Capítulo 5

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-¿Por qué has hecho eso? – le preguntó Seamus Finnigan.

-¿Hacer el qué? – inquirió ella confusa.

-Ayudarle. – aclaró Ron cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.

-¡Podía haber muerto! – se defendió ella una vez que comprendió a qué venía tanto enfado.

-Es un slytherin. Es más, es el peor de los slytherins. – añadió Dean Thomas.

-Me da igual quién sea. – contestó la castaña. – Si hubiera sido cualquier otra persona también habría corrido a ayudarle.

-Tú eres una gryffindor, Emily. – indicó Lavander algo más calmada que el resto. – No puedes ayudar al enemigo. Esa casa nos ha fastidiado en muchas ocasiones y prefiero no hablar de las numerosas peleas que hemos tenido con Malfoy y sus amigos.

La castaña tuvo que escuchar varios discursos de los chicos y chicas de su curso durante casi una hora. Todos ellos enfocados a lo mal que lo había hecho al ayudar a Draco Malfoy.

Cuando subió a su cuarto, ella continuaba segura de que había actuado bien. Daba igual lo que dijeran el resto.

Esa misma tarde se saltó una clase para ir a ver al chico al hospital. No podía evitar estar preocupada al no saber en qué estado se encontraba. Quizás tenía algo roto o quizás solamente tenía unos pocos rasguños.

Draco estaba recostado en una de las camas. Toda la habitación estaba vacía por lo que nadie podría verles hablar.

-¿Te encuentras bien? – le preguntó ella suavemente en cuanto llegó a su cama.

El rubio se giró para mirarla y la examinó de pies a cabeza antes de hablar.

-Gryffindor. – bufó malhumorado. - ¿Qué quieres?

-Saber si te encuentras bien. – respondió sincera.

Malfoy se quedó unos segundos intentando descubrir las intenciones de la chica, pero no vio nada extraño en ella ni en sus palabras. A decir verdad, tenía muchas admiradoras en todas las casas y seguramente la castaña sería una de ellas.

-Me han dicho que he tenido suerte de no perder el brazo; pero lo sigo conservando porque, según las enfermeras, soy demasiado fuerte. – explicó orgulloso pero con algo de recelo. – Ese pajarraco con plumas se va a enterar. Mi padre no piensa quedarse de brazos cruzados ante esto.

Emily lo escuchaba con admiración, cosa que le encantaba al chico.

Pasó unos diez minutos más atendiendo a lo que decía hasta que tuvo que marcharse antes de que salieran los alumnos de clase. En ningún momento él le había preguntado por su nombre, pero tampoco había hecho ni un solo comentario que afirmara que sabía que era la misma chica con la que habló hace un año en los vestuarios.

El cuarto año iba a ser bastante especial. En Hogwarts se realizaba el Torneo de los Tres Magos y venían dos colegios más a pasar una temporada con ellos. Sorprendentemente, y a pesar de la joven edad, Harry Potter fue uno de los elegidos para competir. Ese hecho molestó bastante a Draco, que hizo todo lo posible para fastidiarle y bajarle la moral.

A demás, si el año pasado Pansy Parkinson estaba muy cerca del rubio, este año ya no se separaban. Bastantes chicas del curso habían comenzado a desarrollarse, incluida Emily, pero Pansy las ganaba a todas en cuanto a pecho, curvas y culo.

El año avanzaba y Emily suponía que había algo más que amistad entre Draco y la arpía morena. Estaban justo en la edad de los primeros besos y novios y tanto chicas como chicos tenían las hormonas revolucionadas.

Unos meses antes de Navidad, había un círculo en torno a Harry, Hermione y Ron, y Draco y su pandilla de slytherins. Neville y Emily, se acercaron para ver que ocurría.

Al parecer, como de costumbre, el rubio estaba de nuevo burlándose del moreno; pero esta vez era diferente: algo había dicho alguno de los dos que había hecho que ambos sacaran la varita dispuestos a luchar.

La castaña apretaba el brazo de Neville nerviosa porque uno de los dos lanzara el primer hechizo. Si Harry empezaba podría herir a Draco, y si empezaba Draco, este podía ser castigado severamente. Y sí, tampoco quería que a Harry le pasara nada grave.

Justo cuando el rubio iba a pronunciar un hechizo, Ojoloco Moody, un profesor que había entrado nuevo este año intervino en la pelea y lanzó un hechizo al slytherin. Este disminuyó notablemente su tamaño y se transformó en un pequeño hurón.

Todo el mundo que se encontraba allí comenzó a reírse y a mofarse del chico. Pero por si eso no fuera poco, el profesor lo hizo rebotar repetidamente impidiendo que huyera.

Alumnos de todas las casas estallaban en risas mientras que Emily no paraba de imaginarse lo mal que debería estar sintiéndose el rubio en ese momento, pero ella no podía hacer nada contra el profesor.

Tras unos minutos acudió la profesora McGonagall obligando al profesor a transformar de nuevo al chico en persona. Este resopló pero al final formuló el contra hechizo.

Draco se levantó rápidamente del suelo y se abrió paso entre la multitud de alumnos para marcharse corriendo de allí.

Las burlas contra el rubio fueron continuas durante las siguientes semanas. Ron Weasley lo había apodado “Draco, el increíble hurón saltarín” y ese mote se había extendido por todos los alumnos.

Malfoy apenas respondía a los comentarios burlescos de los alumnos, mientras que Emily no hacía más que compadecerse por él. Intuía como se sentía y le dolía que a nadie más le importara el estado del chico.

Cuando pasó un mes lleno de burlas contra él, el rubio era apenas visible por el colegio. Solo acudía a clases y algunas veces al Gran Comedor. Pero Emily era lista y había observado dónde iba el chico para que nadie lo viese. Y un día se decidió a hablar con él.

Malfoy se encontraba en un oscuro y solitario pasillo. Estaba sentado en el suelo con la cabeza entre las piernas, esperando a que pasara el tiempo.

Emily intentó acercarse con sigilo, más con tanto silencio era imposible que él no la descubriera.

-Déjame en paz. – ordenó tras ver que era solo una chica. Pero Emily continuó avanzando hasta él. – Que, ¿tú también tienes que repetirme el estúpido mote? – añadió irónicamente al verla justo delante.

-No. – susurró ella suavemente sentándose a su lado. – Solo venía a verte.

Quiero ayudarte | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora