Capítulo 27

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Ya ha pasado más de una semana desde que salí del hospital. Más de diez días desde que estoy en el departamento de Preston, y ya me siento más fortalecida físicamente. Ya puedo hacer más cosas por mi cuenta.

Jamás he sido de las personas a las que les gusta estar quietas y pasar casi todo el día sin hacer nada, pero esta ocasión me obligué a hacerlo, porque no quiero volver a poner en peligro a mi bebé. 

Desde el día que llegué, se puede decir que me apropié de la habitación de Preston. Yo no quería causarle tanta molestia, pero él insistió en que yo durmiera aquí y él en el sofá. Desde entonces, él y yo establecemos el mínimo contacto posible, y eso es bueno. No quiero volver a involucrarme con él.

Preston se levanta temprano todos los días para ir al trabajo, y a pesar de que trata de ser silencioso, siempre escucho cuando él entra a la habitación para tomar su ropa. Y casi no lo veo, porque se queda todo el día en la oficina, y siempre que regresa, yo termino de cenar y regreso a la habitación, donde me encierro. Así es nuestra rutina, sin hablar casi, incluso durante el fin de semana, donde yo me quedé en la habitación y él en la sala.

Supongo que él sigue sin querer verme. Pero esta bien, porque así respeta mi espacio.

Giro sobre la cama, y reviso la hora en el reloj. Veo que son casi las once de la mañana. No me extraña. Nunca había dormido tanto antes de estar embarazada, pero leí que es algo normal en esta etapa. Tendré que acostumbrarme, supongo.

El estómago me ruge, por lo que me levanto de la cama y me dirijo a la cocina.

Me acerco a la barra, y me encuentro con la señora Jones, quien se encarga de hacer la limpieza. La conocí hace unos días, y en realidad es bastante agradable.

—Buenos días señorita Kate —me saluda—. Ya preparé su desayuno, me imagino que ha de tener hambre.

—Muchas gracias —sonrío, y me siento sobre el taburete.

Ella pone frente a mí el plato lleno de panqueques con miel de maple, y un vaso de jugo de naranja. Tomo el tenedor sin pensarlo, y comienzo a comer.

—¿Ya se siente mejor? —me pregunta, y comienza a limpiar la encimera.

—Si, ya me siento mucho más recuperada —sigo comiendo—. Estos desayunos sin duda me han ayudado a sentirme mejor.

Ella sonríe.

Desayuno con calma, y cuando termino, regreso a la habitación. Me siento en la cama, tomo mi celular y busco el número de la agente de bienes raíces. Sólo espero que el departamento en California siga disponible.

De todos modos, aunque no lo esté, buscaré otro. Porque me urge irme de aquí. Porque no quiero que mis padres me encuentren. Y siendo sincera, porque ya no quiero estar cerca de Preston. Hace que todo sea aún más difícil.

Marco el número, y espero. Al poco rato ella me contesta, y temo que me dé malas noticias, pero me avisa que el departamento sigue disponible, y que la dueña lo apartará para mí. Sólo tengo que ir a California cuanto antes, y pagar el anticipo.

Finalizo la llamada, y me siento más aliviada. Ya tengo el departamento, sólo tengo que buscar un vuelo.

Tomo mi laptop, abro una ventana de Google y busco boletos de avión para mañana, que me lleven a California.

Aún me pregunto cómo podré hacer esto sola, cómo podré cuidar de mi bebé sin la ayuda de nadie. Pero sé que encontraré la manera.

Una vez estando allá, lejos de todo, por fin podré ser libre. Y sé que todo mejorará en mi vida.

Espero verte de nuevo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora