Capítulo 6

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Kursed empezó a recuperar la conciencia poco a poco. Trataba de moverse pero estaba inmovilizada, su respiración se sentía extraña y cuando trató de levantarse se golpeó la cabeza contra una superficie metálica. Todo estaba bastante oscuro, ni siquiera podía ver sus propias manos, pero sabía que las tenía atadas al igual que sus patas. Amarradas sus manos ella se las llevó hasta el rostro para saber que tenía encima. Sintió una pieza metálica fría alrededor de todo su hocico, ¿le habían puesto un bozal? No pudo seguir investigando pues pronto escuchó el sonido de una compuesta abriéndose y varias pisadas duras acercándose. Escuchó una maquina encendiéndose y pronto todo a su alrededor se empezó a sacudir, solo ahí se dio cuenta de que estaba en un lugar extremadamente reducido, como una jaula. Sus sospechas se aclararon cuando una fuerte fuente de luz le hizo bajar la vista. Entre lo que podía ver con los ojos entrecerrados y la fuerte luz es que efectivamente había barrotes alrededor de ella, comprobando que efectivamente estaba enjaulada y que estaba siendo transportada a algún lugar.

Cuando su vista se acostumbró notó que ya no estaba en la nave, si no que estaban en la superficie de un planeta, en lo que parecía ser una plataforma de aterrizaje. La jaula en la que estaba era movida por una plataforma autónoma debajo de la jaula mientras dos guardias la resguardaban. El lugar no se le hacía conocido. El cielo era de un tono amarillo pálido muy poco común, podía ver montañas rocosas a lo lejos en todas las direcciones y corría un viento medianamente fuerte. Cuando una ráfaga pasó entre los barrotes y el cuerpo entero de Kursed se heló ella se dio cuenta de que, si antes le habían quitado sus pertenencias, ahora le habían quitado también la ropa dejándola semi desnuda.

Los guardias siguieron avanzando junto con la jaula hasta reunirse con un grupo de caimanes que los esperaban con rifle en mano. Wenco entonces saldría de detrás para ir hasta el frente y reunirse con el caimán de mayor tamaño quien claramente era el mandamás.

Wenco: Muy bien, tal y como prometí, un espécimen único y sin igual.

Tráfico de esclavos, había olvidado que Wenco solía frecuentar ese mercado. El gato se escuchaba nervioso, como si más que un negocio estuviese saldando una deuda. Su forma de hablar con el caimán mostraba con claridad que se había metido con alguien con quien no debía.

La jaula y Kursed con ella cambiaban de manos mientras Wenco se marchaba. Kursed entonces fue sacada a la fuerza de la jaula mientras la nave de Wenco despegaba y se marchaba perdiéndose en el cielo. Kursed quedaba entonces prácticamente varada en ese mundo extraño y en manos de un grupo de esclavistas que harían con ella lo que quisieran. El caimán más grande observaba a Kursed de arriba abajo con sumo interés hasta detenerse en su rostro. Los ojos amarillos del caimán se vieron fijamente con los ojos verdosos de Kursed que lo observaban con una mirada desafiante por encima del bozal.

Al enorme lagarto pareció agradarle esa actitud y ordenó que la desataran y le quitaran el bozal. Pese a que ahora tenía las extremidades liberadas no sería buena idea tratar de pelear contra ellos, eran más que ella, estaban armados y además sus escamas los protegerían de cualquier golpe que ella intentas asestar, su mejor opción sería esperar a que se presentase una oportunidad para tratar de huir. Pensó que ahora la llevarían a otra celda pero en lugar de eso los caimanes la condujeron hasta el borde de la plataforma. Hacia abajo eran varios metros de caída libre que bastarían a matar a uno apenas tocase el suelo. Los lagartos reían mientras empujaban a Kursed cada vez más hacia el borde mientras ella trataba de no perder el equilibrio hasta que el caimán de ojos amarillos la sujetaría del cuello y él mismo la arrojaría al vacío.

Mientras caía a toda velocidad y se acercaba al suelo logró percatarse de había agua debajo y trató de poner el cuerpo recto con los brazos hacia adelante esperando que eso ayudase a amortiguar su caída, siempre y cuando el agua tuviese la suficiente profundidad tendría posibilidades de salir viva de eso. En cuanto Kursed se sumergió fue sacudida por la corriente y de inmediato trató de salir a la superficie y nadar hasta la orilla. Una enorme cascada descendía tras ella y un bosque inmenso se extendía en todas direcciones. No entendía porque la habían arrojado aquí, pero ahora tenía que preocuparse de buscar refugio y tratar de encender fuego, con el pelaje mojado no duraría mucho a la intemperie, así que de inmediato salió del agua y se sacudió para quitarse tanta agua como pudo, luego empezó a caminar. Kursed se mantenía atenta a cualquier cosa que pudiese suceder, en un lugar así quien sabe qué clase de criaturas puedan habitar, o quizá los lagartos podrían aparecer de nuevo. Pese a haber estado caminando por lo que parecieron ser un par de horas el ruido de la cascada seguía resonando en la lejanía, y es que la espesura de la vegetación le dificultaba a Kursed poder moverse a buena velocidad.

Por todos lados estaba lleno de plantas extrañas que ella no había visto en ninguno de los mundos en los que había estado antes. Los arboles eran gigantescos, con troncos que fácilmente superaban los 20 metros de diámetro y alturas que competían con los rascacielos de Restik. El cielo amarillento desaparecía entre las copas de los árboles que apenas dejaban entrar la suficiente luz para poder avanzar sin tropezar a cada paso. Normalmente uno subiría a la copa de los árboles para tratar de orientarse, pero eso aquí era imposible, la altura era tan colosal que le tomaría todo el día solo tratar de llegar a la cima, y por lo que había visto estando en la plataforma, en la cima solo vería más y mar árboles. Orientarse aquí era imposible. Aun podía oír la cascada, Kursed fácilmente podía haber estado horas caminando en círculos.

Kursed se estaba helando y la luz empezaba a descender, tenía que encontrar un refugio y buscar la forma de entrar en calor rápido. Si había vida salvaje en este planeta la hipotermia podría ser el menor de sus problemas. Todo se puso peor cuando empezó a escuchar voces ruidosas acercándose. Kursed de inmediato trató de buscar un escondite mientras las voces se acercaban cada vez más. Entre la maleza y una rama caída de gran tamaño Kursed se ocultó y esperó. No tardó mucho hasta que un par de lagartos apareció removiendo maleza a punta de machete.

Lagarto1: Date prisa, quiero ser yo quien cace a la nueva.

Lagarto2: Te dije que ya voy, esta cosa pesa.

Con "la nueva" Kursed supo que se referían a ella pero, ¿cazarla? Al principio no comprendió bien a que se refería, pero todo se le aclaró cuando ambos lagartos pasaron frente a su escondite y pudo ver como uno de ellos arrastraba un cuerpo inerte y maniatado detrás de él. No era la primera vez que veía un cadáver, la muerte era el pan de cada día en su trabajo. ¿Pero de verdad estos tipos cazaban a otras personas solo por deporte?

En su estado tratar de defenderse no era una opción, debía esperar a que se fueran antes de poder salir. Con la temperatura de por si algo baja y el pelaje aun mojado el pecho de Kursed comenzó a contraerse y ella tuvo que taparse el hocico con fuerza y esforzarse para evitar toser, pero no sería suficiente y Kursed sucumbió a la presión en su pecho y garganta. Los dos lagartos se detuvieron en seco al oír una tos rasposa cerca de ellos y decidieron volver un par de pasos en busca del origen de la tos mientras uno de ellos preparaba el rifle. Kursed se quedó estática en su escondite, cada vez se acercaban más al punto de que era solo cuestión de centímetros que descubrieran el pelaje azul entre la hierba, por lo que antes de que la vieran ella misma salió de su escondite y empezó a correr. Así tendría aunque sea una mínima oportunidad de escapar. A solo unos pocos metros el primer disparo pasaría junto a ella impactando en un tronco. Había estado muy cerca, la espesa vegetación la ayudaba a esquivar los disparos así como también dificultaba su escape, Kursed debía arrastrarse, trepar y saltar para poder pasar entre las ramas y la maleza mientras los caimanes seguían tras ella. Kursed continuó corriendo hasta que un dolor punzante y agudo en su pata derecha la haría tropezar cayendo con fuerza al suelo. Pensó que ese sería su final, ese tropiezo les daría a los lagartos la suficiente ventaja como para llegar hasta ella. Pero cuando pensó que moriría una silueta cubierta de pasto y hierba saldría de entre la maleza y la arrastraría hasta un agujero debajo un tronco. Kursed solo pudo observar a los dos lagartos que la perseguían pasar de largo mientras esa silueta le cubría la boca con ambas manos.

Kursed: Una historia de Star FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora