Estaba cansada de llorar. Estaba sola, en un sitio desconocido y asustada, muy asustada, no solo por mi integridad, sino sobretodo por la de Jungkook. Lo último que había visto era su caída tras el disparo, y aquella enorme mancha de sangre.
Aquella maldita noche. Habían pasado tan solo unas horas, aunque parecía una eternidad. Cuando fui arrastrada por Geonhak fuera de aquel lugar intenté desasirse, pero fue imposible.
A pesar de todo lo que ocurría en el interior la calle estaba silenciosa, solo roto por mis gimoteos. Seguramente el alboroto de gente huyendo o de hombres atacando ocurriera por la puerta principal. No sabía si los disparos continuaban ya que el aislamiento del local no dejaba pasar el ruido, o si al conseguir su objetivo se habían detenido. Porque estaba claro que todo aquello tenía como único objetivo matar al emperador.
Me arrastraba mientras lloraba y gritaba que me dejara volver con él, pero tan solo era una muñeca entre sus brazos, tan fácil de manejar.
—¿No puedes hacer callar a esa maldita zorra? —escuché una voz que no conocía.
Me giré para suplicar a ese nuevo hombre que me dejara marchar, tal vez él sí entrara en razón, pero con la bofetada que me dio quedó claro que no era esa clase de persona.
Me quedé tan dolorida y sorprendida que mi ataque se redujo a un continuo sollozo.
Me metió en los asientos traseros de un coche y Geonhak lo hizo a mi lado. El otro se puso al volante. Intenté salir por la puerta contraria, pero obviamente estaba cerrada.
—Es más bonita de lo que esperaba —dijo el hombre mirándome no a la cara, sino la piel que dejaba ver mi falda demasiado corta —Conduce tú, yo me ocupo de ella.
Por primera vez puse mi seguridad por encima de la preocupación por mi marido.
—No te molestes —dijo Geonhak —Se va a portar como un angelito.
Sacó un arma y la puso en su regazo, con su dedo aún en el gatillo, mientras colocaba la otra mano en mi rodilla desnuda.
Su toque era cálido contra mi piel. Miré sus dedos aferrados en torno a mi carne. levanté la mirada hasta sus ojos, fijos en los míos. No podía interpretarlos, mi mente no era capaz de procesar los pensamientos más básicos, menos sabría qué quería decirme. No sabía si quería que me quedara quieta o esperaba que le diera motivos para llevar a cabo su amenaza.
No temía solo mi muerte, sino lo que pudiera pasar antes de ella. Seguía llorando, pero intentaba no hacer ruido. No sabía dónde iba, no sabía qué pretendían hacer conmigo, y hasta ese momento era mejor no darles motivos que pudieran empeorarlo todo.
—Ponte esto —Geonhak me pasó un antifaz, no hice amago de cogerlo —¿Quieres que lo haga yo?
No quería correr el riesgo, así que lo cogí con cuidado y me lo coloqué. Sabía que era para que no supiera hacia dónde nos dirigíamos.
El trayecto duró mucho, pero al final se detuvieron. Escuché una verja abrirse, continuamos unos metros más allá. Instantes más tarde me quitaron al antifaz. Me encontré la cara del conductor apenas a unos centímetros de la mía.
—Bienvenida a tu nuevo hogar —la sonrisa era de todo menos amigable, aquel hombre me daba miedo.
Geonhak me cogió del brazo y me llevó con él, mejor dicho, me obligó a caminar a su lado. Estábamos en un amplio terreno, frente a mí había una casa de estilo moderno, casi toda acristalada, de tan solo un piso. Miré hacia atrás, el lugar estaba rodeado de un alto muro y la puerta estaba custodiada por dos hombres más. Si no fuera por la riqueza que todo aquello exudaba diría que se trataba de una cárcel.
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La última apuesta (Trilogía Póker: 3) [Terminada]
FanfictionCada vez que la vida de Alice parece encauzarse, una nueva traición se cruza en su camino, pero ya está harta, si la casa de cartas se vuelve a desmoronar, será ella quien la vuelva a reconstruir. ♥ ♦ ♣ ♠ Tercera parte de House of Cards. ♥ Historia...