CAPÍTULO 6

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NARRADOR
El llanto inundaba a la pequeña rubia, se encontraba hincada al lado del cádaver de su madre.

¿Por qué había muerto? ¿Quien cuidaría de ella ahora?

Las preguntas rondaban en su cabeza, deseaba haber evitado su muerte, pero ¿Como conseguiría las medicinas que necesitaba?

La plaga se la había llevado al igual que se llevó a su padre y a la mayoría de las personas que vivían en donde ella vivía.

—Aquí hay uno más— dijo un hombre acercándose a donde la madre de la pequeña se encontraba. Dos hombres más se acercaron con una camilla y se llevaron a la mujer —¿Y tú padre?— el hombre preguntó a la pequeña, pero ella solo lloraba sin cesar.

Como no había quien se hiciera cargo de la niña el hombre decidió llevarla con él. Sabía que no habría problema, su madre y padre habían muerto y ahora no había nadie quien la cuidara.

La alojó en su casa junto a los otros cuatro niños, quienes también habían perdido a su familia gracias a la peste.

—¿Cuales son sus nombres?— preguntó el hombre una vez estando en esa lujosa mansión.

—Victoria— respondió la niña rubia, aún con lágrimas en los ojos.

—Eric— respondió el niño más alto.

—Eliza— respondió la niña castaña.

—Morgan— respondió el niño con gafas.

Y el niño de cabello negro guardó silencio y apretó el puño —Devuélveme a mi mamá— susurró manteniendo las lágrimas dentro de sus ojos, se abalanzó sobre el hombre y trató de golpearlo.

—Tranquilo— el hombre tomó las manos del niño y trató de tranquilizarlo —yo no voy a lastimarlos ni hacerles daño. Sus padres murieron por la peste y ahora yo cuidaré de ustedes.

Por mucho que doliera Victoria sabía que lo que el hombre decía era verdad, sus padres habían muerto porque no había podido conseguir el medicamento que necesitaban para curarse. Viviendo de un lugar de bajos recursos las cosas esenciales como el ir al médico o comer carne no estaban a su alcance.

Pronto se resignaron a jamás volver a ver a sus padres, el hombre les brindó todo lo que necesitaban, los envió a la escuela, les dio lujos y comodidades y también les dio un entrenamiento, no quería que pasara lo mismo qué pasó con sus hijos. Tal vez no los entreno lo suficiente como para que pudieran defenderse como era debido, así que entrenó a los pequeños para que nadie los lastimara.

—¿Quiénes son ellos?— preguntó la pequeña Victoria a John. Mientras miraba el retrato de la familia del hombre.

—Ellos son la difunta espesa del jefe y sus tres hijos— respondió el chico.

—¿Dónde están ellos?— volvió a preguntar, esta vez caminando en dirección a la habitación que se le asignó.

—Alguien se los llevó, por eso el jefe los está buscando día y noche para poder encontrarlos.

—Ya veo, espero que algún día él pueda encontrarlos y que regresen con bien a su hogar.

—Si, yo también— susurró el chico.

Victoria entró a la habitación —Buenas noches, John— sonrió antes de cerrar la puerta.

(...)

Tan pronto como los niños llegaron, se acoplaron al hombre. Victoria estaba tan agradecida con él por haberla acogido. Era tanto su agradecimiento que recibirías una bala por él si fuera necesario.

Los años pasaron, los niños crecieron y también aprendieron mucho acerca de cómo defenderse. El hombre decidió darles un número para medir su fuerza y capacidad, así ellos pelearían por obtener el mejor número y ser el más fuerte y poderoso.

1. Franz
2.Eliza
3. Victoria
4. Eric
5.Morgan

Así estaban enumerados, el chico pelinegro era el más fuerte de todos, en cambio, Morgan era el más inteligente de todos y aunque no era tan fuerte su inteligencia lo había llevado a ganar innumerables peleas.

Los cincos juntos eran invencibles, tenían fuerza, inteligencia, estrategia, todo lo necesario para ganar batallas.

Los cinco eran unidos, jamás hubo rivalidad entre ellos porque sabían que cada uno tenía sus propias fortalezas y también debilidades. Y entre los cinco se cuidaban las espaldas, en pocas palabras eran el equipo perfecto.

El hombre continuó buscando a sus hijos, no se rindió a pesar de que ya habían pasado muchos años. Ahora con la ayuda de las peculiaridades de los cinco chicos podría encontrarlos más fácil.

1. Franz
Peculiaridad: Fuerza sobrehumana.

2. Eliza
Peculiaridad: Rastreo

3. Victoria
Peculiaridad: Visión X (Ver a través de los muros)

4. Eric
Peculiaridad: Anulación

5. Morgan
Peculiaridad: Genio

Eliza podía rastrear otra peculiaridad incluso si el mutante se encontraba a cientos de kilómetros, esa peculiaridad ayudó a encontrar a Moira. Una vez encontrada fue el turno de Victoria, la cual fue a las instalaciones y memorizó la estructura del lugar para que una vez elaborado el plan por Morgan les fuera más fácil escapar de ahí.

MOIRA
Una chica castaña se acercó a donde me encontraba sosteniendo a la soldado, el chico de lentes también y también el alto, el chico alto trato de quitarme a la soldado, pero yo me encargaría de llevarla, no sabía quienes eran ellos y tampoco sabía si podía confiar.

—Ellos están por aquí— la castaña señaló en dirección al norte, todos comenzamos a caminar. Obvio que no confiaba en ellos así que permití a mi poder salir un poco para poder defenderme en caso de que llegaran a atacarme. —Guarda ese poder para alguien más, Moira— la castaña volteó a verme —Nosotros no te haremos daño.

—No puedo confiar en ustedes— mire amenazante a cada uno de ellos. —Para comenzar ¿Quiénes son ustedes? Y ¿A dónde me llevan?

—Nosotros somos los cinco y te llevamos de vuelta con tu padre— respondió dl chico de lentes.

Volteé a verlo —¿Mi padre?

No tenía recuerdos de él, no sabía cómo era él. ¿En serio me llevaban con él y no a una trampa por romper el protocolo?

—Así es— respondió la castaña —Tú padre estuvo buscándote por todos estos años y ahora que te encontró te está llevando de vuelta con él.

Una vez estando en el lugar donde nos esperaban, un hombre de cabello negro llegó a donde nos encontrábamos y nos miró a todos —Que bueno que están todos bien— sonrió mirando a la castaña.

—Si, fue fácil vencer a esos débiles normales— la castaña miró al pelinegro.

Miró en mi dirección y se dio cuenta de que llevaba a la soldado en mi espalda. —¿Qué pasó con la tres?

—Ella se arriesgó mucho para abrirnos paso y poder salir.

—¿Está bien? Tenemos que llevarla lo más pronto posible con el médico.

—Ella está bien, la ayude a sanar sus heridas, es parte de mi poder— dije.

Todos me miraron y luego el pelinegro se dio la vuelta —El jefe espera por ustedes, así que andando.

Lo seguimos hasta llegar a donde se encontraban estacionados dos autos negros. Subimos y luego el hombre al volante arrancó y comenzó a conducir.

No sabía con exactitud a donde íbamos, pero por precaución me mantuve alerta todo el camino, no sabía qué cosas podrían hacerme, aún no confiaba totalmente en ellos.

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