Capítulo 4

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Malfoy miraba al suelo seriamente escuchando a su capitán regañarle. Seguro que varios alumnos de su casa también le harían algún comentario mezquino cuando le vieran.

Cuando todos los jugadores salieron, Emily se resguardó tras una pared esperando al rubio, el cual no iba entre ellos. Emily se asomó y lo vio a él solo sentado en uno de los bancos. Lentamente entró intentando no hacer demasiado ruido.

-Todos odiamos perder. – dijo ella a unos cuantos metros de distancia.

Él se sobresaltó y rápidamente se levantó y se frotó los ojos con la manga de la capa.

-¿Qué quieres? – preguntó fríamente el chico cruzándose de brazos.

En vez de contestar, Emily se dedicó a observarle fijamente. Tenía los ojos rojizos. Seguramente habría llorado un poco cuando todos se habían marchado. Él también sabía que habían perdido por su culpa.

-Te he hecho una pregunta. – dijo con firmeza de nuevo el rubio.

-Solo quería felicitarte. Has estado a milímetros de cogerla. – le respondió ella sonriendo.

Malfoy se desconcertó al oír aquello. La miró fijamente y vio la corbata roja de Gryffindor, por lo que arrugó el ceño.

-¿Quién eres? – preguntó con recelo. Eso le impactó bastante a la chica, es verdad que no habían hablado nada, pero no pensaba que fuera a olvidarse de ella. – Espero que no seas una sangre sucia.

-No, no soy una sangre sucia. – respondió ella acercándose hacia él. – Quizás alguien te diga algo sobre el partido y te eche la culpa de haber perdido, pero no puedes aceptarlo sin más. Eres Draco Malfoy, toda tu familia ha ido a Slytherin, eres como… el príncipe de Slytherin. – dijo feliz.

Draco se limitó a quedarse callado, pensativo y extrañado; pero distante, como siempre.

Al terminar, Emily se alejó para salir de los vestuarios, pero se detuvo a unos pocos pasos de la puerta.

-Por cierto, tienes unos ojos muy bonitos. – añadió antes de salir.

No había vuelto a hablar con él en todo el año. Lo había seguido observando en numerosas ocasiones pero no se había acercado a él de nuevo. Lo que sí había notado era que de verdad se estaba comportando como si fuera el “príncipe de slytherin” como ella le había dicho. No tenía ni la más mínima idea de qué habría ocurrido pero nadie más volvió a comentarle nada sobre el partido.

También, por ejemplo, se había batido en duelo contra Harry Potter y con gran arrogancia lo había enfrentado.

Cuando comenzó el tercer año, se le pasó por la cabeza la idea de que le gustara Draco Malfoy. Nunca había pensado en eso hasta que una noche Lavander, Padma y ella comenzaron a hablar de los chicos más guapos de Hogwarts y de las parejas que podía haber. Pero no, eso no era posible. A ella no le gustaba el rubio. Simplemente le llamaba la atención su personalidad. Seguro que si hubiera ido a su casa no habría estado tan obsesionada con el tema del chico.

Al parecer, todo el mundo había cambiado mucho en el paso de segundo a tercero, tanto en aspecto físico como psicológico.

Emily asumía que había cambiado. Era mucho más tímida que antes, se preocupaba por su apariencia y por lo que pudieran pensar de ella, y era más coqueta respecto a los chicos. También su físico había variado: se había dejado el pelo más largo en vez de la melena media y recta que llevaba, y tenía el flequillo a un lado, lo que le daba un aire más juvenil; además, muchos rasgos de la cara eran ahora más adolescentes.

Otra persona que también había cambiado mucho era Draco Malfoy: estaba más alto; no tenía cara de niño, sino que podría pasar por un alumno de cuarto curso; y el pelo ya no lo llevaba engominado hacia atrás, seguía siendo muy rubio pero lo llevaba natural con algún que otro mechón por la frente.

Conforme avanzaba el curso, Emily estaba más pendiente del rubio. Había una chica de slytherin, Pansy Parkinson, que estaba todo el día cerca de él. Eso era algo que a ella la ponía de los nervios, aunque no sabía por qué.

En una clase de cuidado de criaturas mágicas, Hagrid les trajo a Buckbeak, un hipogrifo. Les enseñó cómo acercarse a él para poder tocarlo y luego tomó como ejemplo a Harry, el cual lo intentó y lo consiguió satisfactoriamente. Pero Draco se saltó todas las advertencias del profesor y se acercó peligrosamente hasta el animal; el cual, al sentirse amenazado, comenzó a mover con fuerza sus alas golpeando al chico.

Draco impactó contra el suelo con fuerza y varios alumnos se sobresaltaron. Sin poder evitarlo, Emily, que había estado muy pendiente de cada movimiento de Malfoy, soltó un grito cuando el chico cayó al suelo a unos pocos metros de todos los alumnos que permanecían inmóviles mirando el cuerpo de Malfoy.

Impulsivamente, se abrió paso entre los alumnos y corrió hasta alcanzar al chico. No tenía mucha idea de qué hacer, pero al parecer Hagrid tampoco sabía cómo reaccionar ya que estaba paralizado.

Lo puso bocarriba y acercó su cabeza a su pecho y a su rostro para asegurarse de que su corazón latía a ritmo normal y seguía respirando. Tras unos segundos, el gigante fue rápidamente a tranquilizar al hipogrifo antes de que volviera a arremeter contra el rubio y contra la chica que ahora lo estaba ayudando.

Emily quitó una piedra que estaba bajo el cuello del chico y otras dos que estaban clavándosele en la espalda intentado que los quejidos lastimeros y roncos que daba fueran menores.

Cuando se giró hacia Hagrid en busca de ayuda, este ya se encontraba casi al lado suyo. Ella asintió levemente para que supiera que estaba bien y luego el gigante cargó al chico en brazos y se marchó apresuradamente hacia el castillo para que le atendieran en la enfermería.

Emily levantó la cabeza hacia el resto de alumnos que habían contemplado la escena, todos ellos perplejos. Todos la miraban extrañados y algunos hasta con mala cara por lo que acababa de hacer. Al parecer, ni siquiera los amigos más cercanos de Draco se habían acercado a ver cómo estaba el rubio.

Neville fue el único que se acercó hasta ella para ayudarla a levantarse. Tenía las rodillas magulladas por haberse tirado al suelo con falda.

Los alumnos comenzaron a marcharse poco a poco comentando lo que acababa de ocurrir mientras ella volvía apoyada en Neville hasta el colegio.

Cuando llegó a su sala común, ya estaban todos allí. La miraban seriamente como si hubiera hecho algo malo, cosa que no llegaba a comprender.

Quiero ayudarte | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora