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A la mañana siguiente, caminando por el pasillo hacia la cocina, me di cuenta de las grandes diferencias en el modo de vida de Namjoon con respecto a lo que yo estaba acostumbrada. Su casa era más parecida a un lugar de trabajo que a un hogar, según caminaba veía personal de seguridad, de servicio y otra que ni siquiera sabía qué podía hacer allí.

—Buenos días, señorita Kim.

—Soy la señora Jeon —dije por inercia, luego recordé las nuevas circunstancias y el inminente divorcio, una pesada tristeza me invadió — Por ahora.

La chica que me había hablado simplemente sonrió.

—Tiene su desayuno preparado.

La mesa estaba repleta, no habían escatimado en nada. Yo no era de comer mucho nada más levantarme, así que ver desde tostadas hasta cereales pasando por fruta recién cortada me abrumaba.

Volví a mirar a la joven que tendría más o menos mi edad, no dejaba de observarme. Me senté por no hacerle un feo, no después de ese despliegue.

Bebí un poco de zumo de naranja que juraría que estaba recién exprimido y parece que respiró tranquila.

—¿Necesita algo más?

—No gracias —hizo una ligera reverencia y se dispuso a irse cuando la detuve —Espera, una pregunta, ¿y mi hermano?

—Está en su despacho, señorita.

—¿No va a venir a desayunar?

—Siempre se lo servimos allí, señorita.

Debería estar agradecida de estar sola, pero no me gustó su ausencia, la sentía como una falta de respeto.

—Gracias... —intenté recordar si me había dicho su nombre.

—Candy, mi nombre es Candy, y me encargo de la cocina.

Qué nombre más dulce.

—Gracias Candy —intenté responder con una sonrisa sincera.

Cuando se fue me quedé sola, bueno, arropada de esa ingente cantidad de comida. Por mucho que la mirara estaba claro que no podía comerme ni la cuarta parte. Cogí una tostada entre los dientes, una manzana y una taza de café y salí de allí. Me sentía absurda comiendo allí sola.

Abrí las puertas que daban al jardín, aunque realmente aquello debería llamarse parque, la amplitud del lugar era asombrosa, no tenía comparación con el sitio donde me tenían encerrada. Busqué un banco algo alejado y me senté.

Cierto que había podido disfrutar del aire libre y ver el cielo, pero aquel que ahora estaba sobre mi cabeza era diferente, es como si tuviera otro color, como si se respirara otro aire. Aquí no era tampoco absolutamente libre, pero la diferencia era abismal, al menos ahora no sentía que mi vida corriera peligro.

—¿Quieres compañía? —no me extrañó escuchar la voz de Geonhak a mi izquierda.

Le lancé la manzana que había cogido mientras se sentaba a mi lado. Era como una respuesta silenciosa.

Nos quedamos en silencio, escuchando la mañana.

—Esto me recuerda demasiado a los días pasados —pensé en alto.

—Aquí estás segura.

Debió notar algo en mi voz, algo de intranquilidad, por lo que quiso calmarme, aunque su expresión corporal no lo aparentaba. Estaba con las piernas estiradas y los brazos cruzados, mirando a algún punto en la lejanía mientras mordía la manzana.

La última apuesta (Trilogía Póker: 3) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora