Capítulo 14

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-Emily, no sé si es ahora buen momento para hablar del tema. – dijo Draco con pesadez.

-¿Por qué no? Nunca es buen momento. ¿Piensas que voy a contárselo a alguien? Si es así, estás muy equivocado. Si solo quisiera saberlo se lo habría preguntado a Myrtle, pero quiero que me lo cuentes tú. – aclaró la chica mientras le acariciaba con delicadeza los nudillos.

-No es eso, te creo cuando me dices que quieres ayudarme.

-Entonces hay algo más que no quieres que sepa.

-Lo que ocurre es que no sé... cómo contártelo. No sé por dónde empezar. – aclaró algo dudoso.

-Solo tienes que sincerarte. Dime lo que de verdad piensas. Quiero saber quién eres bajo esa máscara de frialdad que usas continuamente. – respondió dulcemente.

-No puedes comprenderlo. Vas a juzgarme y vas a alejarte de mí. – insistió con un tono triste pero tranquilo mientras le acariciaba suavemente el pelo. – Querrás que todo esto termine cuando sepas la verdad.

-Draco, - susurró ella incorporándose para mirarlo a los ojos. – no pienso dejarte cuando me expliques todo. Pienso seguir contigo, pase lo que pase.

Emily se acercó más hasta su rostro para besarlo con ternura acariciando en el proceso su mejilla y su mandíbula. Cuando se separaron, el rubio le pidió que fueran a un lugar más seguro y ambos llegaron hasta una clase vacía. La chica se sentó en una mesa con las piernas colgando y el slytherin se sentó en otra mesa dándole la espalda.

Con esto, el rubio había intentado ganar algo de tiempo para que se le ocurriera algo para evitar tener que darle explicaciones a la chica, pero no podía atrasarlo más y Emily esperaba a que él empezara a hablar.

-No quiero contártelo. - dijo Draco girándose para encarar a la chica.

-Está bien, no lo hagas. - masculló ella al notar la decisión que tenía el chico.

-Pero si tú quieres que lo haga. Sé que te enfadarás si no es así.

-Draco, yo no voy a obligarte a que me lo cuentes. Lo único que me gustaría es que confiaras en mí. - respondió sin evitar la tristeza en su voz.

-¡Pero es que yo sí que confío en ti! - añadió levantando el tono de voz exasperado. - Pero si lo hago te pondré en peligro.

-Yo no estoy en peligro. No me va a ocurrir nada aunque me lo cuentes.

-Te equivocas, Él se enterará. - masculló con recelo. - Soy un mortífago y si Él se entera de esto te puede utilizar en mi contra. No pienso arriesgarme a que te dañe.

Emily se asustó un poco al escuchar aquello. A decir verdad, en ningún momento se había detenido a pensar en todo lo que conllevaba ser un mortífago para Draco y, aunque no quisiera admitirlo, una parte de ella temía por lo que le pudiera ocurrir.

-No puedes protegerme todo el tiempo. Si al menos sé lo que te ocurre, podré hacer algo tanto como para ayudarte como para asegurarme de que nadie me descubra. - explicó en voz baja. - Por favor. - pidió como último recurso.

Draco echó lentamente el aire. Emily tenía razón, tenía que arriesgarse a que ella supiera la realidad, ya no había otra opción.

El rubio volvió a tomar asiento en una de las mesas y, sin atreverse a mirar a la castaña a los ojos, se preparó para comenzar a soltar todo lo que le atormentaba día tras día.

-Siempre he tenido que seguir el ejemplo de mis padres, hacer lo que fuera para que se sintieran orgullosos de mí. Durante estos seis años he intentado destacar y superar a todos, pero nuna era suficiente para mi padre. – comenzó con la voz inexpresiva. – Seguro que sabes que mi padre está en Azkavan, y eso quiere decir que ahora soy yo el que tiene que proteger a mi familia, aunque para eso tenga que ser un mortífago. Cuando hice mi iniciación tenía la vaga esperanza de que mi padre sonreiría orgulloso al verme siguiendo sus pasos; pero yo no soy así y no puedo fingirlo más. 

Los ojos de Emily comenzaban a empañarse levemente. Ella jamás se había planteado los problemas familiares que tenía Draco. Suponía que el chico tendría sus discursiones al igual que el resto del mundo, pero para él todo había sido más difícil.

-He estado recibiendo clases de Artes Oscuras con mi tía Bellatrix durante el verano, y todo ello para poder superar la maldita misión de Voldemort. Él está enfadado con mi padre y lo está pagando con mi madre y conmigo. Si no quiero que nos torture, o peor, nos mate a los dos, tengo que acabar con Dumbledore antes de que termine el año... Ni siquiera puedo pronunciar con fuerza un Crucio y tengo que matar a uno de los magos más poderosos.

Al escuchar aquello, Emily rompió a llorar en silencio y ahogó un gemido de tristeza a la vez que notó como la voz de chico se quebraba conforme seguía hablando.

-He intentado envenenarlo en dos ocasiones, pero he fallado. Estoy intentando arreglar el armario Evanescente de la Sala de los Menesteres, pero es muy complicado. Quizás si lo consigo puedan entrar algunos mortífagos a Hogwarts y cumplir mi misión. Por eso estoy tan ocupado. Porque cuando vuelva a casa por Navidad, ¿qué debo decirle a mi madre? ¿Qué puede que la maten por mi incompetencia? – dijo levantando la voz, la cual estaba temblorosa.

Draco levantó los ojos notablemente acuosos hacia la chica viéndola sollozar en silencio.

-No tienes que seguir conmigo. – susurró mirándola, aunque ella no quería cruzar la vista con él. – Entiendo que no quieras involucrarte en nada de esto. He sido egoista al estar junto a ti sin que supieras toda la oscuridad que me rodeaba. De alguna manera siempre supe que había nacido para ser un mortífago más entre sus filas. Supongo que mi alma ya está demasiado podrida como para recuperarla, pero tardé mucho en darme cuenta. Ahora ya es tarde. – susurró dejando caer una lágrima por su pálida mejilla.

Emily se levantó rápidamente de la mesa y se lanzó a abrazar al chico escondiendo su rostro en su cuello.

-No pienso dejarte. – repetía ella constantemente.

-No, Emily, es mejor que lo hagas. – advirtió el rubio a la vez que le correspondía el abrazo. – No te aconsejo pasar mucho tiempo conmigo. La gente que pasa mucho tiempo a mi alrededor suele terminar muy mal.

-No, Draco, por favor. – suplicó ella tristemente. – No me obligues a dejarte solo. No es demasiado tarde para nada. Por favor, quiero ayudarte. Te entiendo, lo haces por tu familia. Nada de esto es culpa tuya. No has elegido nada de esto. No eres una mala persona. Lo sé.

-Emily, todo esto es mi futuro. No sé cuándo terminará. No puedo rehuirlo ni arrastrarte conmigo. Cuando caiga no puedo permitir que tú también lo hagas conmigo.

-No vas a caer. No te lo pienso permitir. – dijo la castaña. -Te quiero, Draco, y nada puede cambiarlo. Vamos a enfrentar todo esto juntos. Vamos a salir de esta.

El rubio la besó pegándola completamente a su cuerpo aliviado de saber que no volvía a estar solo. Ella le correspondió con la misma necesidad mojándole levemente el rostro con sus lágrimas.

Y, aunque ninguno de los dos lo sabía, con esa conversación habían conseguido crear unos lazos entre ellos que los iban a unir a pesar de las dificultades que les pusieran en el camino.

Quiero ayudarte | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora