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Cuando salí ya no quedaba nadie.

Me monté en la parte de atrás del coche junto a Namjoon. Geonhak insistió en ir con nosotros, pero las palabras de mi hermano no se cuestionaban, tuvo que seguirnos en el mismo coche con el que habíamos llegado ahí.

El silencio de dentro del vehículo era tangible, él no sabía qué decir y yo no tenía ganas de hablar.

Entramos a los terrenos de la familia Kim. Todo seguía tan impresionante como recordaba aunque hacía mucho que no pasaba por allí. En los primeros meses en los que descubrí todo quedábamos en cafeterías o restaurantes, pero también pasé muchos momentos en aquel lugar, y como entonces me seguía sintiendo incómoda. Sabía que era de la familia, pero no me sentía parte de ella, no encajaba.

—No hace falta que lo diga, pero estás en tu casa —decía mientras caminábamos por un pasillo.

Llegamos hasta una de las habitaciones y abrió la puerta.

—Esta será la tuya, la mía esta al final del pasillo —pasé a un amplio cuarto, mayor que cualquiera que había tenido, contaba hasta con zona de estar, con una pequeña mesa, sofá y una amplia televisión —Mañana iremos a por tus cosas, he conseguido que podamos ir nosotros mismos hasta la casa de Jeon, pensé que te gustaría cogerlos tú misma.

—Gracias —dije con sinceridad, pero un amargor anidaba en mi garganta —¿Por qué lo haces?

Nam frunció el ceño.

—Te he conseguido algunas cosas, pero supongo que querrás las tuyas.

No me había entendido.

—Quiero saber qué te ha ofrecido, ¿ser el segundo al mando?

Desvió la mirada, no era propio de él, siempre estaba preparado, impecable, pocas veces había visto vacilación en sus gestos.

—Sé que no me vas a creer, pero eres mi hermana, y me preocupo por ti, no podía permitir que fueras con Santoro, no estarías segura con él.

Le miré durante unos instantes, intentando ver al hombre dentro del líder, pero era difícil.

—Eres muy bueno con las palabras, Namjoon, pero lo que importan son los hechos, y ellos me demuestran lo que te importo.

Iba a responderme pero un alboroto fuera cortó el momento.

—Tú no me dices lo que tengo que hacer —se escuchaba.

Segundos después apareció Geonhak por la puerta como si estuviera por su casa.

—¿Qué ocurre? —preguntó mi hermano al hombre que entró tras este.

—Le hemos asignado la habitación que nos dijo, pero se niega a aceptarla.

El rubio estaba plantado con una bolsa de deporte sobre el hombro junto a la chaqueta que se había quitado y la camisa desabrochada un botón más de lo necesario, al menos el chaleco estaba correctamente colocado. Sabía que me había traicionado, pero no pude evitar sonreír ante la escena, era la nota discordante entre tanto hombre pulcramente trajeado, con esa actitud descarada y pose demasiado sexy.

—Yo tengo que estar junto al angelito, no al otro lado de la casa —dijo con esa voz más profunda aún que la de Namjoon.

Mi hermano exudaba un poder innato, cualquiera, supiera quien era o lo desconociera, se sentía cohibidos ante su presencia, se amilanaban o corrían a atender cualquiera de sus necesidades, pero cuando dio dos pasos hacia Geonhak este no se achantó.

—No voy a permitir que alguien como tú esté tan cerca de ella.

Podía ver frente a mí de lo qué me había hablado Geonhak hacía tiempo, él no era nadie, no tenía un gran apellido ni una Familia que lo respaldara, había llegado hasta donde estaba por sus propios medios, y aun así lo veían como un ser inferior. Tampoco creía que Namjoon fuera un clasista, era algo adquirido con el tiempo y por las normas fuertemente instauradas en nuestro entorno. Eran esas mismas ideas arraigadas las que me definían como una moneda de cambio. Esa misma falta de renombre que provocaba desprecio hacia él era la que había vuelto de gran valor al yo contar con ella.

La última apuesta (Trilogía Póker: 3) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora