Romeo me lo dijo al día siguiente, en dos semanas seríamos marido y mujer, y yo, manteniendo la máscara que portaba, lo acepté sin alegría, pero con obediencia.
El tono en el que me lo trasmitió era tan apagado como si me hubiese contado lo que había tomado para desayunar. Había perdido la ilusión, ya no le parecía una victoria quedarse conmigo, no si a Jungkook no le importaba porque, aunque al resto de Familias yo podía interesarle, si a su verdadero enemigo no le causaba dolor, no le encontraba sentido.
Los días siguientes fueron tranquilos. Había jornadas en las que no se presentaba a las comidas, y en las que lo hacía, estaba apático, como si hubiese perdido las ganas de continuar. A veces se me quedaba mirando, en silencio. Yo debía tragarme mis sonrisas, tan solo aquello era una gran victoria, pero lo que más me alegraba era que el plan que Jungkook y los demás habían programado sería más fácil de llevar a cabo, no creo que Romeo pusiera la misma resistencia, ni los mismos medios, que si fuera una boda que realmente le importara.
Lo que yo había parecido olvidar es que la constante de mi vida era que no podía ser feliz. Hubo indicios, pero no los vi. El primero fue durante una cena, yo estaba comiendo lo que me habían servido, mientras él ignoraba lo que tenía en su plato. Tan solo vaciaba su vaso de whisky y lo volvía a rellenar, sin dejar de mirarme. Debería haberme dado escalofríos, y claro que lo hacía, pero como todo lo que salía de él, solo era un acto más que esperaba olvidar cuando me sacaran de allí.
Tuve que haberme dado cuenta de que la frase que me dijo no fue una simple tontería de borracho, era una amenaza que no supe ver.
—Al menos, serás mía.
Tras esto se fue sin decirme nada más, y yo me sentía tan encantada de liberarme de su presencia que no vi lo que se me avecinaba.
Pero, aunque aquello era un peligro latente, hubo algo que encendió todas mis alarmas.
Recuerdo esa mañana, faltaba una semana para nuestro enlace, pero yo estaba feliz porque el Sol relucía, la naranja que estaba tomando estaba especialmente dulce, y la cara de Romeo era demasiado triste. Todo era perfecto, hasta que Duncan llegó.
Cuando lo vi entrar con esa sonrisa, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y cuando me miró con ese extraño brillo en los ojos, se le unió un sudor frío. Aquello, fuera lo que fuera, no era nada bueno.
Se agachó para susurrar algo al oído a un Romeo que fue cambiando su cara, pasó del apatismo, a la sorpresa, y de allí a una alegría exultante. Su mirada también se posó en mí. Podría haber jurado que había llamas en sus ojos.
Se levantó con una vitalidad que no había visto en mucho tiempo, se acercó a mí, me cogió de la barbilla y me levantó la cara para darme un beso en los labios.
—La vida es maravillosa, ¿no crees?
Se marcharon dejándome allí, con muchas dudas y ninguna respuesta.
La luz del día me parecía excesivamente brillante, el dulzor de la naranja demasiado empalagoso, y la alegría que tan solo unos instantes atrás sentía, un recordatorio de que daba igual lo que parecía que podía encauzarse mi vida, siempre, pero siempre, ocurriría algo que volvía para torcerla.
Un mal presentimiento me invadió. La muerte estaba cerca.
En los días siguientes me ignoró de igual modo, pero por un motivo muy diferente, estaba demasiado entusiasmado como para hacerme caso. Algo le tenía ocupado, tal vez era solo la boda, tal vez algo más. Su felicidad me asustaba, fuera lo que fuera, seguro que sería nefasto para mí.
Quería buscar a Geonhak, tal vez él sabía qué era lo qué pasaba. Pensé en preguntar a alguien del servicio, o de seguridad, pero era mucho más probable que fueran con el chismorreo a Romeo a que me dijeran algo útil.
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La última apuesta (Trilogía Póker: 3) [Terminada]
Hayran KurguCada vez que la vida de Alice parece encauzarse, una nueva traición se cruza en su camino, pero ya está harta, si la casa de cartas se vuelve a desmoronar, será ella quien la vuelva a reconstruir. ♥ ♦ ♣ ♠ Tercera parte de House of Cards. ♥ Historia...