Si Nathan y yo antes no nos hablábamos. Ahora mucho menos.
Es tanta la lejanía entre nosotros, que hay ocasiones en las que ni siquiera lo veo en todo el día. Pero es lo mejor.
Bueno, al menos para mí.
Quisiera que Preston lo supiera, pero parece que él no quiere saber nada de mí. Porque ni siquiera ha intentado ponerse en contacto conmigo.
Temo que sigue enfadado conmigo, y dudo que se le baje pronto el coraje.
Hoy voy a verlo, espero que podamos hablar y solucionar esto.
Eso espero.
Guardo el celular al ver que el coche se detiene frente al enorme edificio de los Meller. Esta vez, no vengo para verme con Preston. Va a haber una reunión con los socios, y al parecer es importante que esté presente.
Avanzo por el vestíbulo, y subo por el ascensor. Camino por el pasillo, y a través de las paredes de cristal de la sala de juntas veo que ya todos se encuentan ahí. Bueno, casi todos. Aún faltan los padres de Nathan.
Nathan se apresura en acercarse a mí, y me da un beso en la mejilla. Supongo que para guardar las apariencias.
—Que bueno que ya llegaste —me dice—, estaba preocupado.
Lo ignoro. Y evito a toda costa mirar hacia el otro extremo de la mesa, donde se encuentra Preston.
Me siento a una distancia prudente de Nathan, y me quedo callada mientras mis padres hablan con Nathan. A veces él parece más su hijo que yo.
Cuando llegan los señores Hamilton, se disculpan por la tardanza, y la reunión comienza.
Hablan de números, estadísticas y la competencia. Intento poner atención, enserio que sí, pero cuando menos me doy cuenta, ya he tomado un boligrafo y hago garabatos sin sentido en la libreta que tengo en las manos.
Sólo escucho que han habido avances y mejoras. Que las amenazas han reducido, y que se han abierto varias oportunidades de mercado.
Tres horas después, se apaga la pantalla, y Robert Meller cierra la laptop. Se despide avisándonos que habrá otra reunión el próximo mes, para evaluar que las estrategias estén funcionando correctamente.
Todos nos ponemos de pie, y Preston es el primero en marcharse. Supongo que ese es un no a la posibilidad de que nos veamos para hablar.
Todos salimos, y de repente siento que Nathan me toma la mano.
—Te llevo al trabajo —me dice—. Yo también voy para allá.
Niego con la cabeza, y me deshago de su agarre intentando no ser brusca.
—No es necesario. Voy a ir a almorzar y después me iré a casa, no me siento muy bien.
Nos metemos al ascensor, y después él pasa a mi lado, ignorándome, y sale del edificio.
Saco el celular para ver si hay un buen lugar para comer cerca. Y antes de que pueda marcharme, escucho que alguien me llama:
—Señorita Ewart —volteo, y veo a una mujer de baja estatura corriendo a mi dirección.
Cuando llega, se acomoda los lentes, y trata de tranquilizarse para poder hablar. La reconozco casi de inmediato, es la secretaria de Preston.
—No se vaya —jadea, y se lleva una mano al pecho—. El señor Meller desea verla.
—¿Ahora? —frunzo el ceño.
Ella asiente con la cabeza.
—Acompáñeme por favor.
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Espero verte de nuevo
RomanceÉl es el hombre con el que ella quiere estar, más no con quien puede estar. Muchas personas creen que los matrimonios arreglados eran cosa del pasado. Pero, eso no es del todo cierto. En medio de un ambiente lleno de engaños, frivolidad, hipocresía...