Solangelo One - Shots ♡

Noviembre (p1)

Era un viernes muy fío de Noviembre. Todavía recuerdo con claridad no haber podido pegar ojo esa noche. Me recordaba continuamente que no dormir las horas que debía, era malo para el cerebro y para el sistema locomotor. Pero por más que me lo repetía a mi mismo, nada cambiaba. Supongo que unas pocas palabras no te hacían dormir. (Aunque a Piper le funcionó con Gaia)

Al final, el insomnio ganó la batalla, y me senté en la cama. Encendí una linterna y leí durante un rato sobre enfermedades craneales (muy aburrido) para ver si así me entraba el sueño finalmente. Fue entonces cuando oí unos pasos que se acercaban a mi cabaña, y un objeto de metal que se arrastraba por el suelo.

Al principio le resté importancia. Supuse que eran las arpías, pero entonces, escuché como el metal de la hoja de una espada, chocaba contra la pared de la cabaña en la que yo me situaba. Levanté con un par de dedos una de las tiras de la persiana, para echar un vistazo. Con la espada de hierro estigio en alto, y dando sablazos al aire, había un chico moreno completamente despeinado, y en pijama, que murmuraba y peleaba con los ojos cerrados contra un oponente invisible. Nico Di Angelo.

El hijo de Hades y yo habíamos terminado por hacernos muy buenos amigos, desde nuestra misión de sabotaje a los romanos, pero no tenía claro si nuestra relación iba más allá de la amistad. Quiero decir, éramos amigos sí, pero no sabía hasta que punto Nico confiaba en mí.

El chico siguió dando espadazos al aire, y al poco adoptó una postura de victoria, y volvió arrastrando la espada hacia su cabaña. No conseguí pegar ojo en toda la noche, y aún menos después de esa escena.

No pude con Nico en todo el día, me tocaba el turno más largo en la enfermería, y él pasó toda la cena con Jason y Percy. Decidí quedarme alerta esa noche, manteniéndome a la espera de que algo extraño pasara, pero no lo vi salir.

Casi empecé a pensar que había sido un sueño, que deliraba, y que realmente sí que había logrado dormir. Pero las marcas de espadazos en la madera de mi cabaña decían lo contrario. Al principio mis hermanos, Kayla y Austin, les habían echado la culpa a las arpías, aunque ellas negaron haber roto ni astillado nada. Yo tampoco mencioné lo que había visto, y así quedó el tema.

Pasó una semana entera, y Nico no volvió a deambular, por lo que le resté importancia, y lo vi como una simple sesión de sonambulismo. Pero entonces llegó el segundo viernes. Esta vez caí redondo en la cama, pues había entrenado a fondo en el campo. Como siempre, me asaltaron las pesadillas.

Soñé que Nico volvía a levantarse esa noche, y que entraba a las cabañas, matando e hiriendo al resto de campistas. Soñé que se adentraba en el bosque y se caía por un acantilado. Soñé que se acercaba a la costa, y era engullido por las olas. Que lo atacaban en el bosque. Y la peor de todas, que dejaba de comer manzanas.

De repente, mi cerebro se interrumpió, y me desperté con un sudor frío (nada saludable), y la manta entera revuelta. Aún así, estaba tiritando. ¡Podía haber pillado una hipotermia! Suspiré y miré el reloj. Medianoche. Justo el momento en el que Nico, el viernes anterior, se había despertado. Un cosquilleo me recorrió el cuello, y miré por la ventana. Llegué justo a tiempo para ver una figura delgada adentrándose en el bosque.

Me puse una chaqueta encima del pijama, y unas chanclas rápidamente. Lo seguí armado con un arco. Había practicado mucho con Kayla esos días, y mi puntería había mejorado considerablemente. Siendo hijo de Apolo, tampoco podía hacerlo tan mal. Me interné entre los árboles.

Al rato de seguir su rastro, lo encontré caminando sin rumbo aparente, y chocando con los troncos, para después arremeter contra ellos de un espadazo, y sonreír satisfecho. Habría sido muy gracioso, si no hubiera visto que unos ojos rojos lo miraban a través de los arbustos más bajos. Preparé mi flecha, y le criatura saltó sobre Nico. Disparé.