Capítulo 24

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Acaricio mi vientre con suavidad, y lo miro con atención.

No sé si sólo me lo estoy imaginando, pero ya puedo notar que está un poco abultado. Lo cual es una locura, porque apenas tengo dos meses de embarazo.

Dos meses se dicen fáciles. Pero, han pasado tantas cosas, que parece que fue hace una eternidad cuando me enteré de que estaba embarazada.

Después de que pasó la consternación por la noticia y conseguí asimilarla, comencé a comportarme indiferente con el bebé. Intenté ignorarlo, fingir que simplemente no estaba ahí, actuar como si nada.

Estaba tan enfadada con él por haber arruinado mis planes de irme de aquí, que no me importó si algo de lo que hacía podía llegar a hacerle daño. Por mucho tiempo me porté así con él, pero no fue justo. Él o ella no merecía ese trato de mi parte. No pidió existir en primer lugar, y si está creciendo dentro de mí, es por mi descuido. Por culpa mía, de nadie más.

Estaba comportándome como mi madre, echándole la culpa al bebé de todo, y no quiero ser como ella. No quiero que el bebé se sienta rechazado por mí incluso antes de nacer.

Y bueno, viéndolo desde el lado positivo, este bebé es un recuerdo viviente del hombre que amé con locura. Y que, siendo sincera, aún amo.

Miro el anillo que tengo sobre la mano, el que me dio Preston en esa cabaña de madera cuando me propuso que me casara con él. Pienso en él, y cómo sería todo si ahora estuviéramos en Nueva York.

¿Cómo sería estar ahí con él? Como esos días en su departamento seguramente, y él estaría desbordado de felicidad por saber que vamos a tener un bebé.

Meto el anillo en el cajón del buró, y lo cierro con brusquedad. Ya no debería torturándome pensando en esas cosas, y poniéndome esa sortija. Pero no puedo evitarlo. Es una manera de sentir que una parte de él está conmigo.

Lo echo de menos, tanto, que duele, pero sé que no puedo volver con él. No sería sano después de todo lo que pasó. Él ya no confía en mí, y me lastimó, tanto, que no sé si algún día pueda llegar a perdonarlo.

Sacudo la cabeza para dejar de pensar en eso, y me levanto de la cama. Me pongo el abrigo de lana color beige, tomo mi bolso y salgo de mi habitación.

Hace tiempo que dejó de nevar, pero aún se siente frío en las calles.

Bajo las escaleras, y cuando llego al vestíbulo, me encuentro con la señora Miller.

—¿Ya se va señorita Ewart? —pregunta extrañada.

—Si, voy a salir.

Ella frunce el ceño y las arrugas de su rostro se marcan más.

—Pero sus amigas van a venir al rato por usted para llevarla a su despedida de soltera.

—Dígales que tuve que salir, por favor.

—De acuerdo —responde no muy convencida.

Salgo, y espero al Uber que pedí hace rato. Llega poco después, y se pone en marcha rumbo al centro comercial.

Solamente falta un mes para la boda y los amigos de Nathan decidieron hacerle una despedida de soltero. Es bueno, porque él no dormirá en casa. Sin embargo, eso motivó a las chicas. Ellas no quisieron quedarse atrás, y también me organizaron una despedida de soltera, que será hoy. De ninguna manera pienso ir, porque sé que sus planes van de tener un montón de alcohol, y no puedo poner en riesgo al bebé de esa manera. Además, sigo sintiéndome cansada, y con todos los malestares que el embarazo implica. Así que ir de fiesta no es una opción.

Espero verte de nuevo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora