11. Recuerdos de infancia

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Observé el reflejo desnudo en el espejo del baño: una delgada y pálida figura donde comenzaba a notarse los bordes inferiores de mis costillas cuando me inclinaba ligeramente de lado, incluso el área supraclavicular comenzaba a verse como un hoyo profundo. Suspiré, deseando revertir esa realidad. No estaba triste, solo ansiosa por cambiar.

Esbocé una sonrisa que lucía nostálgica y acaricié mis pómulos prominentes, bajé de peso —aproximadamente diez a doce kilos— desde que comencé a salir con Cristopher. Incluso si tenía contextura delgada, ahora era irreconocible al comparar antiguas fotos con las de ahora. Suspiré.

Era duro darse de lleno contra la pared una vez que se caía la venda.

—¿Pequeña? —habló una voz detrás de la puerta.

Era mamá así que me coloqué nuevamente el vestido holgado de mangas largas y salí. Ella estaba sentada sobre la cama y me observaba con aquellas orbes relucientes. —¿Te has recuperado por completo del ataque?

Fruncí el ceño, pero inmediatamente cambié de expresión al recordar que mi último encuentro con Cristopher no era más que un "robo" para ella. Asentí y tomé asiento a su lado tras coger una chamarra que pudiera abrigarme al ir al salón. —¿Puedo hacerte una pregunta?

Asentí. —¿Cómo van las cosas con Cristopher?

El sinsabor en la boca dibujó una expresión de incomodidad en mi rostro y ella leyó en silencio cada gesto. Quizás no sabía los detalles, pero le era fácil deducir que las cosas no iban bien entre los dos y que, sin duda, no volveríamos a ser los de antes aunque nos juntáramos mil veces. Savanne me dio un abrazo.

—Prometo no volver a ponerte en aprietos —indicó alejándose de mí— y, como recompensa, vengo a ofrecerte un viaje durante tus vacaciones. Evanston me contó que han creado un club en la preparatoria, ¿qué te parece si organizo algo para los miembros? Quizás sea lo que necesitas para distraerte y fortalecer nuevos lazos de amistad.

Fruncí el ceño un poco desconcertada. No era mala idea; sin embargo, era difícil imaginar tener un viaje solo de tres: Olivia, Evanston y yo, sin contar que la asistencia de Gertrude sería un misterio hasta que tuviera la oportunidad de comentarle sobre eso.

—¿Qué dices? Cleveland es una ciudad pequeña pero con grandes atractivos turísticos. Fuimos con tu padre cuando tenías cuatro años, así que te servirá para revivir uno que otro recuerdo —despegué los labios, pero ella se me adelantó—. No se diga más, anímate y confírmame cuántos podrán ir para organizarles algo pequeño en sus próximas vacaciones. ¿Entendido?

Sonreí consciente de que no podría detenerla así quisiera.

Distraída por su repentina propuesta apenas tuve tiempo para notar una bolsa de regalo junto a ella, quien notó la dirección de mi mirada en cuestión de segundos. Habría preguntado qué era, pero se adelantó para sacar un cuaderno de tapa dura que llamó mi atención. Ella me lo entregó e inmediatamente lo abrí, entonces encontré un millón de fotografías que no había visto en el pasado. Eran similares a las que encontré en Belmont, pero en muchas de ellas estaba papá.

Mi historia familiar podía resumirse en dos palabras: papás separados.

Savanne clavó su mirada en la fotografía donde papá me cargaba y suspiró, luego cambió de página a otra donde las fotos eran netamente de niños entre los cuatro y cinco años. Recorrí con el dedo la figura de quien era yo luciendo un vestido amarillo de princesa de Disney en mi cumpleaños número siete y me detuve en la imagen del niño con atuendo de Harry Potter. No era Leonardo, claramente sus facciones eran opuestas, aun así me resultó familiar.

—¿Quién es? —susurré al notar que estaba en varias de las fotos.

—¿Ese? El pequeño Alex —sentí un baldazo de agua fría.

Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora