El resplandor de la tarde lograba colarse por las ventanas de la cabaña, haciendo que tanto dentro como fuera adquiriera ese tono de un hogar muy antiguo, pero con su encanto único para quienes buscaban tranquilidad.
Allí solo había dos animales. Un halcón de tercera edad reposando en la mecedora, y otro halcón más pequeño en el sofá leyendo un libro.
Este último dejó su lectura unos momentos para acercarse al mayor. A pesar de que le encantaba leer ficción sobre grandes héroes derrotando demonios, siempre tuvo curiosidad por saber una cosa, y estaba seguro de que aquella ave de mucha experiencia tenía la respuesta.
Cuando el pequeño halcón estuvo cerca del anciano, manifestó su inquietud:
—Abuelo, ¿cómo identificaban a los Ankoku en tus tiempos?
El mayor detuvo el movimiento de la mecedora. Sin mirar su nieto, respondió:
—Antes había que prestar atención a la sonrisa del animal que tuvieras cerca. Esos demonios no tienen alma y nos usan como contenedores. Si notabas algo raro en esa sonrisa, identificando que solo se trataba de un recipiente sin vida, era motivo suficiente para desconfiar —reveló.
Luego el halcón mayor miró al suelo.
—Aunque lamentablemente, no era un método del todo fiable.

ESTÁS LEYENDO
Furtuber2020
FantasyReto de subir un cuento por cada día de octubre. Debí haber subido esto hace un tiempo pero por vagancia no lo hice.