Capítulo 2

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En cuanto Kursed despertó lo primero que hiso fue volver al bar y dirigirse a la mesa en la que se había encontrado anoche con Arpechio. Tal y como se le había dicho, oculto bajo el asiento había un paquete para ella. Un maletín color negro que ella se llevó a su nave de inmediato. Su nave estaba en las plataformas de aterrizaje estacionada junto a las demás naves que allí había. Una lanzadera de ataque modificada para hacerle también de hogar. Tenía espacio suficiente para ella y sus pertenencias, además de estar bien blindada y contar con algunos agregados en forma de cañones que la misma Kursed había instalado para darle capacidades ofensivas si las requería. Ahí habitaba cuando los trabajos eran de larga duración.

Una vez dentro de su nave abrió el maletín para comprobar su contenido, lo primero que vio fue una especie de código escrito en la tapa por dentro del maletín, y al bajar la vista se encontró con lo prometido por el lince. Cinco millones en efectivo. Eran todo suyo y aun ni siquiera empezaba a trabajar. Aunque si quería conseguir los otros cinco sería mejor que empezase ahora. Pese a todo lo que tuvo que desembolsar, Arpechio dijo estar dispuesto a brindarle material a Kursed si lo necesitaba ¿Otra prueba más de su desesperación? Lo más probable. Para eso tenía que ir a otra estación que se encontraba orbitando el planeta vecino, la estación CDW-043, propiedad del lince. Era conocida como un punto de abastecimiento para cargueros. O esa era la fachada que usaba Arpechio para encubrir el mercado negro que operaba en esa estación. Llegando a 043 Kursed dejó su nave en la bahía y atravesó el largo camino repleto de almacenes hasta llegar al elevador que había en la pared del fondo. Bajaría hasta el último piso, aquel al que solo podía acceder el personal autorizado. Cuando la puerta del elevador se abrió Kursed se topó con un ambiente totalmente distinto. El ruido de la maquinaria había sido reemplazado por un silencio casi incomodo, de esos en los que puedes oír tu propia respiración. El lugar también estaba mejor cuidado que el resto del lugar, un tapiz bastante fino en las paredes y una alfombra que a simple vista se veía costosa. Debían ser los lujos de Arpechio. Tras caminar por la fina alfombra con sus pesadas botas por un par de metros Kursed llegaría hasta un mesón semi circular donde había una yegua sentada que la atendería.

Yegua: Dígame ¿en que la puedo ayudar?

Kursed recordaría el código que había escrito en la tapa del maletín, y guiada por pura intuición se lo repitió a la yegua.

Yegua: ¡Oh! tú debes ser Kursed. El señor Linchioni me dijo que vendrías, sígueme.

La actitud de la yegua pareció cambiar de forma radical cuando Kursed le leyó el código. Toda la cordialidad con la que le había hablado en un principio desapareció para dar paso a una actitud más suelta. De alguna forma a Kursed se le hiso extraño.

Yegua: Mi nombre es Rain, soy la asistente del señor Linchioni. Ahora él no se encuentra pero me dijo que debía hacer cuando llegaras.

Rain guío a Kursed por los pasillos bien decorados hasta una habitación que Rain identificó como la oficina de Linchioni. Adornado con la misma tapicería y alfombrado que el resto de esa planta la oficina del lince destacaba por lo espaciosa que era y lo llena de lujos y excentricidades que estaba. Kursed se preguntaba que hacían ahí si se suponía que Linchioni no estaba en la estación. Rain entonces abriría el armario de madera fina que había junto a un enorme escritorio confeccionado con la misma madera tallada. Kursed veía algo confundía como la yegua movía las caras prendas que había colgadas dentro del armario dejando ver una placa metálica en el fondo de este que se abriría con un comando de voz de la yegua. Otro pasillo se extendía tras el armario mientras Rain la invitaba a pasar. Debía admitir que eso la sorprendía, incluso la oficina de Linchioni era una fachada. Esta vez el pasillo era más estrecho y no tenía ningún tipo de decoración. Solo paredes metálicas vacías por un par de metros más hasta que ambas llegaron a un gran hangar en donde se encontraban varias naves. Ella sabía que en esta estación podía conseguirse armamento y sustancias de contrabando, pero nunca imaginó que hubiese todo un hangar oculto bajo la instalación.

Rain: Aquí es donde "limpiamos" las naves nuevas. Eliminamos los registros, reemplazamos las computadoras y les damos una nueva imagen para integrarlas a la flota del señor Linchioni.

