Capítulo I: Cocaína

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"Me ofendes Hilary, creí que teníamos una conexión especial

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"Me ofendes Hilary, creí que teníamos una conexión especial."

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- ¿Sabían que, técnicamente, los átomos nunca se tocan? Y como todo, incluso los humanos, está hechos de átomos, jamás hemos tocado algo en nuestras vidas-. Una pausa inundó de silencio el vehículo, haciendo que los dos tipos sentados adelante se miraran perplejos. - Lo que significa, oficiales, que YO JAMÁS TOQUÉ ESE PAQUETE DE COCAÍNA-. Exclamó, sin gritar, pero aun así irritando a los adultos. Los de uniforme rodaron los ojos. - Vamos Jerry, ¿cuántas veces tendremos que hacer esto? -

El que manejaba giró su cabeza un par de centímetros, sin quitar la vista de la carretera. -Las que sean necesarias hasta que dejes de aparecer en las investigaciones del departamento de policía, niña-. Habló, con cierta ironía. La pelinegra se tumbó en el asiento trasero de la patrulla, suspirando furibundo, con las manos aún en las esposas. Maldito Jerry. - ¿Dónde están tus padres, de todas formas? ¿No notan que su hija se fugó de casa a mitad de la noche? Sin mencionar...-

El tipo siguió hablando, murmurando sobre la insensibilidad de sus padres y lo negligentes que eran. La muchacha llevó su mano a su oído derecho, acercándose a la ventana del auto, y dándole un golpecito al aparato que conectaba directamente con su tímpano, bajó el volumen al punto en que las voces eran tan borrosas cómo el paisaje de Detroit en la noche. Ese dispositivo tenía el tamaño de una piedrita que se te atasca en el zapato, pero, a diferencia de esa molesta sensación, este era tan funcional que jamás pensaría en descartarlo en medio de la calle.

Era lo único que su enojo le había permitido rescatar de su hogar.

-Y ni siquiera hablemos de las peleas en las que te involucras. La última vez fueron motociclistas, y fue un dolor en el trasero explicar en el papeleo cómo dejaste a dos hombres llorando-. Hacía movimientos con sus manos, haciendo que la joven notara que continuaba quejándose, pero ella seguía con el firme pensamiento de que prefería escuchar a la nada antes que a él. - ¿Qué vendrá ahora, Batman? ¿Eh? Niña... niña...- Intentaba llamar su atención, pero sin recibir respuesta. - No me está escuchando, ¿verdad?- Concluyó finalmente, dirigiéndose ahora a su compañero.

El policía pelirrojo, que se sentaba en el asiento de copiloto, se giró hacia la "criminal". Se volvió hacia el frente y largó una risita mientras llevaba su termo de café a sus labios. - Ni un poco, hermano-.

-Intentas ayudarlos y es cómo si se buscaran los problemas. Odio a los adolescentes-. Murmuró Jerry.

-Podría ser peor-. Advirtió el otro, cuyo nombre relucía en su placa: "P. Renn".

- ¿PEOR? - Exclamó el castaño, intentando mirarlo a los ojos, para ver si estaba jugándole una broma. - He arrestado a esta mocosa SEIS VECES Renn. La juvenil debe ser su segundo hogar-- El auto frenó de golpe, haciendo que la mochila negra, que antes se apoyaba en el asiento trasero, se fuera hacia adelante por la inercia. La pelinegra la atajó antes de que todas sus cosas se desparramaran por los asientos, siendo una señal para volver a tocar su auricular y que los sonidos volvieran a tomar vida.

Rugidos Sordos [Gar Logan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora