27. Mariposa azul

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Querido Evanston,

Escribo porque ha pasado bastante tiempo desde la última vez que supe algo de ti. Hablamos menos veces de las que me gustaría realmente y, aunque puedo entender que estar junto a tu madre consuma gran parte de tu tiempo, empiezo a creer que una parte de ti hace esto adrede. Espero estar equivocada, después de todo mi otra mitad y realmente te echo de menos.

Dicho todo esto, también escribo porque este fin de semana será la presentación de una obra de teatro a cargo de la preparatoria y, aunque no tengo un rol importante que desempeñar, esto es especial para mí y se me ocurrió que… ¿Podrías venir? Quizás es mucho pedir, sin embargo, podría ser una buena oportunidad para conversar un rato. Hay mucho qué contarte y sé que tu madre estará feliz de que tomes unos minutos para despejar tu mente un rato.

Por favor, no sigas apartándonos de tu vida. No nos hagas esto a nosotros… al menos, no a mí.

De la persona que jamás podría olvidarte, Maccarena.

Te amo

Leí el mensaje una y otra vez mientras pensaba en si debía enviar o no aquel correo. Era difícil decidir porque la oscuridad junto a mi corazón pintaba un futuro realista y doloroso donde mi mejor amigo ignoraba mi carta. Suspiré tratando de liberar la tristeza que abrazaba mi alma cada vez que pensaba en él y di un respingo cuando la silla junto a mí se deslizó estruendosamente.

—Lo siento, pensé que me habías visto venir —agregó Polac tras depositar un beso en mi frente.

Negué y sonreí.

—¿Qué pasa? —cuestionó él de inmediato. Era obvio que algo en mí le preocupaba y supo qué era cuando giró a ver la pantalla encendida del equipo frente a mí. Señaló con su dedo índice y asentí—. ¿Alguna noticia suya? —deseó saber y mi respuesta fue negativa.

Lo último que sabía sobre mi mejor amigo era que su madre continuaba en terapia, información que obtuve hace una semana o más. Sentí un nudo en mi pecho cuando Alexander entrelazó mi mano con la suya antes de preguntar lo evidente. —¿Lo extrañas mucho?

Responder estuvo de más. Él sabía que sí.

Volvió a señalar la pantalla y accedí a que fuera él quien enviara el mensaje después de leer el contenido o incluso sin hacerlo, entonces él se perdió entre las oraciones escritas mientras yo observé en dirección al ventanal, desde donde podía ver a un grupo de chicos jugando basquetbol. Por un momento, me perdí en tiempo y espacio, pero apenas recordé la última frase de la misiva giré a ver a Polac de inmediato.

Cristopher Red jamás pudo comprender la conexión que tenía con Evanston, así que el miedo de que Alexander reaccionara de la misma manera que él al leer aquel “te amo” se materializó cuando este encontró mi mirada tras presionar el botón de enviar.

—... Puedo explicarlo —me apresuré a decir nerviosa.

Frunció el ceño bastante confundido, luego respondió. —¿Qué tienes que explicar?

Me armé de mucho valor para hablar

—Sobre el “te amo” —finalicé, como si fuera evidente.

Él agitó sus manos con un movimiento sutil para cortar cualquier tipo de explicación de mi parte, entonces comprendí que la parte de mí que tenías enormes cicatrices aún vivía bajo las normas del pasado. Demonios. Durante mi relación con Cristopher, normalicé la idea de explicar cada una de mis acciones para evitar conflictos y normalicé el no expresar mis sentimientos, ya sea de forma no verbal o verbal, como lo era aquel te amo en la carta. Normalicé tantas cosas que estaban mal, que ahora la costumbre me hacía cometer errores.

Un club para un corazón roto [CCR # 3] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora