—¿Tienes planes para esta noche? —me pregunta Preston del otro lado de la línea telefónica.
Me dejo caer sobre la cama, y miro el liso techo de color blanco.
—No realmente, mis padres no están en casa. Pero no tengo ganas de salir.
Me siento tan tranquila sin ellos y sin los Hamilton cerca, que no quiero salir de aquí.
—Ya veo, y... ¿No te preguntaron donde estabas la otra noche?
Sonrío.
—Les dije que me fui a un hotel, porque ya era tarde y no encontraba a Nathan. Así que todo bien.
—¿Y Nathan?
—Le dije lo mismo, y al parecer también se lo creyó. O al menos eso pareció.
Escucho su risa.
—Tuviste suerte, me alegro por ti.
—Lo sé. Pero debo ser más cuidadosa si no quiero que me atrapen contigo.
Preston se queda en silencio, y después lo escucho suspirar.
—Y... ¿Qué has pensado?
Frunzo el ceño, y me siento sobre la cama.
—¿De qué?
Otro suspiro.
—De lo que hablamos hace unos días. Ya sabes... De tener algo mientras aún no te casas.
El pulso se me acelera.
—¿Enserio sigues pensando en eso? —me muerdo el labio inferior, nerviosa.
—Bueno... Nunca me diste una respuesta.
Bajo la mirada hacia el edredón blanco donde estoy sentada, e intento ordenar mis ideas.
—No lo sé, Preston —aumenta el nerviosismo—. Para empezar... ¿Estás con alguien ahora mismo?
Escucho que resopla.
—Vaya —dice con amargura—. Que bueno es saber que tienes ese concepto de mí.
—No —me levanto de la cama—. Pero tienes que entenderme. Si accedo, debo tener la seguridad de que... —me callo, sin atreverme a decir lo demás.
—¿De qué? —espeta molesto—. ¿De que no voy a acostarme con nadie mientras tú lo haces con Hamilton?
Frunzo el ceño.
—¿Cómo puedes decir eso? —respondo indignada—. Si sabes que ni siquiera me agrada.
—Oh claro, por eso sales con él casi todas las noches a cenar.
—Me obligan a hacerlo, yo no...
—¿Sabes? Empiezo a creer que usas lo de tus padres como excusa. Que tú en realidad sí estás interesada en Nathan, y que sólo quieres hacerte la interesante conmigo.
—¿La interesante? —alzo la voz—. ¿Por qué haría algo como eso?
—Para que esté al pendiente de ti —se altera—, y que no pueda dejar de pensar en ti. Te felicito, porque tu estrategia está funcionando, pero ya no voy a seguirte el juego.
Quiero responderle, pero suena el timbre de que ha finalizado la llamada.
Dejo el celular en la mesita de noche y me siento sobre la cama.
¿Enserio cree que estoy interesada en Nathan? Que estupidez.
Vuelve el silencio. Y es ahora cuando me doy cuenta de que al parecer sólo me tengo a mi misma.
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Espero verte de nuevo
RomanceÉl es el hombre con el que ella quiere estar, más no con quien puede estar. Muchas personas creen que los matrimonios arreglados eran cosa del pasado. Pero, eso no es del todo cierto. En medio de un ambiente lleno de engaños, frivolidad, hipocresía...