en uno de los sillones individuales. Se quedó ahí incluso cuando me detuve en el umbral de la entrada y le indiqué que era hora de irse.
—¿Qué te enoja tanto? Lo del sábado fue solo una broma —indicó ella y presioné mis dedos alrededor del pomo de la puerta. Me sentí frustrado e idiota por creer que Sol era inofensiva desde el principio—. Alexander.
No noté que se había acercado hasta que posó su mano sobre mi antebrazo y ejerció una tenue presión. —¿Por qué te importa tanto si es una niña?
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Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©
RomanceMaccarena Brown solo buscaba una salida, no el final...