CAPÍTULO 11

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MOIRA

La puerta de mi habitación fue tocada —Adelante— dije. Me encontraba perdida en mi lectura, pero cuando mi padre entro deje de leer.

—Hola— saludó.

—Hola— devolví el saludo.

—Victoria me dijo que amas los tableros de ajedrez— sonrió y puso el tablero en la mesita al lado de la ventana —Tal vez puedas jugar conmigo y así charlamos un rato.

—Está bien— puse el libro a un lado y me levanté del sillón junto a la cama, caminé y cuando llegue a donde mi padre estaba me senté a la silla que estaba al frente suyo.

Mi padre acomodó las piezas y me permitió hacer el primer movimiento. El novio su pieza y así dio inicio a una batalla campal dentro de ese tablero.

—Y dime Moira— mi padre rompió el silencio mientras movía su pieza —Cuéntame ¿Cómo fue que te sentiste dentro de ese lugar?

—Este— lo mire —No lo se— alce los hombros y ahora fue mi turno de mover mi pieza. —Supongo que fue solitario y doloroso.

—Ya veo— movió su pieza, la cual hizo que estuviera fuera mi caballo derecho. —Ahora no estarás más así, me encargué personalmente de que nadie vuelva a lastimarte y bajo mi cuidado entrarás a una prestigiosa institución junto a mis demás protegidos.

—¿Que es una institución?— pregunte al desconocerlo.

Mi padre me miró y rió —Es un lugar al cual las personas asisten y aprenden cosas de su interés. Entonces dime ¿Qué te gustaría aprender?

—Pero yo ya he aprendido todo lo que cualquier persona puede aprender en su vida, pero siempre me ha llamado la atención la danza— lo mire.

—El verdadero propósito de una institución es hacer amigos. Y puedes hacer muchos si asistes a una— me miro —Si te gusta la danza puedes ir y aprender.

—Ya tengo a Morgan y Victoria— moví mi pieza en el tablero —No necesito más y no sabría como hacer nuevos amigos.

—Bueno, entonces solo velo como un medio de distracción, no puedes seguir viviendo dentro de cuatro paredes, tienes que salir y conocer al mundo, es lo que tú madre habría querido— una mirada de melancolía inundó su rostro.

—¿Cómo era mi madre?— pregunté al mismo tiempo que lo miré —Ya no tengo recuerdos sobre ella.

—Bueno, tú madre era la mejor mujer de todas— comenzó a recordar, pero no pude entrar a su mente para conocer el motivo de su melancólica sonrisa —ella amaba a los niños y decidió criar al hijo de su mejor amiga, luego acogió a una pequeña y finalmente te tuvimos a ti. Ella amo a sus hijos tanto como a ella misma, tanto que incluso murió para protegerlos.

—Murió por culpa mía— susurré y agaché la mirada —Si yo no hubiera mostrado mi poder tal vez ella...— mi voz comenzó a quebrarse al mismo tiempo que las lágrimas inundaban mis ojos —tal vez ahora todo sería distinto y no hubieran separado a mis hermanos de mi y mi madre tampoco habría muerto.

Las lágrimas salieron, al principio lentamente, pero conforme el sentimiento de tristeza se apoderaba las lágrimas aumentaban y bajaban más rápido.

Mi padre se levantó de su lugar y acudió a mí para darme un abrazo reconfortante —No tienes por que estar triste por algo del pasado, las cosas pasan por algo y lo qué pasó con tu madre no fue culpa tuya, en realidad nadie fue el culpable— trato de tranquilizarme.

Yo por mi parte correspondí su abrazo y me hundí en su pecho, mientras ahogaba mi tristeza en las lágrimas que salían rápidamente.

—Ya— acarició mi cabello —Todo está bien ahora.

Cuando me calme él volvió a su lugar y continuamos el juego que habíamos dejado inconcluso hacia unos minutos antes —Yo no se como actuar una vez me encuentre rodeada de más personas— dije mientras movía mi pieza, misma que saco al alfil de mi padre.

—Actúa como normalmente lo haces— movió su pieza, la cual sacó a mi segundo caballo de la tabla —No finjas ser alguien que no eres frente a otras personas, créeme que eso es lo peor que puedes hacer.

El juego estaba en su fase final, uno de los dos iba a perder y la desventaja la tenía mi padre así que moví mi pieza y lo vencí —Jake Mate— sonreí.

—Muy bien— se puso de pie y camino hacia mí para darme un beso de buenas noches en la frente —Ahora ve a la cama y descansa— me dio una sonrisa y se giró —Te veré mañana en el desayuno— camino hasta salir de mi habitación.

Yo sonreí y me puse de pie, salí al balcón y me quede ahí a admirar el hermoso cielo estrellado. Me dio frío así que volví adentro por una cobija pequeña y me envolví en ella, luego volví a salir y me senté en la silla mecedora que ahí se encontraba, y así continué viendo el cielo hasta que me quede dormida.

A la mañana siguiente me despertó el cantar de las aves. Por primera vez en mi vida vi algo que no fuera el techo color blanco de mi antigua habitación y por ello una sonrisa apareció en mis labios.

Ahora podía olvidarme de la rutina de siempre y crear otra, podía hacer las cosas que yo quisiera y no las que ellos me decían que hiciera. Aunque aún no me sentía segura de sí en verdad eso era lo correcto. Aún tenía miedo de cometer un error.

—Señorita— la mucama tocó la puerta de mi habitación —Es hora del desayuno, su padre pide que baje.

Me levante de la silla y corrí hasta la puerta, salí corriendo y baje hasta el comedor para tomar asiento.

—Valla que eso sí fue rápido— dijo mi padre mirándome.

Yo solo me limite a sonreír y a mirarlo.

Pocos segundos después Victoria bajo, ella ya estaba arreglada y se robó mi atención, estaba hermosa, muy hermosa. Ella me miró y sonrió —Buenos días— saludo alegre. Mi padre y yo respondimos su saludo y luego fue a sentarse al lado mío. Poco a poco los demás chicos bajaron y ocuparon sus lugares, en poco tiempo la cocinera, ayudada por la mucama, sirvieron el desayuno y todos comenzamos a comer.

Al finalizar mi padre me pidió que lo acompañara y fuimos hasta su habitación, se acercó al armario y sacó de dentro un vestido color vino —Es para ti— dijo entregándomelo en mis manos —Le pertenecía a tu madre y estoy seguro de que ella quería que lo usaras en una ovación especial— me miró y sonrió —Cuando sientas que sea el momento úsalo.

—Gracias— mire el vestido y luego lo mire a él —Voy a atesorarlo.

—Bueno, ahora es momento de que vallas a cambiarte porque ya casi es tiempo de que vallas a la institución junto a los demás— dijo y ambos salimos de su habitación.

Me aliste poniéndome el uniforme que la mucama me había entregado. Luego baje y salí de la casa, ahí subí al auto y, junto a los demás, fuimos a la institución de la que mi padre me había hablado.

Al llegar bajamos y antes de entrar si un enorme respiro. No sabía que cosas me esperaban ahí.

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