24. Rueda de la fortuna

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Tres semanas en ausencia de Evanston y sentía que era una eternidad.

Nuestra despedida en el aeropuerto fue el momento más oscuro que me tocó vivir tras haber terminado con Cristopher. Se sintió como un adiós envés de un hasta pronto y, aunque mi subconsciente sabía que lo perdí para siempre, tenía un dolor fantasma que confirmaba que una parte de mí se fue con él. Lo echaba de menos. Evidentemente me acostumbré a encontrarlo cada vez que lo buscaba con la mirada y ahora no había más que vacío y silencio. Incluso si podíamos hablar a través de llamada o videollamada una vez cada tres o cuatro días, me hacía mucha falta.

“Puedes lograrlo”, susurró la voz en mi subconsciente.

No fue hasta ese momento que noté que me había quedado con la mirada fija sobre Polac, quien continuaba dirigiendo al grupo de teatro mientras me vigilaba. Le sonreí y él devolvió el gesto antes de perderse nuevamente en lo suyo.

—¿Por qué no te unes a nosotros? —dijo minutos después tras acercarse a la primera fila de butacas donde me escondía yo. Lo miré inofensivamente y él dedujo mi respuesta—. No sabrás si no te gusta si es que no lo intentas primero —concluyó. Él parecía amar esto—. Tenemos un papel secundario libre para las presentaciones de fin de mes, ¿qué te parece si nos echas una mano?

Miré al resto del grupo, no conocía a nadie, solo a él.

—¿Y si soy un desastre?

Polac sonrió antes de extender su mano para que la tomara.

—Me gustaría ser quien te guíe, pequeño desastre —se burló.

Me puse de pie poco convencida de aquella idea y él me presentó al resto del grupo.

Era un martes pasada las cuatro de la tarde, se supone que tendría que estar en casa avanzando mis deberes, pero era más divertido y menos solitario acompañar a Alexander los días que tenía programadas sus sesiones de teatro. Especialmente porque en casa no me gustaba cruzarme con Santiago, quien había dejado de lado su disfraz para darle pase libre a su repudio hacia mí.

Suspiré, entonces me puse manos a la obra después de que un compañero de Polac me entregara el libreto. Estaban montando una obra de media hora de duración y mi personaje solo tenía seis líneas, así que lo aprendí con rapidez y me uní a la práctica de inmediato.

Durante las dos horas que duró aquel encuentro olvidé por completo la tristeza que había anidado en mi corazón y me sentí en paz. Hice nuevos amigos y le dejé un par de mensajes a Evanston contándole cómo me estaba yendo, quizás porque aún albergaba la esperanza de que contestara inmediatamente, tal como lo hacía antes de irse. Luego de eso me uní a un grupo de chicas para ayudas a desmontar la escena que habían armado, así mantuve mi mente ocupada hasta que alguien se acercó a mí.

—¿Ustedes son pareja? —cuestionó una chica de grado superior.

Giré a verla y esta señaló a Polac con la mirada.

Observé al chico en mención y recordé la noche en el karaoke logrando que mis mejillas se ruborizaran antes de responder con solidez que no lo éramos. Ella sonrió. Incluso si las últimas semanas estuvimos juntos de un lado a otro, lo que pasó hace más de un mes en aquel viaje parecía estar enterrado bajo los escombros que dejó la partida de Lawrence. Sin duda, Evanston ocupaba mi mente y mi corazón por completo.

—¿Crees que le guste alguien? —insistió la misma de antes.

Una compañera suya se unió a nuestra charla íntima y ambas me observaron como si yo tuviera todas las respuestas a sus dudas. Negué. —Entonces tienes una oportunidad, Sol.

Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora