16. Verdad o reto

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Evanston cerró la puerta detrás de mí y se detuvo a observar el horizonte en medio del devastador silencio. No sabía qué decir ni si moverme así que me limité a observar nuestras manos entrelazadas mientras él acariciaba mis nudillos de forma inconsciente. Quizás era imposible, pero incluso sin estar cerca de él, podía sentir que su corazón era una máquina a todo dar... al igual que el mío...

"Dios", mordí mi labio para contener mi nerviosismo, pero la sangre en mi rostro comenzó a hervir al oírlo suspirar. Pensé que aquello bastaría para derribarme, sin embargo, me equivoqué cuando lo oí hablar.

—Siempre quise ser el primero en saber todo sobre ti... —comenzó en un tono bajo, pero dulce—. Quise formar parte de tu vida desde la primera vez que nos vimos. Incluso si me encasillabas dentro de una etiqueta, incluso si eso solo significaba ser tu amigo, estaba dispuesto a aceptar lo que serlo implicaba porque tu compañía compensa cualquier pena. Sin embargo,... —se pausó y suspiré— He subestimado la realidad y olvidé que, aunque uno no reme, los botes siempre se mueven.

Fruncí el ceño sin comprender lo último y él giró sobre su propio eje quedando frente a mí. Cuando su mirada se cruzó con la mía comprendí que no tenía el control absoluto de mis emociones. Era una flecha sin arco y sin un objetivo claro.

Inhalé hondo y él levantó su mano libre para acariciar mi mejilla ruborizada, se inclinó sobre mí y dibujó una tímida sonrisa con sus labios. —Piensa en mí como un solitario bote que, aunque no ha tratado de conquistarte, ha terminado aún más cerca de ti que antes...

Nuestras miradas se cruzaron y pude palpar su dolor.

De pronto sentía niebla cubriendo a nuestro alrededor. Tragué saliva. Mis manos temblaban. No estaba asustada ni tenía un ataque de pánico, esto era completamente diferente. Me sentía pequeña y mi corazón palpitaba como si hubiera recorrido kilómetros para llegar hasta aquí. Él debió notar mi estado anímico cuando entrelazó nuestras manos acortando la distancia por completo.

—Cuando dije que estaba confundido, me refería a esto...

Tal vez si mis piernas no hubieran permanecido rígidas en el segundo exacto donde confesó aquello, habría caído al suelo como una muñeca de trapo cuando sus labios cayeron de golpe sobre los míos provocando una peligrosa colisión. Debí apartarme, pero nuestras medidas calzaron perfecto cuando soltó mis manos para coger mis mejillas y aferrarse a mí. Debí soltarlo, pero no pude, envés de eso junté los párpados de golpe, incapaz de sostener el inmenso peso de las cadenas sobre mi espaldas y me fusioné con él en un beso que duró una vida...

Era la primera vez que esta cercanía tenía un significado distinto para ambos y no quise que terminara cuando descubrí que las cenizas del amor que alguna vez sentí aún seguían ardiendo.

"¿Acaso yo también estaba confundida?", pensé y la magia se rompió.

Suspiré y, tan pronto como él marcó la distancia entre ambos, mi cuerpo flaqueó. Habría caído de no ser porque se aferró a cada centímetro de mí a través de un abrazo que se convirtió en una tortura.

—Nunca hice nada sin tu permiso —susurró y algo en mí se quebró al entender que este sentía solo culpa—, lo siento...

El golpe sobre la ventana de vidrio de la puerta corrediza destruyó la utopía en la que ambos fuimos envueltos y Evanston me dio la espalda cuando alguien salió del interior, actuó como si los últimos minutos hubieran sido borrados de su recuerdo y le arrebató el vaso lleno de whisky a Alexander para vaciar todo el contenido dentro de su garganta. Hizo una mueca de dolor, pero lo soportó para después marcharse.

A través de él pude ver que el resto nos miraba con expectativas de ensueño y quizás fue la crudeza de ese gesto lo que actuó como un enorme bloque de concreto cuando intenté moverme. Bajé la mirada. Alexander dio un paso hacia mí e intentó tomar mi mano, pero lo aparté. No necesitaba la compasión de nadie, tampoco necesitaba a alguien cerca.

Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora