Capítulo 8

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Kursed tenía una sensación extraña alrededor de su torso, como dos amarres que la sujetaban pero sin ejercer apenas fuerza sobre ella, pero aun así causando que Kursed despertara de su sueño ante la sensación de inminente peligro. Al abrir los ojos se encontró de nuevo sobre el colchón de hojas. Esa sensación de amarre en su cuerpo resultó ser Ruby quien dormía placida abrazada a su espalda. Kursed la haría a un lado y se sentó en la cama, al apoyar su pata en el suelo el dolor ya no era tan intenso. Tomaría tiempo antes de sanar completamente, pero al menos ya podía sentir su pierna otra vez, aunque aún necesitaba algo de ayuda para caminar. Llevaba ya varios días en el planeta, en parte porque los ciclos de día eran bastante cortos, de no más de diez horas llego a calcular, y cada mañana Kursed despertaba con Ruby sujeta a su espalda.

Solo un momento después la loba despertaría. SI ella sabía o no que había dormido abrazada a Kursed todas las noches, ninguna dijo algo al respecto, ya sea por vergüenza de Ruby o porque Kursed tenía otras cosas de las que preocuparse, como hallar una forma de salir de este lugar. Mientras la loba se estiraba sobre la cama un disparo se escuchó en la lejanía, luego otro, y luego silencio.

Krystal: ¿Sabes cuantos más ahí aquí?

Ruby: Paso mucho desde la última vez que vi a alguien, pero si oyes disparos, es porque solía haber alguien.

No era la primera vez que escuchaba disparos, hace uno tres días había oído otro par de detonaciones. Todo un planeta convertido en un coto de caza, eso era enfermizo. Esa era una línea que ni Pasha ni Arpechio se habían atrevido a cruzar. Hasta los mafiosos tenían principios.

 La única forma que parecía haber para escapar era mediante la misma plataforma en la que ella y seguramente Ruby habían llegado aquí.

Ruby: ¿Quieres ir hasta allá, hacia ellos?

Krystal: ¿Se te ocurre otra forma?

Ruby: Pero apenas puedes caminar...

Apenas pero aun podía, y eso le bastaba. Si pudo hacerlo con la espina incrustada en su pata, podría hacerlo ahora. Aun con eso, Kursed era consciente de su estado, por eso solo iba a tratar de observar más de cerca. Le interesaba saber dos cosas, cómo los cazadores descendían y volvían a subir de la torre, y con qué frecuencia lo hacían. Intentar identificar algún horario o patrón que siguiesen y del que aprovecharse. Con la ayuda de Ruby ambas bajaron del árbol y empezaron a avanzar por la espesa vegetación siguiendo el ruido de la cascada en la lejanía. El manto de hojas de Ruby no era lo suficientemente grande como para cubrirlas a ambas, pero si se mantenían juntas podía servir hasta cierto punto. Kursed caminaba a pasos lentos apoyada en el hombro de Ruby y siempre atentas a que nada las estuviese siguiendo.

El sol ya estaba en su punto más alto cuando ambas, por fin, tuvieron a la vista la enorme torre, la única edificación que había en todo el planeta. Cubierta de vegetación en la base, la plataforma se elevaba varios metros en el cielo. La cascada que se encontraba justo al lado salpicaba agua en todas las direcciones, y el sonido de esta opacaba cualquier otro que se produjese en las cercanías. La idea de Kursed era tratar de buscar algún tipo de entrada, escalera, ascensor o cualquier cosa que le permitiese llegar a lo alto de la plataforma, donde con algo de suerte podría encontrar una nave que la sacase de ahí. Sin embargo a la distancia que se encontraban era casi imposible ver algo, si quería poder examinar más a fondo, tendría que acercarse.

Contra las preocupadas protestas de Ruby ambas empezaron a acortar la distancia, usando la maleza para mantenerse ocultas. Cuando ya estaban a algunos metros un fuerte torrente de viento empezó a caer de forma vertical sobre la zona que hizo que ambas se lanzasen al suelo de inmediato. Al mirar hacia arriba una sombra descendía entre la luz del sol encandilante, tras unos minutos una plataforma finalmente se acercó hasta estar a solo unos centímetros del suelo. De ella descendieron dos lagartos y la plataforma volvió a elevarse en el aire hasta perderse. Entonces así era como bajaban. Ambos lagartos portaban largos rifles al hombro y cuchillos manchados en sus cinturones. Vestidos con mayas recubiertas con placas de metal en las piernas, pero siendo las chaquetas hechas con la piel de otros lo que más llamaba la atención de ambas, los lagartos cargaban los rifles mientras se adentraban en la vegetación. Kursed entonces se planteó seguirlos, a lo que nuevamente Ruby se opuso, de milagro habían evitado ser vistas por esos dos, pero si las descubrían esta vez no tendrían como salvarse. Aun así Kursed no le puso atención a sus plegarias de volver al árbol, y ella simplemente saldría de su escondite para ir tras los lagartos. Temiendo quedarse sola otra vez, Ruby no tuvo otra opción que seguir a Kursed. Solo Ruby sabía como volver al árbol, no podía arriesgarse a que ella se perdiera o fuera descubierta por los cazadores, por lo que fue tras ella hasta alcanzarla y volver a ponerla bajo el manto de hojas.

Ruby no podía evitar sentirse más y más temerosa a medida que se acercaban hacia los dos cazadores, que al parecer aún no se percataban de su presencia. Ver a esas robustas figuras de casi dos metros, hablando con sus voces rasposas y arrastradas hacía que ella quisiese darse la vuelta y alejarse. En lugar de eso Ruby se aferraba con fuerza a la cintura de Kursed e intentaba no hacer el más mínimo ruido para no alertarlos.

Lagarto 2: Aun nadie ha encontrado a la azul, ¿crees que siga viva para este punto?

Lagarto 1: Me basta con encontrar su cuerpo, no voy a dejar pasar esa oportunidad.

¿La oportunidad de hacerse un abrigo con su pelaje? Era más que seguro que se refiriese a eso. Durante todo el tiempo que los siguieron ninguno dijo algo que fuese de utilidad, solo hablaban de banalidades que no le decían nada útil. La caza para los lagartos tampoco parecía dar frutos, por lo que decidieron acabar por hoy y volver a la torre. Ahora que ya se iban Ruby consultó por tercera vez si es que ya podían volver a la seguridad del árbol, a lo que Kursed volvió a negar esta vez ya un poco más colmada de la paciencia. Continuaron tras ellos hasta que nuevamente estaban frente a la torre. Ambos lagartos se quedaron frente a la torre hasta que la plataforma volvió a descender y ambos subieron en ella perdiéndose en lo alto.

Una vez que los lagartos ya no estaban Kursed salió de entre la maleza a inspeccionar la torre, debía haber alguna clase de interruptor que hiciese bajar la plataforma. Ruby le rogaba desde la hierba que volviese al escondite, que era posible que hubiera otro grupo cerca, pero Kursed ignoró todos sus llamados hasta que la loba decidiría arriesgarse a salir para ir a buscarla. Kursed por fin logró encontrar un panel oculto tras las enredaderas que subían por la torre cuando la mano de Ruby la tomó de un brazo. Había logrado hallar algo útil, por lo que consideró que ya podían volver antes de que las insistencias de Ruby la hiciesen perder la poca paciencia que le quedaba.

El atardecer ya estaba encima cuando ambas volvieron. Kursed había callado el dolor en su pata la ultima hora. Después de estar todo el día caminando era un alivio poder sentarse al fin. Pero entonces Ruby se le acercó con una clara preocupación en su rostro, cuando Kursed se examinó la pata pudo ver que era lo que preocupaba a la loba. El vendaje improvisado hechos con hojas había cambiado su tonalidad de verde a rojo y por el suelo se extendía un rastro de manchas de sangre que acababa bajo su pata. Ninguna se había percatado de eso hasta ahora. Ruby rebuscó entre las cosas de la mesa los ingredientes para preparar mas medicina mientras Kursed presionaba la herida para tratar de frenar algo el sangrado. Tan rápido como pudo la loba preparó más vendajes y los aplicó sobre la herida. Ambas se habían manchado las manos de sangre en el proceso, por lo que Ruby salió un momento a buscar agua para limpiarse. La noche caería con rapidez como de costumbre y ambas se recostarían de espalda la una a la otra. A Kursed no le sería tan fácil dormirse como a Ruby,  pues como muchas otras noches, no podía evitar quedarse con los ojos abiertos viendo a la nada, la aleatoriedad con la que la asaltaban las pesadillas solía provocar eso. Como cada noche, Ruby no tardó en darse la vuelta estando dormida y abrasarse a Kursed, solo entonces notó que, desde que amanecía entre los brazos de la loba, ningún sueño hostil se le había aparecido. Era extraño ahora que lo pensaba, pero si eso le permitía dormir tranquila, tampoco iba a pensárselo demasiado. Simplemente cerró los ojos y se relajó.

Kursed: Una historia de Star FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora