Capítulo 8

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Me tapo la cara, como si de esa manera pudiera ahuyentar el agudo y molesto dolor de cabeza.

Giro sobre la cama, y abro los ojos, pero vuelvo a cerrarlos de inmediato al encontrarme directamente con un rayo de luz que provoca que el dolor incremente.

Siento como si la cabeza me fuera a estallar. Definitivamente bebí demasiado, qué pésima idea.

Sólo espero que haberlo hecho no haya tenido consecuencias de las que pueda arrepentirme.

No tengo idea de cómo llegue a casa.

Seguramente Nathan fue quien me trajo y...

Abro los ojos asustada y me siento sobre la cama de golpe, pero me arrepiento al instante. La luz que se cuela de las ventanas vuelve a darme directo a los ojos. Me tapo la cara de inmediato, y un gemido de dolor se me escapa de los labios.

No vi mucho, pero definitivamente no estoy en mi habitación.

El pánico me ataca, e incrementa aún más cuando me doy cuenta de que sólo estoy vestida con una playera, que evidentemente no es mía. Y que eso y mi ropa interior son lo único que me salvan de estar desnuda.

¿Qué pasó anoche?

Acaso Nathan y yo...

Me da un escalofrío de sólo pensarlo.

Con temor, bajo la mirada para ver si él aún se encuentra dormido. Pero no lo encuentro.

Quiero levantarme y escapar, pero primero debo saber dónde está mi ropa.

Antes de que pueda hacer cualquier cosa, escucho que la puerta del cuarto se abre. Por automático, tomo las sábanas y las subo para cubrirme. Porque como ya dije, no tengo nada debajo de la playera.

Miles de excusas cruzan por mi cabeza para explicarle a Nathan que debo irme. Pero me sorprendo al encontrar a alguien más en el umbral de la puerta.

¿Qué?

¿Cómo es posible?

Preston me mira, pero no dice nada. Sólo camina con tranquilidad hacia mí, mientras sostiene un vaso de agua.

Él no se encuentra en pijama. De hecho, parece que acaba de arreglarse para salir a algún lado.

No puedo dejar de mirarlo, me cuesta creer que esto realmente esté pasando. Parece demasiado irreal.

Tal vez aún sigo borracha.

—¿Cómo amaneciste? —pregunta, mientras se sienta en el borde de la cama.

Tomo el vaso, y veo que hay una pastilla efervescente sumergida en el fondo. De la cual salen miles de burbujitas.

—¿Cómo llegué aquí? —pregunto con cautela, porque sólo se me ocurre una razón por la cual estoy en su cama...

Le doy un sorbo a la bebida, y hago una mueca al sentir que el burbujeante liquido pasa por mi garganta.

—Yo te traje.

Frunzo el ceeño.

—¿Por qué? Si yo estaba con Nathan.

Él sonríe.

—No recuerdas nada, ¿cierto?

Niego despacio con la cabeza.

—¿Qué pasó anoche? —pregunto temerosa.

Él pasa una mano por su cabello, desordenándolo. Y por la manera en que mueve los ojos en varias direcciones, me doy cuenta de que está tratando de organizar sus ideas.

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