23♣

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Tuve que quitarme el anillo.

Eso es lo que pensé cuando nos íbamos acercando a Jungkook. No llevaba la cadena rodeándome el cuello, lo había tenido que abandonar en la mesita de noche. Temí que él creyera que aquello significaba algo. Aquel vestido era demasiado obvio para que pudiera esconderlo, porque tenía que esconderlo, tal como tenía que esconder lo que me estaba provocando su cercanía.

Cada paso retumbaba como si fuera un latido, un golpe en mi pecho que me gritaba que aquello no estaba bien, nada bueno podía salir de aquella situación.

Frente a frente no podíamos evitar mirarnos el uno al otro, algo que no pasó desapercibido a Romeo. Su agarré pasó a mi cintura, con fuerza. Bajé la mirada.

—Estás impresionante, Alice, no pareces tú —rompió el momento Alessa con un insulto velado.

Miré a aquella espectacular rubia que estaba agarrada con confianza al brazo del hombre de mi vida.

—En cambio tú sigues igual, tal y como recuerdo.

Vi la incertidumbre en su rostro, no sabía si era una ofensa o un halago. Esa era mi idea, no mostrar lo que la aborrecía, lo que me contenía por no gritar que sacara sus sucias manos de Jungkook.

—Es lo que tiene ser de la familia Santoro, tú estás comenzando a comprobarlo —según hablaba me daba mala espina, no podría salir nada bueno de esa lengua viperina —Me han comentado que te estás adaptando muy bien a todas tus... obligaciones —el modo en el que lo dijo me dio escalofríos —Ya sois una pareja consolidada.

La sonrisita de Romeo me confirmó que no eran imaginaciones mías. Ahora entendía todas esas miradas, no eran tan solo por estar junto a Romeo, no eran solo por mi atuendo, habían empezado a extenderse rumores de que nuestra relación no era por simple conveniencia, que habíamos traspasado los límites y se habían vuelto física.

Tal vez había sido él, tal vez los repugnantes tipos del clan Lee a los que habíamos ido a visitar, o tal vez era mi actitud, saltaba a simple vista que mi cercanía a Romeo no era simplemente platónica.

Era lo que yo quería, lo que él me había ordenado interpretar, pero me avergonzaba esa situación, y lo peor de todo es que estaba pasando frente a Jungkook.

—Tengo que darte las gracias, Kookie, enseñaste muy bien a tu exmujer —las palabras de Romeo iban con sorna, pero ni aun así Jungkook se inmutaba.

Quería que me mirara y entendiera la verdad, quería que nuestras miradas hablaran por nosotros, pero no me atrevía a levantar la cabeza, porque mi expresión cambiaba cuando tenía la dicha de poder observarle, y si Santoro descubría cuanto me importaba lo que él pensara de mí, lo utilizarían contra nosotros.

Pero lo hice, fue un acto reflejo que me obligó a hacer mi corazón, no mi parte racional. Y ahí estaba su expresión, impávida, como si no lo hubiera escuchado, o peor, como si lo supiera y no le importara. Estaba relajado, mirándole directamente a los ojos, sin prestarme la más mínima atención.

No, no podía recaer en mis inseguridades, debía confiar en Jungkook, debía creer que él sabía cuánto lo amaba y que todo lo que salía por la boca de Romeo eran absurdas mentiras. Pero aquel error que cometí, que él había perdonado y yo había intentado dejar atrás, regresaba una y otra vez. Me había acostado con Taehyung, le había engañado, ¿por qué tenía que confiar en mí si ya lo había traicionado antes?

—Mujer —respondió Jungkook.

—¿Cómo? —Romeo aún se reía cuando hacía esa pregunta que no entendía.

—Todavía es mi mujer —soltó con rabia contenida Jungkook —Es mía.

Me estremecí. Es lo que quería, que me reclamara como suya, del mismo modo que él era mío, pero se había dejado llevar, aquello le ponía en peligro.

La última apuesta (Trilogía Póker: 3) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora