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Cada vez que sacaba un objeto de una caja, que colgaba una prenda de ropa, decenas de recuerdos me acribillaban. El nudo de mi pecho se hacía más intenso, más doloroso, mayor, pero yo aguantaba. Si quería cambiar tenía que hacerlo en pequeñas cosas como aquella. Tenía que ser más fría, dejar el corazón de lado.

Solo había abierto una pequeña parte de los bultos que se apilaban en mi habitación cuando desistí, tendría que dosificarlo, sino colapsaría.

Por suerte llamaron a la puerta.

—Señorita, la cena está lista.

—Gracias, la tomaré aquí.

Así había sido al mediodía, no me iba a sentar en medio de un enorme comedor para estar sola.

—El señor Kim está esperando su presencia.

Me quedé paralizada, primero porque me extrañó tener compañía, y lo segundo porque dudé de quién podía ser ese señor Kim, ya que conocía a tres. El primero y el más probable, mi hermano Namjoon, el más improbable el extraño Jin, pero el tercero, el que más temía, era Taehyung.

Salí con miedo y aunque me costara admitirlo, con un poco de esperanza. Debía odiarle, pero no lo hacía. Debía odiar a mucha gente, pero mi corazón no sabía crear ese sentimiento. Lo más cercano que podía sentir era la repulsión que tenía hacia Romeo.

Cuando entré en la sala vi que se trataba de Nam, era lo más obvio, pero un segundo después me di cuenta de que algo se me escapaba, tampoco tenía sentido que quisiera cenar conmigo.

—¿Ocurre algo? —me comenzaba a asustar.

Me indicó con su perenne tranquilidad que tomara asiento.

—Tan solo quiero pasar un rato contigo.

No me lo creía, pero me senté frente a él.

Un par de camareros nos pusieron los platos frente a nosotros, incluso nos sirvieron el agua. Mi hermano se puso a comer como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Siempre has vivido así? —pregunté antes de dar el primer bocado.

Me miró sin entender a lo que me refería, cuando se dio cuenta hacia donde dirigía la mirada lo comprendió.

Al costado, junto a la pared, los mismos camareros que nos habían servido estaban atentos a cualquiera de nuestras demandas.

—Perdona, ¿te incomoda?

No esperó mi respuesta para pedirles que nos dejaran solos.

—No estoy acostumbrada a vivir rodeada de tanta gente —dije como disculpa.

—Se me olvida que no es lo normal —hubo un leve momento de tristeza, que tal como llegó a su rostro, pasó —También debo pedirte perdón por no acompañarte al mediodía, debo reconocer que incluso algunas veces se me olvida comer.

—¿Cuánto llevas así?

Me miró como si no comprendiera mi pregunta.

—Mi padre siempre estaba muy ocupado, y no tuve hermanos, así que no puedo echar de menos algo que nunca he vivido.

Bajó la cabeza y seguimos comiendo. No sabía qué responder, no sabía cómo comportarme ante un Namjoon vulnerable, nunca había visto nada más que la coraza que creía que era su realidad.

—Salvo Hobi —dijo de repente rompiendo ese silencio incómodo.

—¿Cómo? —no me extrañó solo que lo nombrara, sino que lo hiciera por su diminutivo y no por el apodo de Hope que todos usaban.

La última apuesta (Trilogía Póker: 3) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora