Hice mis deberes en automático, dejé a Emma en la academia, llegué a la oficina y por primera vez no fui capaz de echar en mi estómago nada más que café.
Trabajé en silencio como siempre lo hacía. No había visto a Dassler en toda la mañana ni cuando me marché de la oficina.
Llevé a Emma a casa, le serví algo de comer y le entregué las dos donas que habia traído conmigo como postre.— Debo ir por algo de leche para mañana — le dije a Emma que estaba practicando con su piano de papel.
— ¿Puedo acompañarte?
— No, afuera hace mucho frío. No quiero que te enfermes. Ya regreso, no tardaré.
Salí por la puerta hacia la fría calle, metí las manos en mi abrigo para mantener tibios mis dedos. Caminé de prisa hacía la calle húmeda que daba al burdel.
En cuanto puse un pie ahí, comencé a experimentar el deseo de marcharme, odiaba tanto este sitio.
Las mujeres se acercaban a mí y acariciaban mi mandíbula y pecho, los pronombres de guapo, cariño y señor, sonaban en mi oreja.Me alejé de ellas y fui directo a la parte de atrás, un cuarto donde lo ocupaban como lavandería. El hedor a sábanas mal lavadas y vestidos mohosos reinaba en el lugar. Aparté un par de sábanas y llegué hasta donde estaba Luisa lavando una sábana blanca con manchas cafés.
— Luisa — dije para llamar su atención. Ella alzó la vista y se abalanzó sobre mi para abrazarme. La noticia sobre los cuerpos encontrados voló rápido. Luisa, Viola y Carolyn eran las únicas conocedoras de mi verdadera identidad.
Sollozó en mi pecho desconsolada. Yo no pude más y estalle junto con ella. Salimos a la calle cuando logramos calmar nuestras emociones. Llegamos a la parte trasera del espantoso edificio.
Nuestras manos temblaban y no era por el frío que causaba vaho con nuestro aliento.— ¿Que pasó? — pregunté. Luisa negó con la cabeza y tapó su cara con sus manos — Luisa háblame. Tengo que saber lo que sucedió. ¿Sabes algo?
— No sé nada — dijo controlando el llanto. Yo tragué para despejar mi garganta del nudo que me causaba tanto dolor.
— ¿Cuando fue la última vez que hablaste con ellas?
— Hace más o menos una semana.
— ¿Llevaban fuera una semana y Mildred no dijo nada?
— Ella las mando a buscar los primeros tres días pero después desistió. No he dejado de pensar en ellas desde la última vez que las vi.
— ¿Tenían algún cliente frecuente? ¿Uno que siempre las buscara a ellas?
— No lo sé. Cuando estábamos juntas no hablábamos sobre esos asquerosos hombres. Queríamos creer que teníamos una vida normal — sus ojos se humedecieron y lágrimas cayeron sobre su vestido viejo.
— No sabes cuanto lo siento Luisa. Me parte el alma todo esto que esta pasando.
Nos sentamos en el suelo, con la vista puesta en la mohosa pared de enfrente. Recosté mi cabeza en la pared, pensando en como sería mi vida si trabajara en este espantoso lugar.
Miré las manos de Luisa que estaban entrelazadas con las mías, tenía quemaduras que le hacían los hombres para apagar sus cigarros, tenía un pómulo inflamado que no noté al principio.
Toqué su pómulo con delicadeza, ella volteo a verme y sonrió inocentemente.— ¿Que te pasó?
— El imbécil de Augusto me golpeó.
— ¿porqué?
— Quería salir a buscarlas cuando ellos decidieron dejar de hacerlo. Así que me lo impidieron, no había puesto un pie fuera cuando Mildred le ordenó que me controlara — relató riendo, sonreí en respuesta aunque me sentía indignada.
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M U J E R C I T A 💋//TERMINADA
RomanceBirmingham, Inglaterra 1912 La vida de Beatriz no ha sido nada fácil, ella tiene que ponerse un disfraz y fingir ser Benjamín, un odiado reportero, todo por su pasión por el periodismo y por querer tener un trabajo digno en un mundo donde todo es do...