Si Kursed iba a perseguir a otro piloto necesitaría una nave más capas que la suya. Más veloz y maniobrable. Una nave echa para el combate mano a mano. Rain le mostró tres naves que ya estaban puestas a punto y listas para despegar. Era cuestión de que Kursed eligiera una. Se decidió por una nave de cabina en posición central y motor trasero, sin alas, de nariz ancha y alargada, con un par de turbinas a cada lado sumando cuatro en total, un cañón medio junto a cada par de turbinas y dos cañones ligeros a cada lado de la nariz. Conocía bien ese modelo de nave. No era muy resistente a los impactos, pero era rápida, ágil y con buena potencia de fuego. En las manos de un piloto experto podía ser una verdadera amenaza.

Ahora que tenía una nave Rain le entregó toda la información que se había logrado recolectar del piloto. No era nada útil la verdad. Solo eran más fotos de la nave tomadas durante sus ataques, esto no le decía nada. Por fortuna Kursed creía conocer a alguien que si pudiese darle algo de utilidad. Kursed subió a su nueva nave y se preparó para irse. La nave fue subida por una plataforma que la llevó hasta una pista de aterrizaje alejada donde Kursed despegó rumbo a su primer destino dejando atrás su propia nave-hogar bajo el cuidado de la palabra de Arpechio como parte de su contrato. Mientras revisaba los controles las comunicaciones de su nave se abrieron y Rain apareció en una de las pantallas del tablero.

Rain: Por instrucción del señor Linchioni necesito que me mantengas informada de tus avances. Y eso incluye decirme a donde te diriges ahora.

Kursed: Voy a hablar con un contacto para ver si tiene información útil, el montón de fotos que me diste no sirven de nada por si solas.

Rain: ¿Y crees que ese contacto pueda ayudarte?

Kursed: No estaría yendo con él si no lo creyese.

Rain: Eh... si, cierto. Bueno... te dejo por ahora, recuerda mantenerme al tanto ¿sí?

Kursed cortó la comunicación sin responder y fijó el rumbo en la computadora. La nave haría todo el trabajo en piloto automático. Ella tenía ahora otro asunto que atender. Si bien era cierto que las fotos que le dio Rain no servían de nada, no quitaba el hecho de que la nave que en esas fotos aparecía robaba su atención al punto de hacerla dejar de lado lo que estaba haciendo. Su mayor incógnita era ¿Por qué? ¿Qué tenía ese caza que ella no podía evitar? Un modelo totalmente desconocido para ella la tenía con la vista pegada en esas fotografías. Kursed estuvo así todo el viaje hasta que la computadora de la nave empezó a parpadear indicando que ya había llegado a su destino. Solo entonces dejaría las fotos de lado y desactivaría el piloto automático tomando el control de la nave. Frente a ella estaba Restik, un planeta que se caracterizaba por poseer tres lunas orbitándolo. Esas lunas eran la principal fuente de ingresos del planeta por sus cuantiosas vetas de minerales, mientras en el interior del planeta proliferaban urbes de tamaños colosales. Era también un mundo oscuro, debido a sus tres satélites en una rotación de 29 horas había solo 7 horas de luz repartidas en tres intervalos durante el "día". Kursed aterrizó en el planeta cuando el segundo siclo estaba cerca de terminar. La luz del sol empezaba a ocultarse en un atardecer blanquecino mientras la lluvia caía suave pero continua. Restik se caracterizaba también por ser lluvioso gran parte del año. Las luces de neón que iluminaban las oscuras calles ya invadían de nuevo el ambiente cuando Kursed posó su nueva nave en la plataforma de aterrizaje. Purpura, verde, amarillo y azul eran los colores que primaban por todos lados en forme de luces de neón, en los carteles de los anuncios, los letreros de los bares y restoranes, las propias entradas de los edificios y el alumbrado de las calles. La oscuridad y la lluvia generaban un ambiente de medianoche en pleno mediodía.

Kursed caminó por las calles iluminadas y húmedas por varias cuadras, cubriéndose de la lluvia solo con su gabardina hasta llegar a un viejo pero bien cuidado restaurante. Dentro, como siempre, estaba cálido y un agradable olor llenaba el ambiente. Avanzó por el lugar sin preocuparle mojar y ensuciar el suelo con sus botas y su gabardina húmeda hasta la cocina. Caminaba como por su propia casa sin que nadie le increpara sobre su presencia, algunos hasta le dirigían un ligero saludo con un gesto de cabeza. Se dirigió hasta la parte trasera donde se acababa el restaurante y comenzaban las dependencias del dueño, quien era a quien buscaba. Kursed colgó su gabardina en el perchero junto a la entrada y se dirigió hacia la puerta del fondo pasando por una amplia sala. Tras cruzar la puerta encontró a quien buscaba. Un oso pardo entrando ya en sus 50 años la recibió con una alegre sonrisa mientras la invitaba a pasar.

Kursed: Una historia de Star FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora