Capítulo 1

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El espacio. Un lugar frió, inhóspito y silencioso, repleto de estrellas y rocas, planetas y nebulosas. Pero en uno de los lugares más recónditos de la galaxia, en la estación espacial CDW-090, se vivía un ambiente totalmente distinto. La música fuerte, las risas y las peleas de ebrios. Solo lo típico en la cantina espacial de más mala muerte de ese sector de la galaxia.

Una nave descendía posándose lentamente en una de las plataformas de aterrizaje. Una nave de transporte lujosa, dando a entender que su dueño era alguien de recursos, con notables añadidos a los sistemas de defensa así como de armamento. Un lince bajaría de la nave acompañado de tres rinocerontes haciendo de guardaespaldas. Una vez dentro de la cantina el felino de pelaje grisáceo tomó asiento en la barra principal mientras los tres matones se quedaban detrás vigilando a quien se cruzase. El bartender, una comadreja de apariencia demacrada, pareció reconocer al recién llegado, a quien se acercó dejando de lado todo lo que estaba haciendo.

Comadreja: Valla, las cosas tienen que estarte saliendo bastante mal si decidiste venir aquí.

Lince: ¿Qué otra razón tendría yo para poner un pie en esta pocilga?

Su tono de voz mostraba enojo y frustración. Claramente no estaba pasando por un buen momento. Últimamente había estado teniendo problemas con su "negocio", y había acudido a 090 en busca de alguien que le dé una solución. CDW-090 no era una estación solo para ir a emborracharse y agarrarse a puñetazos con alguien igual o más ebrio que uno, aquí se conglomeraba toda la escoria de este sector de la galaxia. No se hallaban solo alcohol y prostitutas en 090. Contrabandistas y mercenarios se podían hallar por todo los niveles de la estación. Si querías transportar carga de dudosa legalidad o mandar a cortarle el cuello a alguien, aquí sin duda encontrarías a quien lo hiciese por ti.

Comadreja: Bien ¿Qué es exactamente lo que buscas?

Lince: Necesito un piloto. El más hábil que pueda haber.

Comadreja: Mmm. Sí, creo que hay alguien que puede ayudarte. La zorro azul, en la mesa de atrás en la esquina.

El lince se giró hacia donde le indicaba el bartender. En el fondo del lugar, solitaria en una mesa, estaba la figura de una encapuchada, cubierta por una gabardina color café de la que solo podía verse colgar una cola color azul. Acompañada únicamente por una botella de licor.

Lince: ¿Quién es ella?

Comadreja: Se hace llamar Kursed. Nadie sabe de dónde salió, simplemente apareció un día y se las empezó a dar de cazarrecompensas.

Lince: ¿Seguro que es lo mejor que puedo conseguir?

Comadreja: Si tienes como pagarle...

El lince entendió a la perfección la indirecta de la comadreja. El felino se levantó de la barra y se dirigió hacia la mesa donde estaba la solitaria encapuchada. Una vez frente a la mesa el lince se detuvo un momento para intentar analizar a quien tenía delante. Alguien con suficiente experiencia en el negocio es capaz de reconocer un cazarrecompensas en cuanto lo tiene en frente. Sin embargo aquí no parecía ver nada. La abultada gabardina ocultaba todo de la mujer excepto la cola azul y un par de manos sobre la mesa. A simple vista no parecía que fuese lo que el lince buscaba.

La zorro ni siquiera se inmutó ante la presencia del lince ni de sus matones, simplemente mantenía la vista fija en la botella. El lince finalmente se decidió a tomar asiento en la mesa quedando de frente a la zorro. Solo así pudo ver por fin el rostro de quien se suponía era su mejor opción. Bajo la capucha lo primero con lo que se encontró fue con unos ojos azul verdosos que lo miraban fijamente, al punto de que el lince creyó empezar a sentirse incómodo. Para evitar esa rara sensación el lince fijó su atención en el mechón de cabello purpura que colgaba hacia el lado izquierdo.

Lince: ... Entonces. ¿Tú debes de ser Kursed?

Kursed: ¿Quién pregunta?

Lince: Quizá hayas oído hablar de mí, soy Arpechio.

Kursed: Mmm... No.

Lince: ... ¿Arpechio Linchioni? ¿Del mundo Trappist-3?

Kursed: ¿Se supone que debería saber quién eres?

Arpechio: ¡Soy el líder de Garra Blanca, la organización criminal más grande de este sector de la galaxia!

Kursed: Mmm... A sí, conozco tu organización. Honestamente, pensé que el líder de Garra Blanca seria alguien más... imponente. Bien ¿Qué necesitas de mí?

Arpechio: Alguien ha estado atacando varios de mis almacenes y naves de carga. Me ha costado mucho dinero.

Kursed: Y tus pilotos son demasiado incompetentes como para encargarse de él.

Arpechio: Exacto... Dicen que eres la mejor piloto que puedo encontrar, así que quiero que tú te encargues de él.

Kursed: Bien, dime, ¿quién es?

Arpechio: No lo sé. Nadie lo sabe. Simplemente aparece, destruye todo y se va.

Kursed: ¿Quieres que me encargue de alguien quien ni siquiera sabes quién es?

Arpechio sacó una tableta holográfica y se la entregó a Kursed. En esta se proyectaba la nave a la que el lince quería que se le diera caza. Un caza, una nave color blanco con alas en forma de "A". Kursed observaba con mucha atención la imagen de la nave que tenía frente a sí. Dentro de ella pareció despertar cierto interés en la nave que se proyectaba frente a ella. Arpechio no pareció darse cuenta, pues ella misma trataba de que él no se percatase, por supuesto, no podía dejar que un potencial cliente se enterase de que tenía un particular interés en su objetivo. Al menos no antes de establecer su tarifa.

Arpechio: Puedo proveerte de toda la información que hemos logrado recaudar sobre el piloto, tengo todo resguardad en una de los pocos lugares que aún no han sido atacadas.

Lo que Arpechio pedía era poco más que ridículo. ¿Buscar una nave desconocida que puede estar en cualquier parte de la galaxia? ¿Sin ningún tipo de dato útil más allá de una simple imagen holográfica? Nadie con más de dos neuronas funcionando de forma simultánea estaría dispuesto a aceptar eso. Y si bien Kursed sabía eso de sobra, había algo que le llamaba potentemente la atención con esa nave, y no estaría tranquila hasta que averiguase que es.

Kursed: Tendrás que ofrecer una buena cantidad si quieres que acepte lo que pides.

Arpechio: Bien, diez...

Kursed: ¿Diez mil? Tendrás que esforzarte un poco más para que siquiera yo...

Arpechio: Millones.

Kursed: ...

Arpechio: Te daré diez millones si destruyes esa nave.

Kursed: ¡Ja! Debes estar realmente desesperado si estás dispuesto a dar esa cantidad por una sola nave.

Arpechio: ¿Lo harás o no?

Kursed: ...Bien, lo haré, si pagas primero la mitad. Tengo que asegurarme de que una vez acabado el trabajo no te largaras con todo el dinero.

Arpechio: De acuerdo... Pero quiero que me traigas un trozo de la nave cuando la derribes. Tengo que asegurarme de que no sacaras una parte de cualquier nave hallada en la basura. Enviare a uno de mis hombres con el dinero.

Luego de eso el lince se levantaría de la mesa y se marcharía junto a su escolta dejando a Kursed nuevamente sola. Se había hecho con una buena cantidad de dinero sin siquiera empezar todavía con el trabajo, pero sabía que no sería nada fácil, tendría que trabajar muy duro si quería conseguir la otra mitad. Pero eso no era lo que más le importaba, si no la nave, Kursed tomó la tableta holográfica que Arpechio dejó en la mesa y se quedó observando detenidamente la nave blanca. Ni siquiera sabía porque, pero había algo en esa nave que era como un imán para ella, una nave que ella no recordaba haber visto nunca en su vida. Kursed sabía que tarde o temprano eso la haría enloquecer, y sería mejor que fuese más tarde que nada. La zorro sirvió otro vaso del licor rojizo que había pedido antes de que el lince apareciera y siguió bebiendo para olvidarse del asunto de la nave, por lo menos hasta que tuviera que ponerse a trabajar.

Kursed: Una historia de Star FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora