La última apuesta (Trilogía Póker: 3) [Terminada]

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Estaba besando al hombre que más odiaba del mundo.

Mientras nuestros labios se tocaban sentí una sonrisa en los suyos. Tenía que separarme ya, pero no me dejó, puso su mano tras mi cuello e introdujo su lengua en mi boca. Quería rechazarle, quería darle una bofetada y salir de allí corriendo, pero me mantuve quieta, tenía que aguantar, había que engañar a aquellos hombres.

Cuando al final me dejó, mantuve los ojos cerrados un par de segundos más de lo necesario para poder recomponerme. Mi alma quería gritar, llorar, pero no lo hice. Jungkook pasaba una y otra vez por mi mente.

—Al final vas a tener razón, es una fierecilla.

Los ojos del que no dejaba de mirarme tenían un nuevo brillo de lascivia. Aparté la mirada e intenté centrarme en un punto al fondo de la habitación, rezando para que pasara rápido el tiempo y que, aunque no pudiera deshacerme de Romeo, al menos acabara esa reunión.

Los minutos que continuaron fueron eternos. Mi brazo seguía en torno a su cuello, y su mano ya se encontraba en mi espalda baja, sobre mi piel, acariciando lentamente esa zona tan sensible. Escalofríos recorrían mi espina dorsal. Su otra mano dejó el vaso de whisky para colocarla sobre mi muslo desnudo. Cada vez que se movía, que su pecho se acercaba a mí, que su pierna cambiaba de posición, me afectaba, era como estar rodeada de algo que te asquea, que te da ganas de vomitar, y aun así, intentar aparentar una conexión inexistente.

Al fin acabaron. En que se levantaron di un paso hacia atrás, alejándome de todos ellos. Mientras se despedían el que no dejaba de mirarme pasó de los demás y llegó hasta mí.

—Ha sido un placer conocerte.

Y no se quedó solo en palabras. Me agarró e hizo como que me daba un beso en la mejilla, demasiado cerca de la comisura de los labios. Yo intentaba separarme, pero utilizó demasiada fuerza, el único modo de conseguirlo era montar un escándalo, algo que sé que disgustaría soberanamente a Romeo. Mientras, su mano que estaba en mi cintura iba bajando lentamente. Cuando ya creía que iba a continuar se detuvo y se separó con la mirada hacia algo tras de mí. Al girarme para ver qué había llamado su atención me encontré con Geonhak. Si las miradas matasen aquel hombre estaría enterrado.

—Espero volver a encontrarnos pronto —dijo antes de separarse del todo.

Cuando ya pude volver a respirar regresé mi vista a Geonhak, que esta vez tenía su mirada en mí, pero yo bajé la mía. No podía aguantársela, había tenido que presenciar lo bajo que había caído. Mi vestimenta, mi actitud, mi beso con Romeo, mi debilidad y pasividad. Estaba demasiado avergonzada de que él lo hubiera presenciado.

Romeo regresó a mi lado sin saber qué había ocurrido, o pasándolo por alto, todavía no sabía si para él que otro usara mi cuerpo sería una deshonra para la que sería su esposa, o sería una manera de facilitar los tratos, tal vez podría ser otro modo de pago. No quería pensar en aquello, era demasiado cruel hasta para él.

Su mano sobre mi espalda desnuda quemaba. Quería alejarme, correr, pero puse un pie delante de otro, pensando que cada paso me hacía estar más cerca de la salida.

Nunca creí que estar encerrada en ese coche con Romeo me aliviara, pero en esos momentos, debido a las circunstancias, lo hacía.

—Has estado muy bien, preciosa —me dijo ya de camino, colocando una mano sobre mi pierna—Al final no vas a ser tan inútil como creía.

Aguanté las lágrimas, no le permitiría verme mal, debía ser fuerte, se lo había prometido a demasiada gente, y lo cumpliría.

Pero bajo el agua de la ducha, intentando quitar de mi cuerpo cada toque, cada caricia, pasando la esponja con fuerza, limpiando la suciedad que sentía, y que por mucho que frotara no se iría, el llanto al fin fue libre. Lloré y lloré, pero la presión en mi pecho no disminuyó. Estaba sucia, maldita, era una muñeca con la que jugaban, y que iban a utilizar sin miramientos.